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Antonio Lucas: "La llegada de la ultraderecha es un síntoma de fragilidad, de desconcierto y de intemperie"

Antonio Lucas (Madrid, 1975) acaba de publicar su primera novela, Buena mar (Alfaguara), después de haber recorrido un largo y brillante camino como poeta. Dedicado desde hace años al periodismo cultural en diario El Mundo, suele rehuir intervenir en el debate político. Para preparar su novela se embarcó junto a once marineros gallegos y africanos a surcar las aguas de Gran Sol: "Yo encontré en esos hombres el quilate más puro del humano: la nobleza, la lealtad, la bondad, una bondad sin orillas. La lección que yo me llevo de Gran Sol, curiosamente, no es el mar. Son los hombres que surcan un mar, que saben que su vida es aquello que ese mismo mar no les ha querido arrancar".

Implicación en política

"Al trabajar en un periódico, aunque yo siempre he pertenecido a la parte de cultura, te impregnas del día a día, de ese pulso, de esa vibración de la política. Participé un par de años en alguna tertulia política en radio y me di cuenta de que no era mi territorio porque yo sé hablar bien de las cosas que me importan o de las cosas que me enfadan, pero me cuesta muchísimo ponerme a hablar de las cosas que otros propician o generan o hacen para que a nosotros nos gusten o nos enfaden, en este caso, los políticos. Yo tengo una clarísima identidad política, es decir, siempre he estado en el margen de la izquierda. Trabajo en un periódico de derechas. Mi relación con el periódico desde hace 25 años es extraordinaria, tengo bien acuñados los referentes de mi familia, tengo bien acuñadas las lecturas que me han importado, pero de ahí a entrar en la tangana de la discusión política diaria, paso".

Desafección política entre los jóvenes

"Hay que fijarse en lo ondulante que ha sido en estos cinco años la afección y desafección política por parte de la gente joven. Creo que uno de los momentos más importantes a nivel cívico de este país fue el 15M, donde, de repente, hubo una verdadera pulsión, o un apetito, por implicarse en la política, saber de política o estudiar política, o, por lo menos, discutir de política. Y, en cinco años, hemos hecho un camino terriblemente inquietante hacia atrás, porque ahora ya la política se ha convertido en un espacio de sospecha constante y permanente. Eso lo está aprovechando la extrema derecha de una manera asombrosa y muy eficaz por su parte. La desafección política, la indiferencia, siempre es un mal aliado social. Yo no digo que el activismo sea la alternativa, pero sí la implicación. Cuando veo que hay gente joven que se desconecta de las cuestiones naturales, que, además, les importan a ellos, me genera una cierta zozobra".

Polarización y vida cotidiana

"Escribo en un periódico con mucha libertad, pero no siempre en sintonía con la línea editorial. En los comentarios que se dejan abiertos para que los lectores puedan intervenir y dar sus impresiones, cosa que me parece bien, lo que yo leo ahí sobre las columnas que yo escribo, o las columnas de otros compañeros o compañeras y lo que les dicen, eso es uno de los síntomas realmente desagradables de la polarización. Y eso es un ejemplo pequeñito, porque yo sí noto la polarización también en la calle. Y, además, noto esa mecánica que tiene la polarización, tan untuosa, y es que termina impregnando todo, hasta la cosa más tonta, hasta elegir entre una cerveza rubia y una cerveza negra. Hasta gilipolleces absolutas en las que antes no nos habríamos detenido, ahora hay un gramaje de aspereza ¡Caray, que si noto la polarización! Lo noto en más cosas de las que yo pensaba que estaba".

Insulto como argumento

"Cuando escucho descalificaciones, pienso que es la peor parte del idioma. La peor parte del idioma es la que llega a convertirse en esa especie de compost, donde ya el argumento es el insulto y el ideario del otro se convierte, para ti, sencillamente en mofa, no lo discutes. Cuando uno tiene la poesía cerca como lector, como autor, muy probablemente tiene mejores argumentos emocionales contra toda esa guerra de vietnamitas de matorral, que todo lo resumen en el insulto, todo lo resumen en esa especie de impacto rápido, que es la descalificación del otro de manera vulgar. Tú piensa en Quevedo. Piensa en todos los grandes autores del Siglo de Oro, que fueron maestros del insulto. Incluso en el siglo XX. Piensa en Valle-Inclán. Hasta había un ejercicio casi intelectual del insulto. Pero lo que hoy tenemos es el quinqui de la palabra. Y el quinqui de la palabra desgrasa la palabra y si desgrasas la palabra, adulteras los sentidos, y si adulteras los sentidos, estás tirando el idioma".

