Librepensadores

Si atacan a uno, atacan a todos

Mario Diego Rodríguez

El ataque perpetrado por matones de la extrema derecha contra la sede de Podemos en Cartagena, el pasado día 2, es el tercero llevado a cabo en 12 meses y en el que los atacantes han dado un paso más en la peligrosidad, lanzando un cóctel molotov contra la vitrina. Envalentonados por los discursos reaccionarios del PP, haciendo suyos los discursos incendiarios de Vox, hasta tal punto que a veces no se pueden diferenciar, ese tipo de energúmenos multiplican los actos públicos ya sean violentos o no.

Condeno tajantemente este ataque contra la sede de Podemos, pero mi condena no la hago ni en nombre de la democracia o de la libertad de expresión, ni en nombre de la antipolarización o anticrispación, pero sí en nombre de la defensa de la clase trabajadora —y de sus organizaciones o de sus asociaciones o colectivos—, víctima de la dictadura económica impuesta por la patronal y que mañana no dudará en utilizar a esos mismos matones para mantenerla bajo su yugo y sus eventuales flechas.

Como tampoco pienso que sean el Gobierno, el aparato de Estado o la candidatura de Pablo Iglesias en las elecciones madrileñas quienes constituyan una barrera que frene el auge de la extrema derecha. Por ahora, el incumplimiento de las políticas prometidas en el acuerdo sirviendo de base al gobierno de coalición abogarían, más bien por lo contrario.

La extrema derecha no es algo nuevo ni en nuestro país ni en nuestro continente, esta corriente política siempre ha estado presente, aunque a veces soterrada, con las mismas características: nutrida y apoyada por el integrismo católico, por los nostálgicos del colonialismo, por los defensores de la monarquía y por los “liberales” de derecha xenófobos y nacionalistas.

A dicha corriente nauseabunda solo se le puede oponer la capacidad de reacción de la clase obrera, su movilización y su lucha contra el capitalismo desde una perspectiva de clase y por ahora desgraciadamente ningún partido de izquierda presente en las instituciones se plantea tales perspectivas. Por eso, esos partidos, no pueden ser quienes actúen como una barrera frente a la barbarie.

Esa movilización y lucha de la clase obrera contra el capitalismo es vital, máxime en estos tiempos de crisis. En ausencia de reacción por nuestra parte, la burguesía acentuará sus ataques. Los tiempos que se avecinan serán difíciles si dejamos las calles únicamente en manos de la pequeña burguesía. No se trata de oponernos a sus protestas, pero de encabezarlas por el ejemplo siendo nosotros más numerosos.

Y para que eso ocurra, para que la pequeña burguesía nos vea como una alternativa para cambiar su situación y subirse a nuestro tren, tendremos que demostrar nuestra determinación en nuestra lucha para cambiar el sistema.

Mario Diego Rodríguez es socio de infoLibre

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