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El éxito de la crispación

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Jesús Pichel Martín

El hartazgo de la ciudadanía por la crispación y el permanente ruido político, las acusaciones de que los políticos no se ocupan de los problemas reales de la gente y de que no resuelven problemas, sino que los provocan, son desde hace tiempo lugares comunes. Y, sin embargo, el lenguaje moderado y las apelaciones a la calma fracasan sistemáticamente: la crispación y el ruido siguen presentes en la vida política, en los medios y en las redes.

Me temo que esos lugares comunes no son lo que parecen, porque lo que parece es que, cada cual, está dispuesto a aceptar, justificar y hasta alentar los exabruptos, insultos, desprecios, etc., de los suyos el partido o los políticos con los que se identifica— y su hartazgo real es por los desprecios, insultos y exabruptos de los otros.

Y me temo que, si un ataque disparatado ajeno quedase sin respuesta de los suyos, ese mismo ciudadano teóricamente harto, les reprocharía que no respondiesen con la misma o con mayor contundencia.

Durante la pandemia, en las comparecencias del gobierno –de Sánchez, de Illa, de Simón, de Darias, etc.– se ha insistido explícitamente en alabar el buen trabajo de todas las Comunidades Autónomas, evitando cualquier crítica. Y, sin embargo, ese trato amable no ha sido correspondido por algunos gobiernos autonómicos, que han visto la oportunidad para hacer oposición: todo lo que funcione mal, con co-gobernanza o sin ella, es por culpa del Gobierno.

El mensaje que parece que ha calado –en los medios amigos, en las redes ocupadas y en buena parte de la calle– es precisamente el de esos gobiernos autonómicos y no el del Gobierno.

La conclusión, triste pero inevitable, es que la crispación no parará porque, desde aquel mantra de la derecha sin complejos de Aznar o del más reciente el miedo va a cambiar de bando de Iglesias, tiene éxito y recompensa electoral.

Jesús Pichel Martín es socio de infoLibre

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