Librepensadores

Mientras, esto continúa

Mario Diego Rodríguez

Los días pasan y, últimamente, cada uno de ellos empieza con el anuncio de un nuevo récord “histórico” del precio de la luz. Como si la degradación de las condiciones laborales y sociales que marginalizaron y sumergieron en la pobreza a diez millones de personas y llevaron a otros tres o cuatro millones no muy lejos de dicha pobreza fuese poco. Los magnates de las eléctricas piensan que aún queda margen para seguir pisoteando al conjunto de la clase trabajadora para seguir incrementando sus beneficios.

No, los 1.394 millones de beneficio neto obtenido por Endesa el año pasado, por ejemplo, o los 3.610 millones de ganancias de Iberdrola, no es aún suficiente. Las eléctricas quieren más y por eso el mismo día que el Instituto Nacional de Estadística anunciaba que el precio de la luz había subido de 34,9% en el último año, la patronal de las eléctricas cínicamente amenazaban con cerrar sus centrales nucleares, ante la amenaza del gobierno de reducir sus beneficios.

Por muchas circunvoluciones ejecutadas por parte del Gobierno, para hablarnos de la factura de la luz y de sus medidas de “choque” para abaratarla, en definitiva, una vez separada la paja del grano, se resume en reducirla de un 22%. No se trata de poner fin a esos beneficios obtenidos de la nada por parte de las eléctricas vendiendo toda la electricidad —producida o comprada— al precio de la energía producida por centrales utilizando el gas, la más cara, no, se trata únicamente de reducirlos y no para siempre sino temporalmente, hasta el 31 de marzo del próximo año.

Por muy acertadas que sean las múltiples razones para explicarnos la subida del precio de la electricidad, bien sea el incremento de la demanda debido a la supuesta recuperación económica, el coste por poder emitir CO2 en la atmósfera o la subida brutal del gas, todas ellas son el resultado del funcionamiento de nuestra sociedad, en la que empresarios o productores de energía se arrogan la libertad de producir o vender lo que les viene en gana sin planificación alguna y con el único objetivo de llenar sus arcas.

Guste o no guste, y se mire como se mire, al final el precio de la luz que pagamos los usuarios no depende del coste real de producción, sino del precio de MWh en el mercado libre de la electricidad. Este mercado libre no escapa a la especulación —yo diría incluso que esta última es la base— por lo cual, se aprovecha del menor hecho, guerra, crisis, tormenta, elecciones, para subir los precios.

Está claro que gobernar no es fácil, como también está claro que la patronal, la derecha y la extrema derecha harán todo lo posible —e imposible— para que las posibles reformas, por muy pequeño que sea su alcance, no se lleven a cabo. Pero también está claro, que, si les dejamos las calles, la batalla está perdida. ¿Qué pasa? ¿No tenemos reivindicaciones propias que podamos defender en la calle y que nos distinga de las que defienden la derecha o extrema derecha? ¿Pueden confundirnos con la derecha o extrema derecha cuando algunos de nosotros reclaman la nacionalización de las eléctricas o la creación de una empresa pública u otros la expropiación pura y simple?

No reprocho a UP su participación en el Gobierno de coalición, lo que le reprocho, es de sembrar ilusiones haciéndonos creer, que su participación puede cambiar las cosas desde dentro. Lo estamos viendo. A pesar de los decretos, de las leyes y de los BOE, muchas de las decisiones tomadas, en el mejor de los casos, afecta a poca población, en el peor a no se aplican. A cargo para las víctimas de ese atropello de pelearlo en los tribunales.

El precio de la luz afecta a todo el mundo, no es por falta de encontrar una reivindicación común lo que nos frena para defenderla en la calle, no, lo que falta es la voluntad de hacerlo por parte de aquellos que tienen amplio poder de convocación utilizando la falaz excusa de no querer que se nos asemeje a la derecha o extrema derecha.

Sigamos en la misma dinámica y más tarde, cuando la derecha y extrema derecha estén al mando, echemos la culpa al “rebaño” por no saber distinguir lo malo de lo menos malo.

Mario Diego Rodríguez es socio de infoLibre

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