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¿Y yo qué puedo hacer?

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Francisco Goya

Hay un pequeño cuento escrito por José Campanari y con dibujos de Jesús Cisneros (OQO Editora, 2008) que expresa de forma magistral en mi opinión que todos podemos hacer algo. El cuento empieza con un señor leyendo el periódico y las preocupaciones que le causan las noticias que lee. En estos tiempos en los que la abundancia excesiva de noticias, la fatiga producida por la pandemia, la sensación de falta de control, la ansiedad, la tristeza y otros temas tanto nos están afectando a nuestra salud mental, yo creo que cada uno de nosotros y nosotras tenemos algo valioso que aportar. Hace unos días escuché a un periodista en una tertulia televisiva de una televisión local. Después de escuchar en silencio el vocerío que sus compañeras y compañeros de mesa mantenían a propósito de las vacunas, la gestión del Gobierno y otros temas similares, cuando la moderadora le cedió el turno dijo simplemente que estaba cansado de las quejas, de todo lo mal que hacen siempre los demás. Nos hemos habituado a que el otro haga siempre todo mal y además creemos que lo hace solamente para fastidiarnos a nosotros.

Yo, como él, estoy cansado, no me gusta esta situación, no me gusta no tener contacto o tenerlo muy esporádico con las personas que quiero, no me gusta no poder ver a amigas y amigos que se han alejado, y vivir en una especia de 'situación provisional' que dura ya demasiado. Sin embargo, no quiero quejarme. Es legítimo que cada uno tenga sus opiniones y las defienda y posiblemente cada parte tendrá su cuota de razón. Personalmente no creo en los extremos y pocas veces en los blancos y negros. Ojalá las decisiones se tomaran pensando en el beneficio común y no en intereses particulares, ojalá fuésemos capaces de ponernos en los zapatos de la persona que tenemos en frente y poder caminar con sus zapatos, qué bueno sería que quien toma decisiones contase con la opinión de todos y pensando en el bien común, sería igual de positivo que pensásemos en términos de colaboración, no de competición.

Sospecho que estos procesos en realidad ya estaban presentes incluso antes de la pandemia: esta situación simplemente parece haber acelerado esos cambios; nos hemos encerrado más en nosotros mismos, somos más individualistas, pensamos más en nosotros mismos y mucho menos en los demás, nos dicen que podemos conseguir lo queramos cuando queramos y si no lo obtenemos cada vez tenemos menos tolerancia a la frustración y creemos que nos quitan libertades nos afecta la soledad, la falta de contacto físico, las ausencias, vivimos quizá con una suerte de "piloto automático" esperando que "todo pase" que todo se solucione y eso mismo en ocasiones se convierte en coartada para actitudes irresponsable que nos afectan a todas y todos.

Ponemos nuestra esperanza en las vacunas, pero al mismo tiempo desconfiamos de las mismas y de quienes las gestionan, somos conscientes de los riesgos porque hemos aprendido, pero al mismo tiempo forzamos los límites porque estamos ya cansados, hastiados y "nos da lo mismo" lo que pase mañana porque no tenemos esperanza en el futuro, mucho menos los jóvenes.

En mi opinión, no se trata de criminalizar colectivos ni de minusvalorar situaciones y emociones que deben ser tenidas en cuenta; no se trata, como algunos han dicho, de que "vaya al médico" si me siento mal o si necesito ayuda profesional, los profesionales de la salud y otros colectivos han demostrado con creces su buen hacer, sino de ver qué puedo hacer yo para contribuir al bienestar general.

Creo sinceramente que está en nuestras manos. No podemos tomar grandes decisiones, no depende de nosotros qué tipo de vacuna o cuándo recibirla, no gestionamos los fondos que todos necesitan y quieren, no establecemos las prioridades, pero sí tenemos la capacidad de, al menos, no contribuir a que la situación se prolongue cada vez más, no nos dejemos arrastrar por la apatía y el desencanto, no vivamos de espaldas al mundo (Asne Seiesrtad 2004, Maeva,2007).

Cuando el protagonista del cuento pregunta "¿y yo qué puedo hacer?", siempre alguien responde.

Francisco Goya es socio de infoLibre

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