La portada de mañana
Ver
El Gobierno sacará adelante el plan de reparación para víctimas de abusos con o sin la Iglesia

Librepensadores

Niños emperadores

Librepensadores nueva.

Antonio García Gómez

Y, de paso, empoderados por la gracia de sus progenitores que tanto les quieren, les miman, les enaltecen, se desviven por sus vastaguitos, los entronizan, les dan lo que quieren y nunca les dicen que no, porque les adoran tanto que los destrozan de tanto amor… hasta convertirlos en meros semovientes, ricuras sin rumbo, ni sustancia, ni capacidad de ser algo más que sempiternos inmaduros, víctimas, al cabo, de tanto exceso de amor paterno y materno.  

Ajenos a toda sombra de frustración que se atreva a oscurecer el destello ¿innato… de tanto querubín, amado, adorado, puesto en un trono, sobre una peana, en una burbuja?, ¿Qué quede libre, en definitiva, de toda polvareda de mundanidad rastrera, porque ha sido tocado, el infante, la infanta, por la varita mágica del páter, de la máter, arrobaditos ante su chicuelo/a?

Recuerdo al señor Antonio Ordóñez, torero de tronío y de época, afirmar con mucho orgullo que él “jamás había negado nada a sus hijas”.

Y se quedó tan flamante, más chulo que un ocho, tras el inigualable regalo que hizo a sus herederas, sin haber caído en la cuenta de que sus vastaguitas, Carmina y Belén Ordóñez, estaban inhabilitadas, de tanto capricho concedido, para llevar una existencia normal. Habiéndolas convertido en paradigmáticas víctimas de su amor tan paternal, tan desorbitado como, en consecuencia, hipertrofiado, patológico.

Y es que viene a resultar que desde el momento en que se entroniza en tal disposición a los objetos, en este caso ricuras de mofletes sonrosados, de tan desproporcionados amores, persiguiendo convertir a los hijos/as en emperadorcitos de sus propias carencias, de sus inaguantables ansiedades e insoportables berrinches, sin ninguna exigencia que nuble sus inestables existencias, desde tan pronto, desde antes de saber de qué va la vida, de qué van los límites, de qué va la responsabilidad, la autonomía, la capacidad de respetar y emular, de ofrecer y compartir, paso a paso creciendo y madurando… a pesar de tanto amor desmedido, para su desgracia, solo consiguen, efectivamente crear monstruitos que serán víctimas de su propia incapacidad de valerse… por sí mismos, con cierta inteligencia, astucia y sentido práctica, superviviente.

Y así se construyen historias trágicas de niños y niñas, a quienes se les extirparon sus posibilidades de tanto amarlos, hasta convertirlos en muñecos/as inútiles, vanos y desgraciados.

Y ya es tarde cuando se quiere reparar tanto daño, cuando esos niños, esas niñas, se convierten, a su vez, en papás, mamás que volverán a repetir el exorcismo sobre sus propios hijos, desplegando un amor desmesurado, narcotizante, sobre sus proles que caerán, de nuevo, en la desgracia concebida, abonada y recreada una vez más.

Antonio García Gómez es socio de infoLibre

Más sobre este tema
stats