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Afganistán y la oración de guerra

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Juan José Torres Núñez

Todos los medios de comunicación del mundo hablan de la humillante derrota del imperio estadounidense y del fracaso catastrófico de la OTAN en Afganistán. Para Helga Zepp, cofundadora del Instituto Schiller, esta derrota significa “el fracaso de 20 años de intervención”. Afirma que “la retirada de Afganistán marca el fin de toda la era del uso del poder militar estadounidense”, con su política de cambios de régimen en otros países que no quieren ser lacayos de la política del imperio: “Cada nación tiene que estar con nosotros o contra nosotros”, señaló Bush. Paul Street comenta en sus Ocho puntos claves de la derrota de EEUU en Afganistán, que “deseamos la muerte del Imperio estadounidense [porque] alimenta y refuerza la desigualdad y la opresión masivas, tanto en casa como en el extranjero”. Algunos medios, sin embargo, intentan convertir esta aplastante derrota en una victoria, desconociendo lo que ya en 1905 el escritor estadounidense Mark Twain observó en The War Prayer [La oración de guerra] sobre el significado de la palabra victoria, en la que se invoca al “Dios de las Batallas” para ayudar a las tropas estadounidenses en la guerra de Filipinas.

También se ha hablado de esta derrota como la crónica de una muerte anunciada y como el fracaso del sistema neoliberal. Basta con leer los 20 documentos desclasificados el 19 de agosto de 2021, publicados por el Archivo de Seguridad Nacional (NSA, en sus siglas en inglés), para que nos demos cuenta de las mentiras que se han contado al pueblo estadounidense y la realidad que se ha ocultado. Resulta increíble saber que en el informe del SIGAR (Special Inspector General for Afghanistan Reconstruction), presentado en el Congreso el 31 de julio de 2021, se asegura “la capacidad de las fuerzas afganas”, según aclaró el secretario de prensa del Pentágono, John Kirk, cuando los talibanes se encontraban casi en las puertas de Kabul. Hablando del colapso inevitable, este documento 20 señala que durante años, a los contribuyentes estadounidenses “se les dijo que aunque las circunstancias eran difíciles, el éxito se podía alcanzar”. En el documento 19, del 15 de junio de 2020, Craig Whitlok, que publicó en diciembre de 2019 The Afghanistan Papers [Los Papeles de Afganistán], concluyó que “el Gobierno estadounidense engañó sistemáticamente al público sobre el progreso ostensible de casi dos décadas en Afganistán”. Se asegura que el problema radica en que no hay ningún interés en decir la verdad.

Los contribuyentes ahora saben por el proyecto que ha desarrollado la Brown University para verificar lo que han costado las guerras de EEUU desde el ataque terrorista a las Torres Gemelas el 11 de septiembre de 2001, que el costo total de las guerras en Afganistán, Iraq, Libia, Siria, Yemen, Somalia, Pakistán, etc., es de 8 billones de dólares y “al menos un millón de personas han perdido la vida”. En Afganistán se han gastado 2,3 billones de dólares. Han muerto “al menos 15.000 militares estadounidenses y aproximadamente el mismo número de efectivos de los países de la OTAN”. Helga Zepp subraya que “si EEUU y los miembros de la OTAN hubiesen invertido en el desarrollo de la economía real de Afganistán el 5% de lo que dilapidan en gastos militares, esta espantosa debacle nunca hubiera ocurrido”.

Nos llama la atención ver que el 30 de octubre de 2001, en el documento 1 se especifica una verdad que ya conocemos. El secretario de Estado de entonces, Donald Rumsfeld, dice que la misión de EEUU es combatir el terrorismo. La estrategia consiste en destruir “Al Qaeda y el Talibán”. EEUU no puede comprometerse con “actividades de reconstrucción extensivas en el Afganistán postalibán”. Esto ya lo hemos visto en todos los países que EEUU y la OTAN han destruido. Ellos bombardean, pero la reconstrucción no entra en su programa. Las palabras de Rumsfeld en el documento 2 del 28 de marzo de 2002, aclara la estrategia de EEUU y la OTAN: “La única cosa que se puede hacer es bombardearlos y matarlos. Y eso es lo que nosotros hicimos y funcionó”. EEUU y la OTAN han bombardeado, destruido y masacrado civiles en Siria, han invadido el país ilegalmente, han construido bases militares y ahora se niegan a pagar la reconstrucción del país. Pero eso sí, hablan de los derechos humanos y de la democracia. Bombardeado Afganistán, en el documento 7 del 21 de octubre, el objetivo de la Casa Blanca ya está puesto en la invasión de Iraq. Se trataba, pues, del cambio de régimen y la destrucción de Iraq.