Gobierno progresista

"A mí me parece muy bien que haya una coalición progresista. Opino que tiene fisuras y que hay algunos puntos oscuros que me interesan menos. Tengo una enorme precaución con los nacionalismos. Tengo una enorme precaución con ciertos fanatismos encubiertos dentro de la idea de nación y de patria. Pero en el ámbito de lo social, que me importa mucho más, sí creo que una coalición progresista como es esta nos está propiciando y generando un nuevo suelo donde encontrar otras formas de sembrar. Esta coalición progresista nos va a permitir seguir abundando y seguir reflexionando y seguir probando las posibilidades que hay en ese horizonte de las coaliciones, de los espacios más abiertos, de intentar superar esas estructuras de los viejos partidos monumentales, que se compensaban entre ellos y que nos fue bien, pero el tiempo es otro y, sobre todo, quienes votamos también somos otros".

Ultraderecha

"Me incomoda mucho la ultraderecha. Me incomoda mucho ver que somos uno de los escasísimos países potables de Europa que mantiene una cierta laxitud con la emergencia de una extrema derecha sulfurosa, vidriosa y con todos los pasos que da, que no son nuevos si uno conoce un poco la itinerancia de la extrema derecha en este país. Repite aquello que tendríamos que haber superado hace cuarenta años. Repite aquello que no tenía que haberse producido y genera esa polarización de la que hablábamos antes, esa agitación agria que hay en parte de la sociedad, esa especie de berrea a la que hemos llegado. Considero que la llegada de la extrema derecha no es un buen síntoma en un país. Es un síntoma de fragilidad, es un síntoma de desconcierto, es un síntoma, probablemente, hasta de intemperie. Y veremos qué pasa".

El mundo post pandemia

"Considero que estamos en un momento de cierta transición en muchas cosas y la pandemia, además, ha acelerado todo esto. No podemos olvidar que hemos vivido y estamos viviendo un proceso absolutamente inédito en la historia de la convivencia del siglo XXI. Llevamos 21 años nada más, pero muy intensos, donde se están propiciando nuevos modelos de convivencia o laborales. Opino que eso nos altera. Estamos necesariamente alterados y también sanamente alterados. Hay que estar alterados, hay que estar siempre un poco en alerta. Mi impresión es que tenemos un mundo un poco histérico, pero tenemos un mundo con posibilidad, también, de amortiguar su propio histerismo. A mí me gusta el mundo en el que estamos a pesar de que esté en desacuerdo con muchas cosas. Me pasa lo mismo con España. Yo amo este país, aunque, a veces, no consigo que me guste. Pues me pasa lo mismo con el mundo. Soy un tío vital, creo".

La sociedad que nos espera

"Estoy en una situación de mi vida entre expectante y un poco intimidado. Expectante porque todo esto de la inteligencia artificial, toda la avalancha digital, todas las posibilidades de la técnica me parece apasionante siempre y cuando se utilicen como herramientas que nos puedan servir de pértiga para algo mejor. Me parece intimidante porque sospecho que también hay una deshumanización en la aplicación de estas posibilidades tecnológicas y de estas herramientas. Esa deshumanización puede ser terrible. La tecnología sé que es un espacio infinito, donde tenemos un laboratorio fastuoso, que si sabemos amortizar, será, probablemente, para mejorarnos en muchas cosas. Pero me temo que hay corrientes oscuras y manos de sombra, que van a propiciar todo lo contrario, que sea la nueva cadena que se ataba al tobillo o a las muñecas de los galeotes".

Redes sociales

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"No tengo redes sociales. Me quité la única que tenía, que era Twitter, hace ya cinco o seis años, por un problema que tuvimos mi mujer y yo de acoso hacia ella. Mi mujer es periodista. Trabaja en Televisión Española y tuvimos un problema grave de acoso y la policía nos sugirió quitarnos de las redes sociales. Si digo la verdad, para mí algunas de ellas son una absoluta fosa séptica. La que conozco, que es Twitter. A mí me parece la absoluta malversación de la vida en comunidad. Que hay cosas buenas, estupendo. Que hay información que llega antes y que a los periodistas nos sirve, fantástico. Seguramente, si tú tienes redes sociales, yo me enteraré de las cosas, igual que tú, solo que cinco minutos después. No hay prisa. La verdad llega. Así que mi relación con las redes sociales es de indiferencia".

La cultura en España

"Creo que España es uno de esos países que es como un géiser. Genera una cantidad de iniciativa cultural alucinante y, además, solvente y, además, sólida. A mí me parece muy bien lo que ha hecho ahora el Gobierno con el bono cultural. Si hemos dado tanto dinero para estupideces, para vicios financieros, si hemos dado tanto dinero para el rescate de bancos, si hemos dado tanto dinero para cosas que no sé hasta qué punto han revertido en la sociedad... ¿Por qué no darle a un joven de 18 años? Por cierto, algo que también tiene el Ayuntamiento de Madrid. Creo que la cultura nos hace más conscientes, más responsables, más serenos y, sobre todo, nos invita a algo muy importante, que es a dudar. A dudar de verdad, a preguntarte cosas. Es una gran bujía, es un pistón. Considero que la cultura es el motor de explosión de una sociedad democráticamente saneada".

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