Librepensadores

Patrioterismo de alto riesgo

Amador Ramos Martos

El nacionalismo es instrumento de manipulación. Se pretende acallar las voces de la nación con el estruendo del himno nacional. (Antonio Alatorre)

Hay un patriotismo infecundo y vano: el orientado hacia el pasado; otro fuerte y activo: el orientado hacia el porvenir. (Santiago Ramón y Cajal)

Muchos ciudadanos de este país de todos –insisto, de todos–, asistimos entre atónitos e indignados al despiadado proceso de acoso y derribo al que Pablo Casado y el PP están sometiendo a Pedro Sánchezproceso de acoso y derribo. En una democracia sana y equilibrada –¿lo es la nuestra?–, nunca debieran ser equiparables la dura, pero constructiva y honesta labor del jefe de la oposición frente al gobierno de turno, con el ensañamiento contra el presidente constitucionalmente legítimo de la nación.

Degradar la condición de adversario político de este a la de enemigo ideológico a abatir, recurriendo si fuese menester a pactos con partidos cuyo discurso desborda los márgenes constitucionales, debiera ser inviable en cualquier democracia que se precie de serlo.

Por lo que, aun a riesgo de padecer sin saberlo un trastorno de distorsión cognitiva de la realidad, creo que la deriva ideológica adoptada por el PP de la mano de Casado ha ubicado al partido en la frontera lindante con el extrarradio democrático y ¿constitucional?.

Lastrado por su tolerancia con el tardofranquista, dominante en la derecha nacional en su intento por hacerse con el control del mismo en competencia con VOX, su perenne negativismo y su paranoico rechazo de cualquier intento de diálogo o acuerdo que no se ajuste a su interés cortoplacista por desalojar por la vía rápida a Pedro Sánchez de la Presidencia del Gobierno, solo contribuyen a degradar la credibilidad de su discurso, y la inviabilidad del modelo excluyente y petrificado de constitucionalismo que defiende.

Pablo Casado, atrapado en su visceralidad ideológica, es incapaz de entender y gestionar la compleja realidad de nuestro país. Se comporta como un político marginal. Su hosca actitud antitodo, cronifica el ambiente de crispación social instalado en España desde hace tiempo, bloqueando de paso, cualquier propuesta ajena a la suya que pueda arrojar luz en la búsqueda de una salida a conflictos encallados de forma perenne.

Su voluntaria autoexclusión de cualquier proceso de diálogo con el Gobierno, le convierte no en artífice de la posible solución, sino en un problema añadido más. En una suerte de discapacitado político para el entendimiento, el acuerdo y el consenso social. Condición imprescindible en un político con sentido de estado, líder de la oposición y, por ello, aspirante a ocupar en su día llegada, si llega su hora, la Presidencia del gobierno democrático de la nación.

Rehuir la vía parlamentaria, herramienta básica en el debate democrático, descargando la responsabilidad de legitimar toda decisión política adoptada por los poderes ejecutivo o legislativo causante de conflicto entre los ciudadanos en la vía jurídica, es una estafa democrática monumental. Una anomalía puesta de manifiesto incluso por el Tribunal Constitucional en su sentencia de 2010 sobre el conflicto de reforma del Estatuto catalán desencadenado en 2006.  Menos recursos ante los tribunales del estado y más diálogo, más debate, más pactos... ¡más política! 

Con la que nos ha caído, nos está cayendo y nos caerá encima en el futuro como consecuencia de la crisis poliédrica y brutal que padecemos, es humillante la ocurrencia de algunos patrioteros empeñados en abonar la crispación con la imposición de su modelo patriótico; recurriendo a la exaltación de su trasnochado y tóxico españolismo.

Utilizando sectariamente como hacen los significantes nacionales (símbolos) y, monopolizando la interpretación (significado) de estos, tratan de imponer su anómalo modelo de patriotismo excluyente. Un patriotismo no de hojalata ni barato, ya que lo barato, puede costarnos muy caro. Un patriotismo huero, fariseo y falaz... que solo es en realidad un “patrioterismo de mierda”

Surgido de uno de los “epicentros” de la deriva  ultraespañolista del PP, el murciano, se intenta elevar ahora a categoría de valor indiscutible, el abuso sectario y la interpretación manipulada de nuestros significantes nacionales. Que al parecer, según el contexto, connotaciones geográficas, culturales, históricas o ideológicas, siguen sin despertar el esperado y unánime fervor patriótico entre muchos ciudadanos.

