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Terrorismo, democracia y Estado de derecho

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Marcelo Noboa Fiallo

Una de las características que, lamentablemente, nos han definido como especie a lo largo de la historia sin duda ha sido la barbarie. Tarde, muy tarde, quizás demasiado tarde, en términos históricos, los estados y sus sociedades fueron consiguiendo imponer la superioridad moral que subyace en la defensa del Estado de derecho sobre el “ojo por ojo” de la barbarie.

No es necesario remontarse a lejanos siglos ni a lugares donde pervive la barbarie para dimensionar el horror. La Europa culta, la Europa de Puccini, de Leonardo da Vincci, de Mozart, de Cervantes, de Kafka, de Ramón y Cajal, de Lorca, de Victor Hugo, de Einstein. La Europa de la Escuela de Frankfurt no pudo contener la barbarie de hace tan solo 90 años. El nazismo, los fascismos y el estalinismo dominaron la Europa de hace menos de un siglo. La cultura y los derechos sociales ardieron bajo el combustible de 100 millones de muertos. ¿Fue necesario llegar a ello para descubrir la superioridad moral del Estado de derecho? Pregunta difícil de contestar, pero inevitable para señalar el “Nunca más”.

Es lo que hicieron los políticos que emergieron de las cenizas de Europa. Solo la democracia, como impulsora del Estado de derecho, puede servir como antídoto de la barbarie y en ello se empeñaron.

En EEUU, con demasiada frecuencia se han violentado las bases del Estado de derecho, quizás por ello aparece en el puesto 25 dentro de las democracias avanzadas (Costa Rica y Uruguay, en el continente Americano, están por encima de EEUU).

Francia sufrió su peor atentado terrorista hace 6 años, con 130 muertos. El gobierno francés, tras la conmoción, el dolor y la rabia contenida, aplicó el Estado de derecho. La busca y captura de los responsables de la barbarie y tras seis años de instrucción de la causa, se celebrará el macrojuicio con todas las garantías que exige el Estado de derecho, uno de los más complejos de los últimos años en Europa. 20 acusados, 1800 víctimas (familiares de muertos y heridos) constituidos en acusación particular, 330 abogados, centenares de testigos. 542 tomos son el resultado de cinco años de instrucciones previas. Se prevé que el macrojuicio durará unos nueve meses. Triunfará el Estado de derecho sobre la barbarie.

14 años antes, el 31 de octubre de 2007, en Madrid, se dictó sentencia por otro de los más grandes atentados sufridos en Europa por el terrorismo yihadista: el 11 de marzo de 2004, con resultado de 191 muertos y 1856 heridos. Atentado que dejó sin aliento a toda la sociedad española y europea. El macrojuicio duró cuatro meses y medio, tras tres años de instrucción judicial, bajo la lupa de la prensa, la ciudadanía asistió a la aplicación de todas las garantías legales para los acusados. Triunfó el Estado de derecho por encima de la barbarie.

En EEUU, un año más, se conmemora el mayor atentado terrorista sufrido por esa nación en su historia, el 11 de septiembre de 2001, que conmocionó a los estadounidenses y al mundo. 2.996 muertos y 25.000 heridos. Pero en la democracia más antigua del mundo no triunfó el Estado de derecho sobre la barbarie. Triunfó el medieval “ojo por ojo” y la cultura del salvaje Oeste americano, “alive or dead”, en la lucha contra el terrorismo.

Al día siguiente de la barbarie, George Bush no habló de perseguir a los responsables de la masacre y ponerlos ante la justicia, no. Le salió el “ojo por ojo” y su vicepresidente, Dick Cheney, declaró: ”Tenemos que trabajar desde el lado oscuro”. No había que dejar huellas en Afganistán y escogieron Guantánamo (un limbo donde el Estado de derecho no existe) para ejercer la tortura sobre ciudadanos afganos, la mayoría campesinos, que fueron delatados por vecinos suyos como “amigos de los terroristas”, tras cobrar sustanciosas cantidades de dinero americano. Las imágenes, que dieron la vuelta al mundo, han sido reproducidas en la excelente serie documental “Momentos decisivos”.

La convención de Ginebra se la pasaron por el arco del triunfo y Bush aprobó y autorizó la utilización de las llamadas “técnicas de interrogatorio avanzadas” (que procuran no dejar huella) entre las que se incluía la “waterboarding” o submarino. Se aprobó la “Ley Patriótica” (sólo una congresista se opuso) con lo que, de facto, se suspendían los derechos de los musulmanes-americanos en EEUU.

El objetivo era la caza y muerte de Osama Bin Laden, cueste lo que cueste. No se depuraron responsabilidades sobre el mayor fracaso de los guardianes de la seguridad del pueblo estadounidense, especialmente el FBI y la CIA. Nadie ha explicado hasta la fecha cómo fue posible que los autores de la barbarie entraran como “Pedro por su casa”, a pesar del seguimiento que se hacía sobre ellos. La CIA seguía todos sus pasos y llegaron a redactar un borrador para trasladarlo al FBI sobre los sospechosos que habían entrado en EEUU como estudiantes para entrenarse en “actividades aeroespaciales”. El borrador jamás llegó a sus destinatarios. Así entraron los terroristas, con pequeñas armas incluidas, al país, supuestamente, más seguro del mundo, mientras otros ciudadanos sufren rigurosos cacheos y hasta escenas vejatorias en los controles diarios de seguridad.

Ver al presidente Obama en el despacho oval de la Casa Blanca, junto a sus colaboradores, visionando la cacería y muerte del hombre más buscado del mundo en Abbottabad (Paquistán) el dos de mayo de 2011, diez años después del atentado a las Torres Gemelas, dos invasiones a dos países (Afganistán e Irak), miles de muertos inocentes, miles de millones de dólares invertidos para ocultar el fracaso en su propia seguridad y hacer saltar por los aires el Estado de derecho produce zozobra y, por qué no decirlo, miedo. “Esta noche, puedo informar al pueblo estadounidense y al mundo que Estados Unidos ha llevado a cabo una operación para matar a Osama Bin Laden, el líder de Al Qaeda (…) Esta noche damos gracias a la inteligencia y a un sinnúmero de profesionales de la lucha contra el terrorismo (…) Dios bendiga a América” (Barak Obama). Fue el triunfo de la barbarie “democrática” sobre el Estado de derecho.

Marcelo Noboa Fiallo es socio de infoLibre

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