Comunicación política

Iglesias, Dina, Villarejo, Vallés y compañía

Una vez más, Pablo Iglesias y su formación han copado el foco de la polémica de la semana. Empieza a ser una costumbre cotidiana, casi una rutina. Tiene cierta lógica. Casi siempre son el centro de la mayor parte de los ataques de la derecha tanto política como mediática. Es un hecho estadístico indiscutible. Las que son más interpretables son las razones por las que este hecho se repite de forma permanente. Algunas de ellas son fácilmente reseñables.

En primer lugar, para la derecha, la figura de Pablo Iglesias y su entorno representa la imagen de una izquierda alejada absolutamente de sus postulados y que concita un extendido rechazo entre buena parte de sus seguidores. Su papel como vicepresidente del gobierno aparece como el flanco más débil por el que atacar al ejecutivo de cara a los votantes más conservadores. Parten de una idea estratégica fundamental: cuánto más se transmita la idea de que tenemos un gobierno radicalizado y extremo, más fácil resultará intentar que se pueda descolgar voto moderado del centro o del centro izquierda. La derecha considera por tanto que poner en el foco a Iglesias o a los líderes de UP mezclados con cualquier tipo de polémica siempre les beneficiará.

La oposición busca pelea

La oposición tiene un problema a la hora de confrontar con el actual gobierno. La táctica de oposición más habitual siempre parte del objetivo de desgastar lo antes posible al líder que encabeza el gobierno. La experiencia enseña que si se consigue descabezar a una fuerza política es muy probable que se autodestruya a corto plazo. La dificultad radica en que Pedro Sánchez ha optado por mantener una posición buenista que en ocasiones saca de sus casillas a sus oponentes.

La búsqueda de un escenario de crispación y confrontación, que tanto gusta a la derecha en este país, choca ante el permanente rechazo de Sánchez a aceptar la batalla en el barro. La llegada de la emergencia sanitaria ha permitido al líder socialista justificar y asentar su papel más institucional y moderado que reclama ante todo la unidad de todos los partidos ante la crisis. Para la oposición es un territorio enormemente incómodo. Le toca hacer siempre de malo y aunque algunos de sus portavoces, como Cayetana Álvarez del Toledo, disfruten en ese papel destroyer, desde el punto de vista estratégico no parece claro que pueda dar resultados positivos.

Por todo ello, la derecha busca incesantemente provocar el choque con Unidas Podemos. Esta formación ha desempeñado un papel de activismo crítico en los últimos años del que no puede, ni quiere, desprenderse de la noche a la mañana. Sus líderes han conseguido convertirse en portavoces acostumbrados a la lucha cuerpo a cuerpo. Para UP resulta muy complicado desoír las provocaciones que cada día les lanzan sin reaccionar. La propia formación hace uso a menudo de un lenguaje de choque frente a los sectores más conservadores. Es uno de sus signos de identidad. El problema es que precisamente eso es lo que más obsesivamente desea que haga esa derecha a la que pretende combatir.

La relevancia de las noticias es relativa

Una cuestión clave para entender la complejidad de la comunicación política es que, en muchas ocasiones, no existe una correlación directa entre la importancia de un hecho y la relevancia que pueda llegar a tener. Los terremotos pueden medirse en su intensidad mediante criterios científicos y se calcula su peligrosidad según el nivel que indique la famosa escala de Richter. En líneas generales, cuanto más intenso y violento es el movimiento sísmico, más alto es el valor que alcanza en la escala.

En comunicación política no siempre ocurre un fenómeno similar. Las primeras páginas de los periódicos, los informativos de radio y televisión o la difusión en redes sociales ocupan espacios similares todos los días. Lo reparten según la cantidad de noticias importantes que sucedan. Es decir, si hay muchas informaciones trascendentes en una misma jornada, algunas de ellas pueden pasar desapercibidas. Por el contrario, si no hay ningún asunto capital en una jornada concreta puede que toda la atención mediática y política se concentre en un asunto poco significativo que, de repente, pasa a convertirse en cuestión de estado.

Los partidos y los medios conocen perfectamente este juego y por tanto lo manejan según sus intereses. En este terreno, hemos podido ver una interesante disputa estos días atrás donde han llegado a cruzarse entremezclados los nombres de Pablo Iglesias, Villarejo, Dina Busselham, Pablo Echenique, Vicente Vallés, Eduardo Inda y otros muchos.

La batalla de la semana y el juego de los espacios vacíos

Todo el lío empezó a raíz de la revelación de que la famosa tarjeta del móvil de Busselham había estado en manos de Iglesias durante unos meses. En realidad, la historia, medida en un sismógrafo, tendría muy poco valor comparada con todo lo que Villarejo y las redes de mafias policiales manejadas en relación estamentos políticos pueden llegar a significar. Daba igual. Aquí entró el juego de los espacios vacíos que pasan a ocuparse con lo haya disponible. Además, coincidía con una campaña electoral en Galicia y Euskadi con lo que cualquier confrontación pública adquiere mayor importancia. Aunque tal y como mantiene Rafa Rubio, consultor político y profesor de la UCM, “más que una estrategia vinculada a lo electoral, creo que es una táctica defensiva cuyo objetivo es distraer del escándalo y la polémica que rodea a Iglesias estos días. Con el ataque a los periodistas han creado un nuevo escándalo más grande y así los medios no ocupan tanto espacio informativo con el Caso Dina”.