Ahora cabe preguntarse, como lo hace Helga Zepp en Can ‘The West’ Learn? What Afghanistan Needs Now!, “¿Qué fue lo que se construyó en Afganistán, donde la mitad de la población está pasando hambre?” Si quieren hablar de derechos humanos, que empiecen con las ayudas para reconstruir el país y no con la congelación del dinero que necesitan. Lo que Occidente debe hacer es “llevar a cabo una cooperación imparcial con Rusia, China y los países vecinos en Asia Central, Pakistán, Irán e India, para desarrollar no solo a Afganistán, sino a todo el Suroeste de Asia” y “acabar con las guerras sin fin”. Pero claro, para que esto se realice “tenemos que hacer un examen honesto de por qué fracasó el modelo social liberal neocolonial”. Llegado a este punto, volvamos a la Oración de guerra para ver el significado de la palabra victoria.

Mark Twain escribió que a los jóvenes soldados se les arengó con una oratoria patriótica en la iglesia para ganar la guerra en nombre del país y de la bandera, suplicando al

“God the all-terrible! Thou who ordainest, Thunder thy claion and lightning thy Word!”

[¡Dios todo-terror, vos que ordenáis el trueno: vuestro clarín, y el rayo: vuestra espada!]

Cuando el pastor, con los párpados cerrados, terminó la oración con las palabras “¡Bendice nuestras armas, concédenos la victoria, Oh, Dios nuestro Señor, Padre y Protector de nuestra tierra y nuestra bandera!”, un extraño vestido con una ropa que le llegaba a los pies, se acercó al pastor y desplazándolo se dirigió a todos:

“¡Vengo del Trono de Dios y traigo un mensaje del Todopoderoso! Ha oído la oración de Su siervo, vuestro pastor, y os concederá lo que en ella pedís si sigue siendo vuestro deseo, después de que yo, su mensajero, os haya explicado su alcance”. Les explicó que todas sus palabras se resumían en “Concédenos la victoria, Oh Dios nuestro Señor”. Entonces, el extraño leyó su mensaje:

“Oh, Dios nuestro Señor, ayúdanos a reducir a jirones sangrientos a sus soldados con nuestras granadas; ayúdanos a cubrir sus fértiles campos con las pálidas formas de sus patriotas muertos; ayúdanos a ahogar el tronar de las armas con los gemidos de dolor de sus heridos; ayúdanos a arrasar sus humildes hogares con un huracán de fuego; ayúdanos a desgarrar los corazones de sus inocentes viudas con insoportables penas; ayúdanos a dejarles sin techo, para que sus hijos deambulen por sus tierras desoladas, harapientos, hambrientos y muertos de sed, expuestos a las llamas del sol en verano y a los helados vientos del invierno, descorazonados, exhaustos, implorándote en vano que les concedas el refugio de la tumba. Por nosotros, que te adoramos, aplasta Señor sus esperanzas, asola sus vidas, prolonga su amarga peregrinación […] Te pedimos todo esto en un espíritu de amor […] Concédenos nuestros deseos, Señor, y Vuestros serán el honor y la gloria, por los siglos de los siglos, Amén”.

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(Tras una pausa). “Esto es lo que habéis pedido; si aún lo deseáis, hablad. El mensajero del Altísimo aguarda”.

La Oración de guerra termina informando que: “Se llegó a creer, posteriormente, que ese hombre estaba loco, pues lo que dijo no tenía ningún sentido”. Este escrito no se publicó hasta 1923 por considerarse “unsuitable” [inadecuado]. Esperemos que EEUU, sus aliados y la OTAN consideren adecuada esta Oración de guerra porque es tan vigente como el día que Mark Twain la escribió.

Juan José Torres Núñez es escritor y socio de infoLibre

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