El apoyo del PP a la moción de VOX, aprobada por el Ayuntamiento de Murcia, para que en todas las escuelas públicas donde debe sembrarse el espíritu antiespañol entre los hijos del rojerío patrio (ninguna mención a la escuela concertada o privada de presunto y arraigado espíritu patriótico) se coloque la enseña nacional en la entrada, la foto del rey en todas las aulas y suene el himno nacional a criterio de la comunidad educativa, me retrotrae a tiempos obscuros de mi infancia.  

Las afirmaciones del portavoz de VOX en el consistorio de la capital y presidente del partido en Murcia José Ángel Antelo, denunciando que el actual Gobierno de España se viene apoyando en partidos separatistas, comunistas y proetarras para mantenerse en el poder, y que los enemigos de España intentan implantar dogmas doctrinales en la población, como la atribución de “identidades propias” a cada comunidad autónoma con la finalidad de provocar confrontación entre españoles, desbordan, en mi modesta opinión jurídica, los límites constitucionales.

La presencia anunciada de Casado en la manifestación del 13-J contra los indultos del procés, organizada presuntamente de forma exclusiva por la plataforma cívica Union 78, encabezada por esa mutante ideológica que es Rosa Díez, ha vuelto a replantear al presidente del PP el dilema de su presencia mediática junto a VOX, como ya ocurrió en el episodio de la envenenada pero clarificadora, foto de Colón.

De nada le vale el recurso cínico de ceder el protagonismo de la protesta a la sociedad civil de la que debe considerarse portavoz exclusivo, en su intento de explicar y justificar su presencia en la misma. Manteniendo eso sí, una fraudulenta distancia fīsica respecto al líder de VOX Santiago Abascal. Con el que Pablo Casado, mantiene una morbosa relación de amor odio patriotero.

Para rematar la incongruencia del PP en este asunto, el secretario general del partido, Teodoro García Egea, declaró tras la reunión del Comité de Dirección popular que: “En esa manifestación y en todas las iniciativas que la sociedad civil convoque estará Casado y hasta el último afiliado del PP”.  Nos alegramos del renovado espíritu libertario e integrador del “nuevo PP”. Aunque como demócratas, nos cuesta entender, su participación en el patriotero akelarre.  

Para García Egea, ¿quién entra dentro de su concepto de “sociedad civil”? Los que no apoyamos ni pensamos asistir el día 13-J a Colón, ¿formamos parte de la misma, o solo somos despojos cívicos irrecuperables? Quizás, la ausencia crónica del PP en cualquier manifestación o iniciativa ciudadana organizadas por partidos ajenos a la “sociedad civil” del PP y que no se ajuste a sus sectarios intereses, responda mi pregunta.

¿Podemos deducir entonces que muchos españoles, no integrados orgánicamente en el poder, pero participamos con más o menos acierto en la elección de nuestros líderes, respetuosos del estado de derecho y colaboradores anónimos en el progreso de la comunidad… hemos sido excluídos de su modelo excluyente de “sociedad civil”?

Pablo Casado, García Egea y el PP así deben entenderlo. La mitad de los ciudadanos de España, la mitad de los... españoles, no formamos parte de aquella. Quizás, solo seamos un conglomerado antipatriótico de rojos, parásitos, insolidarios, separatistas y antisociales. Cuyo proyecto social y de país,  suponen un pesado lastre, y un freno para el avance que no progreso, de la insolidaria y excluyente “sociedad civil” del PP.

Hace 85 años, el conflicto cainita y goyesco entre dos visiones enfrentadas de la sociedad civil española, acabó en una tragedia nacional que a día de hoy, debiera avergonzarnos. Ya que a estas alturas de la historia, seguimos sufriendo aunque muy atenuadas... sus consecuencias. No juguemos a la “ruleta española” apostando de forma visceral y excluyente con los significantes y significados nacionales de los ciudadanos.

Cárcel, 'tontás' y 'bobás'

Cárcel, 'tontás' y 'bobás'

Edificar una democracia equilibrada institucionalmente, dinámica, inclusiva y aglutinante de los diferentes sentimientos nacionales, no siempre coincidentes sobre la base de la honesta y respetuosa reciprocidad identitaria, es el mejor ejemplo de patriotismo.  Al contrario, la versión irracional, disgregadora y tóxica de este, además de negativa, es... peligrosa. Ya que la exaltación nacional patriótica tiene como secuela una forma anómala cuando no aberrante de patriotismo...  ¡el patrioterismo! Lugar de refugio de muchos “patrióticos canallas”.

PD: Por cierto, ¿para cuándo un PIN democrático nacional que garantice a los ciudadanos la constitucionalidad del proyecto educativo en todas y cada una de las instituciones de enseñanza sean públicas, subvencionadas o incluso privadas del Estado?

Amador Ramos Martos es socio de infoLibre

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