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Eso sí que no

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José María Barrionuevo Gil

Un día con otro, nos podemos encontrar que hemos vencido al virus, porque somos poderosos y grandes y listos. Por eso nos relajamos, nos confiamos y hasta nos envalentonamos, ya que nos sobra empuje y nos falta acierto para mantener los pies en la Tierra y ya nos fabricamos artefactos tan poderosos como para poner una pica en Marte. Parece que todo ya es alegría, pero eso sí que no. Hace tiempo que pudo haber un gobierno de coalición, pero como las cuentas estaban a la sombra de los fantasmas de Suresnes, no pudo ser, porque la asesoría no entendió la voluntad del pueblo, ya que hasta ahí podíamos llegar y, claro, eso sí que no. El apoyo que Sánchez recibió entonces durante toda la campaña electoral, aunque fuera a regañadientes por parte de algunos, sabemos ahora que, si no conseguía la mayoría absoluta, tenía los días contados. Y eso sí que no. Mientras, la oposición se había ido haciendo a la idea de que disfrutaba de cierta simpatía, si no ayuda casi descaradamente indirecta, de los antiguos camaradas del posible futuro gobierno y perdimos una estupenda oportunidad para que el pueblo, que entonces había votado un paso adelante, o sea, progreso político, “no fuera defraudado” en aquellos días de aquel diciembre. Y, claro, eso sí que no. Así no fue posible un paso adelante, sino un salto atrás al querer negociar con una fuerza “ciudadana” que tenía menos representatividad que la de Podemos.

Mientras se perdían las oportunidades de aquel enero, la cuesta política se iba haciendo cada vez más empinada. Así a las siguientes elecciones los asesores se las celebraban muy felices, porque se creían que se consolidaban las expectativas y parecía que se habían pasado los días tristes, con la llegada de una primavera política. Sin embargo, las noches se hacían demasiado ariscas como para “dormir tranquilos”. Parece que, al llegar el verano, que todo lo verde lo seca, hasta la esperanza del pueblo, tampoco la siesta estaba garantizada y se tenía que conseguir quitar el grano o guisante que podría estar debajo del añorado y soñado y benéfico colchón político. Así, cuando Iglesias se echó a un lado, los muelles del colchón no se olvidaban en ningún momento de su querido guisante, porque se habían acostumbrado a él. Y es que de todos modos eso sí que no.

Mientras, los enajenados amigos o, al menos, solo compañeros de viaje se dedicaban incluso a patalear en el “congreso”, no fuera que el “progreso” de un gobierno algo progresista, los dejara clavados en sus tiempos y en sus ideas, ahítas de miedo. Así la oposición no desaprovechaba ninguna oportunidad para poner piedras en el camino o palos en las ruedas. Y eso sí que no.

Conseguida una nueva etapa de respiro tras el toreo de dos elecciones, los asesores ya se las celebraban verdaderamente felices, pensando que a la tercera iba la vencida. La oposición no cesaba en su empeño de desgastar a todos los gobiernos que se le pusieran por delante, porque, aunque siempre fuera el mismo, la galería de improperios y de denostaciones nos hacían creernos que se trataba de gobiernos diferentes y cada vez más odiosos. El electoralismo un tanto chusquero se había instalado en nuestra vida política y social. Y eso sí que no.

Después, antes de que la derecha con sus derechitas pudiera hacer cálculos sobre los réditos de sus blasones y cordones sanitarios, se alzó el gobierno progresista que a la tercera había entendido al pueblo, pero los geniales asesores políticos nos metieron la bacalá de una extrema derecha en el Congreso de los Diputadosbacalá, porque se habían pasado de frenada. Esperamos que les haya ayudado a acordarse de por vida, porque si no, eso sí que no.

Madrid, al borde del abismo

Madrid, al borde del abismo

Fallos tenemos todos, incluso los de Podemos que tienen que entender que una cuestión es la convocatoria de elecciones autonómicas y otra la de las elecciones generales, como nos están indicando desde hace algún tiempo las convocatorias autonómicas, ya que las fisonomías son diferentes, aunque se parezcan una enormidad. No todos los hermanitos son iguales. Sin embargo, somos conscientes de cómo los oscuros y ocultos poderes maquinan para impedir que se avive la savia nueva, que nos recuerda aquello de cumplir con la Constitución. Sin embargo, eso sí que no.

Recordando a Julio Caro Baroja, en El señor inquisidor, podemos decir que todavía puede “salir una vez más la hybris intelectual ibérica, el deseo de... hundir al contrario”. Y eso sí que no. Todos podemos darnos cuenta de que el progreso no es solamente un “proceso” celtibérico.

José María Barrionuevo Gil es socio de infoLibre

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