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Los 'ninibares'

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Marcelo Camacho

El bar era el lugar de encuentro de parroquianos y vecinos. La fatiga tras el trabajo nos llevaba a una parada obligada, el bar de nuestro barrio, a veces a la salida del trabajo.

En aquel entonces, tapas, pocas; más bien una aceituna. Los obreros hablaban de sus convenios, de sus huelgas.

Cuando la deliciosa tapa se abrió camino, los bares se llenaron de otra clientela que buscaba un bocado aparentemente gratis, que aplacara el hambre del mediodía o que la sujetara hasta la cena.

La ninipolítica ha cambiado los bares. Hoy un bar florece y se apaga por temporadas. Las modas lo han llevado de un lado a otro dependiendo de una clientela impersonal y desubicada. Cualquiera puede poner un bar y cualquiera pierde su dinero al poco tiempo. En ese mar navegan inversores y cadenas que fríen, cervecean, con el mismo sabor en Madrid que en Sevilla o Bilbao. Hechas con moldes en cocinas-fábricas que ya se instalan dentro de la propia ciudad. El turismo manda y poco a poco tenemos tapas europeizadas… como niniburguer del hoy.

A los ninibares ni les importa el parroquiano ni sus vecinos, solo el negocio. La mayor parte de las veces, instalados sobre la precariedad. De este modo, los bares se deshumanizan y ahora se acercan al botellón adinerado.

La nini-Ayuso bendijo a los bares de los que obtuvo muchos votos.

Mi amigo Carlos me hizo una observación: “Así, a vuela pluma, en Madrid hay 30.000 bares y restaurantes y unos 5.000 tienen terraza. Ahora multiplica por los que se han sentado en esas terrazas para disfrutar “por fin” de su cerveza “sin virus” (de color rojo).

Tan contentos estaban los ninibares de algunas calles que pusieron las fotos de la presidenta madrileña en sus escaparates. A seis mesas, por cuatro o seis… por cinco mil… total a ojo, con todo más de 200.000 votos.

Pero al hacer las cuentas, vimos cómo las terrazas se habían ampliado, de momento a coste cero, a las zonas de aparcamiento. Las terrazas ocuparon el parking de esas zonas céntricasparking. Aparcar para los residentes se volvió mucho más difícil, cuando ya además las empresas de bicis eléctricas alquilaron otra buena parte de las aceras… más negocio para algunos. Ahora ya no las robaban o da lo mismo que las roben. El Ayuntamiento de Almeida ha vendido las zonas de peatones a los múltiples negocios.

Carlos empieza a mirar para arriba y me comenta que, hasta las dos de la madrugada, en su barrio disfruta de las conversaciones y cánticos de los adinerados botellones de hoy. Desde niño, desde siempre, él y su barrio son la misma cosa. Conoce a los de antes y también a los de ahora. Conoce las buenas tapas, las auténticas que no vienen de fábrica, sino de la cocina… ¡marchando una de bravas!

En invierno no había mucho ruido y las ventanas de su casa estaban cerradas. Ahora, en este tiempo caluroso, hay que abrir y ya no pega ojo hasta las tres de la mañana…

“Ayuso dormirá en su piso con las ventanas cerradas o abajo no tendrá una terraza”. Carlos, enfadado, me mira a mí como si hablara a la Ayuso.

Conversando, y solo por curiosidad, me lleva a la inmobiliaria, de esas de siempre, pero de un histórico y conocido vendedor de pisos. Pregunta si se venden ahora más casas de primera planta. Calculando a su buen ojo, unos 25 pisos que padecen el ruido por cada terraza, en Madrid habrá al menos 150.000 familias que no duermen. Si quisieran vender su piso, ¿cuánto les darían ahora?

Secretos

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Me ha dicho que se llama Margarita (que nos atiende en la inmobiliaria). Y Margarita le mira porque se conocen… sin quitar el ojo a la puerta del despacho del vendepisos, el jefe, en voz baja, le confiesa: “Los mayores se van si pueden, el barrio se está vaciando…”. “¿Y quién compra…?”. “De momento nadie, pero sigue bajando, ya caerán”.

Carlos tiene el cabreo de a quien no dejan dormir y ha perdido su barrio. Me ha emplazado a sentarme con él en la acera. Porque antes del Almeida y de la Ayuso la acera de su portal era algo suyo y ahora es de otros y a él no le dejan estardella.

Marcelo Camacho es socio de infoLibre

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