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De la envidia y la felicidad

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Juan Priego Romero

Ya estoy hasta los mismísimos de la política y de los políticos, pero el escribir se convierte en un hábito al que es difícil resistirse, como el que cada día tiene que correr o ir al bar, vaya. Así que lo haré sobre los sentimientos, que también están en el circo que nos rodea en el día a día y sobre los que se nos hace difícil reflexionar.

Ya me lo dijo un buen amigo mío y lo he podido comprobar que no es tema que apasione a casi nadie, cómo sí los es ese circo político diario y ya cansino, pero sí pero sí que puede ser una válvula de escape para tanta presión mediática.

Vamos con la envidia y la infelicidad.

La envidia es uno de los peores sentimientos que puedan afectar al ser humano y cuyo virus siempre está al acecho para infectarnos.

Es también el peor enemigo de la felicidad, sin duda el mejor sentimiento que puede tener cualquier persona, que no abunda y en muchos casos, al que no se puede conseguir ni siquiera por mucho dinero que se pueda tener.

Cuando se está afectado por el virus de la envidia, el camino a la infelicidad es infinitamente más fácil, aunque naturalmente influyen otros factores que facilitan ese camino.

No soy experto en psicología, ni estudié para serlo. Solo soy mayor, bastante mayor, y anduve un largo y variopinto camino por la vida, mirando hacia fuera y observando con afecto casi todo lo que me encontré en el trayecto, e intentando aprender de los demás y de mis propios errores.

Eso y un poco de atrevimiento, me permiten hacer estas reflexiones para mí mismo y para compartirlas con los demás, sin pretender sentar cátedra y sometiéndome naturalmente a su juicio al exponerlas aquí y ahora.

Conseguir la felicidad no es fácil porque no sólo está en nuestra mano y porque depende de tantos factores externos por los que continuamente estamos rodeados, unos sin intención y otros intencionados, además de que la felicidad nunca está de manera estable ni permanente y solo por espacios de tiempo que no suelen ser ni siquiera largos.

Sí que estoy convencido de que hay aspectos que pueden ayudarnos a conseguirla y que, sí que dependen de nosotros mismos, como la empatía hacia aquello y aquellos que nos rodean o el intentar ser positivos y no caer en el pesimismo, cosa harto difícil en estos tiempos, aunque bien es verdad que los hubo peores.

Así cambiamos el pesimismo por un poco de optimismo...

Como dicen que una cosa es predicar y otra dar trigo, me atreveré a confesar que hasta hoy conseguí la inmunidad al virus de la envidia, ayudándome del amor propio y la autoestima junto a la del prójimo y procurando ser más exigente conmigo mismo que con los demás.

A ser optimista me ayudó la comparación con otras situaciones peores que siempre hay y observar las que por desgracia nos puedan rodear, para conformarnos con nuestros propios males.

Así que, aunque sea a ratitos voy siendo medianamente feliz y procurando en lo que pueda, no caer en la infelicidad.

Juan Priego Romero es socio de infoLibre

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