Librepensadores

Servir al César o a dios

Jose Amella Mauri

La lluvia se considera una bendición cuando es necesaria y una maldición cuando anega nuestros campos. Lo mismo sucede con las sentencias judiciales. En el caso de la lluvia, bendecimos al azar o lo maldecimos. En las sentencias, el azar es la firma de un juez, este resulta elevado a los altares o derribado de los altares de la Justicia.

En algunas ocasiones, se les atiza sin considerar que es la aplicación de unos textos legales la primera obligación de un juez, de ahí que sea la correcta aplicación de los mismos la que debe ser considerada. No siempre se les juzga de acuerdo a ese principio, sino de acuerdo a los intereses del que resulta inculpado o absuelto en la sentencia.

En otras muchas ocasiones la aplicación de esos textos legales resulta difícil o imposible por presentarse unas situaciones no previstas por el legislador. Ahí el juez tiene que aplicar la ley de acuerdo a los principios que rigen el ordenamiento jurídico, y que en su cima representa la Constitución. No tienen otra alternativa, digamos que los jueces se ven obligados a ser creativos, más que interpretativos. Es en estos casos cuando se observa la disparidad de criterios tanto entre jueces particulares como entre distintos tribunales.

Es normal que tal suceda pues nadie interpreta el mismo texto legal del mismo modo. En las sentencias creativas, ningún tribunal debe anteponer al interés general interpretaciones sobre si lo adecuado era el estado de alarma, el de excepción o cualquier otro que cualquiera de sus señorías pueda pensar como el adecuado. Esto no solamente es curioso, sino que resulta escandaloso anteponer creatividad jurídica al objetivo básico de toda sentencia, que no es otro que el defender a la sociedad de actos o ideologías que ponen en el hilo de alambre los fundamentos de la convivencia.

Las consideraciones sobre si lo pertinente era tal o cual estado debe figurar, sin duda, más no puede ser en el caso de la sentencia sobre el primer confinamiento la base en la que se sustenta la ilegalidad del mismo. Eso es anteponer interpretaciones legales al objetivo de toda sentencia, lo cual resulta aceptable y previsible en sentencias interpretativas, pero resulta inconcebible en las sentencias creativas. Y esto es lo que ha hecho el Supremo.

Se dirá que es como consecuencia de que las altas instancias de la Justicia están en manos conservadoras. Creo que el problema no radica, en esencia, sobre el conservadurismo de sus señorías, sino sobre su dependencia ideológica que la superponen a sus tareas judiciales. Un juez conservador no tiene por qué ser un mal juez interpretativo o creativo, pero si a su conservadurismo se suma el pertenecer a sectas pseudoreligiosas, es indudable que su influencia eleva exponencialmente la influencia de la ideología personal sobre las sentencias, ya que los miembros o afines a esas sectas nunca vieron claro el mensaje evangélico de darle a dios lo que es de dios y al César lo que es del César. Especialmente cuando a ese César se le considera ilegítimo, por cierto, ilegalmente. Pero este detalle tan jurídico apenas es nada ante la divina justicia de su dios. Tan elemental confusión sucede por la connivencia entre sus mundanales y celestes propósitos.

¡Estado laico!

¿Qué es eso frente a la sumisión humana ante mi dios?

2023, la última oportunidad de Pablo Casado

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¡Al César lo que es del César y a su dios lo que es de su dios!

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                                                                             Jose Amella Mauri es socio de infoLibre

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