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Casado y el 'tocomocho' del centroderecha

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Amador Ramos Martos

 La selva era el mundo de la mentira, de la trampa y del falso semblante; allí todo era disfraz, estratagema, juego de apariencias, metamorfosis. (Los pasos perdidos, Alejo Carpentier)

No sé si tenemos conciencia del achique del espacio ideológico de izquierdas a costa de la burda ampliación y ¿consolidación? del tan deseado y socorrido espacio de “centroderecha”. Una anamorfosis democrática, que desde hace tiempo, deformando conceptualmente la realidad, intenta consumar la degradación, cuando no demolición de instituciones legítimas, siempre susceptibles de mejora, y que regulan mal que bien, el equilibrio de las opciones ideológicas dentro de límites razonables.

Con las elecciones madrileñas del 4M en el horizonte, se reedita la lucha enconada por buscar acomodo a la desubicación de los “moderados”. Pero no en la versión tradicional del centro político reivindicado por partidos con matices diferenciales pero, y valga la redundancia, centrados, si no en otra más excéntrica, radical y reaccionaria de aquel… el “centroderecha”, con el objetivo de acoger dentro de sus, cada día más laxos y promiscuos límites, a la caverna de los situados desde siempre en el extrarradio ultraderechista, lejos del tranquilizador y mesurado centro político.

Un eufemismo tramposo, el “centroderecha”, del que se valen Pablo Casado y…. ¿todo el PP? como comodín, en su intento de reubicación ideológica en zonas más conservadoras cuando no abiertamente reaccionarias del espectro ideológico. Embolsarse todo o parte del rentable botín demoscópico de los tibios votantes del espacio de centro político era, hasta ahora, salvo excepciones, un requisito imprescindible para acceder al gobierno.

Pero desplazado como ha sido el viejo centroderecha por los nuevos cachorros del PP hacia su versión mas visceral; el objetivo ahora es atraer a este espacio que Casado intenta monopolizar, a sus votantes ultras fugados al espacio de extrema derecha ocupado por Vox. Que honestamente, dependiendo del grado de cabreo partidista de cada uno creo, con mínimos matices, que son los mismos. Pablo Casado difumina o redibuja tácticamente de forma caprichosa y a su antojo, según el contexto, los márgenes del espectro ideológico de derechas.

Mientras, instalados en la volatilidad del multipartidismo, asistimos perplejos y/o indignados a la descarada exhibición de transformismo de nuestra pepera derechona política. ¿Qué credibilidad tiene Pablo Casado para reubicar al PP en el espacio de centroderecha, esgrimiendo ahora su ruptura aparente con Vox, cuando ofreció a Abascal, en el último momento y a la desesperada, participar en su presunto gobierno tripartito “España suma”, frustrado democráticamente en las elecciones del 28 abril de 2019

Con una táctica similar a la usada por Albert Rivera con sus adversarios, Casado se arrima, coquetea, se aleja o excluye a Vox. Conocedor de que es este, quien le marca los límites y condiciones de su gran proyecto bipartito de ¿centroderecha?... (risas). Quizás Pablo Casado, arropado en su aura inquietante de iluminado, cree gozar del divino don político de la ubicuidad ideológica. Siendo como es, en realidad, solo un trilero que intenta colarnos su tocomocho ideológico de “centroderecha”.

Pero Pablo Casado, condenado al papel de cómplice de Abascal, aceptará el acuerdo con Vox. Su horma ultraderechista que lo ha reubicado de forma paradójica, le guste o no reconocerlo, en las antípodas de su pregonada moderación, desenmascarando su tramposo discurso y su frustrado lifting progresista. Un ejemplo de transformismo que le ha permitido salir del armario ideológico y aceptar su retrógrada identidad ultraderechista de género político.

No podemos seguir normalizando la crispación, los discursos políticos degradantes, ni el cainismo goyesco marca España. Tampoco legitimar, es un insulto a la inteligencia y a la verdad, el intento de equiparación del discurso socialdemócrata radical de UP determinante de la reubicación izquierdista del PSOE, con el discurso y proyecto aberrante de un modelo comunista totalitario amortizado hace tiempo.

Hacerlo, o tolerar de forma complaciente e interesada que otros lo hagan, solo demuestra la sectaria ignorancia de la historia reciente por parte de los primeros, o el cinismo táctico y vergonzante de los segundos.

Como consecuencia de lo anterior, desde la zona obscura del espectro de ultraderecha político, surgió Abascal. Un zombi tardofranquista que, con Rivera mariposeando engreído en sus delirios de poder y el PP sumido en crisis profunda por la corrupción, enarboló desde sus inicios un discurso ultraespañolista y cainita, fruto de su delirio anticomunista. Reivindicándose sin complejos como… la ¡derecha-derecha! La versión dura de la “derechita cobarde”.

Abascal aprovechó su papel de actor de reparto secundario para convertirse en peligroso aspirante al estrellato de la ultraderecha. Un aldabonazo antidemocrático. Una amenaza plausible que cuajando en una realidad inquietante, obligó a Pablo Casado desde su añejo españolismo y al tahúr Albert Rivera desde su cínico perfil socialdemócrata original, a modificar el discurso y argumentario político de ambos. La solapada e indecente aproximación a Vox desnudó la ambición y el cortoplacismo estratégico de ambos por tocar poder.

El corolario gráfico final del promiscuo tripartito fallido, dicen que…. “centroderechista”, quedó inmortalizado en la obscena foto de Colón. Una maldición gráfica que, desde la hemeroteca, pesa como una losa y persigue a los protagonistas del demencial aquelarre ultraespañolista. En el que la sola presencia de Vox hundió la credibilidad democrática de Casado y Rivera.

Rivera, víctima de su yenka ideológica, desapareció haciendo mutis por el foro. Dejando por “méritos” propios su proyecto político y su partido Ciutadans, al borde del exterminio. Cuyos despojos, sus carroñeros socios de la foto de Colón tratan ahora de engullir electoralmente. Lo que a Casado le plantea un dilema, o el PP crece demoscópicamente a costa de los despojos del despiece de Ciutadans, lo que le que le permitiría soñar con gobernar con el apoyo tóxico de Vox, o bien se coaliga con este, para intentar mantener o alcanzar el poder donde aún no lo tienen.

Esto es lo que está en juego y no solo en Madrid el próximo 4M. Pero el resultado de las urnas no es decisión ni responsabilidad exclusiva de nuestros representantes, sino de todos los que libre, y deseo sobre todo que de forma reflexiva, los elijamos. Es nuestro deber irrenunciable como ciudadanos el 4M. Solo la voluntad democrática ciudadana depositada en las urnas puede evitar el tocomochotocomocho que amenaza la calidad de nuestra democracia. Que nos timen con el falso boleto premiado de “centroderecha” de Casado, siendo como es en realidad una estafa política, un timo ultraderechista trufado de protofascismo.

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El timo tan español del tocomocho precisa de un presunto tonto... el timador; de un socio cómplice… el gancho, y de un listo codicioso... la víctima. ¡Ciudadanos, cuidado con el papel que cada uno decidamos protagonizar en el intento de timo en Madrid el próximo 4M!

PD: Me prometí no hacer en el artículo referencia alguna a la para mí innombrable candidata del PP en Madrid el 4M. Que nadie vea en mi decisión el mas mínimo atisbo de discriminación por causa de género. Sencilla y llanamente no me apetecía hacerlo. Y es lo que, madrileño de adopción y español como me siento, pero sobre todo libre como soy… he hecho. 

Amador Ramos Martos es socio de infoLibre

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