Lo cierto es que en UP tomaron la decisión de desenfundar y contratacar a la vista de lo que se le venía encima. Eligieron como marco general de su ofensiva un clásico de su discurso, las cloacas del estado, y centraron su crítica en la figura del periodista Vicente Vallés que durante las últimas semanas había adquirido cierto protagonismo en las redes sociales por sus manifiestas posiciones críticas contra el gobierno en su informativo televisivo. Pablo Echenique abrió las hostilidades desde Twitter.

Un ataque destinado a reforzar la posición de las propias bases

A partir de ese momento se extendió el fuego cruzado en el que se vieron inmersos líderes de todas las formaciones, periodistas, juristas, analistas, organizaciones gremiales, etc. Un auténtico follón. Tal y como muchos deseaban. Pablo Iglesias y otros dirigentes de Unidas Podemos han participado de una manera u otra en la refriega en la que han defendido su derecho a criticar la labor desarrollada por algunos periodistas a los que acusan de trabajar en connivencia con ese indefinido mundo que son las llamadas cloacas del estado. Se ha abierto así una extendida polémica sobre las relaciones entre políticos y periodistas

Para Carlos Barrera, profesor de Media and Politics en la Universidad de Navarra, “echar la culpa a la prensa es una vieja estrategia que no siempre funciona y que, en todo caso, puede funcionar para los más fieles del propio partido, porque el voto blando, que es el que se pelea realmente en las citas electorales, con este tipo de planteamientos puede irse a la abstención o a otras formaciones”. En esta misma línea, Paco Seoane, profesor de Periodismo de la Universidad Carlos III, entiende que “las críticas a los medios y el señalamiento puede servir para movilizar al núcleo duro, pero si quieres apelar a un segmento más amplio del electorado puede volverse en su contra, es un equilibrio muy difícil”.

Todo un clásico muy extendido también en otros países. La duda que surge, independientemente del debate en sí, es la de la eficacia de la estrategia de confrontar con periodistas desde la tribuna política. El ejemplo más conocido en los últimos tiempos ha sido el de Donald Trump que acuñó la expresión fake news para englobar todo aquel periodismo que criticaba sus posiciones y desenmascaraba su cotidiano uso de mentiras y difamaciones. En este ámbito, el profesor Paco Seoane cree que “los ataques a la prensa y los señalamientos son una marca de la casa de cualquier discurso populista. Todo partido antiestablishment que empieza como movimiento social siempre viene de lo alternativo y va a tener una relación más conflictiva con la prensa”.

Medios polarizados en tiempos de confrontación

Los tiempos de polarización no afectan sólo a las formaciones políticas. También se profundiza el grado de distanciamiento ideológico en la sociedad y cada vez es más marcado en los medios de comunicación. La fragmentación reinante no ha hecho más que contribuir a la desaparición de los grandes medios masivos que pretendían dar una imagen blanca en su posicionamiento político. Hoy en día, es prácticamente imposible encontrar un solo medio que no ejerza su labor periodística desde un posicionamiento político predeterminado. Este efecto, lo tiene en cuenta Rafael Rubio cuando afirma que “en los últimos tiempos, vemos que cada vez más medios se están posicionando con claras orientaciones de partido, por lo que desde la clase política siempre va a haber medios a los que criticar porque se ven como enemigos que atacan directamente su posicionamiento. Se ha roto, por tanto, la lógica de los medios entendidos como elementos imprescindibles para formar la opinión pública”.

Un giro inesperado de lo vivido esta semana es cómo un buen número de periodistas y algunas agrupaciones gremiales han elevado el misil lanzado contra Vallés, al considerarlo no como una crítica individual, sino como un ataque al libre ejercicio del periodismo. Según el juicio personal de Paco Seoane, “el apoyo masivo a Vicente Vallés se explica en que él, aunque hace un periodismo muy interpretativo, no está identificado claramente con ninguna de las trincheras por lo que el ataque de Podemos se ha interpretado como un ataque al periodismo en general”.

La gran duda es la de determinar la importancia real de lo sucedido. Hay muchas voces que defienden que el asunto se ha sobredimensionado más allá de lo razonable. Así lo ve Carlos Barrera: “Este tipo de teorías conspiratorias sobre las relaciones de los medios en conjunción con otros poderes es algo ya muy viejo y recurrente. Funcionaba en los tiempos de Felipe González y de Aznar y también lo vemos hoy en día a nivel internacional. La polémica de las declaraciones de Iglesias se ha sobredimensionado, hay que desdramatizar el asunto porque no es nada nuevo”.

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Balance de un combate de pura competencia

Al final hablamos de dos sectores en principio diferentes, el de la política y el de los medios de comunicación, pero que coinciden en que su centro fundamental de actividad se desarrolla en un régimen de abierta competencia que acaba por condicionar sus decisiones. Cabe por tanto no olvidar en ningún momento que buena parte de los movimientos de unos y otros están condicionados por ese factor. Ambos sectores se necesitan mutuamente, pero a la vez justifican parte de su existencia desde el cotidiano choque de sus intereses. Paco Seoane llega a hablar de “una relación esquizofrénica que siempre va a ser conflictiva y un dilema porque entre los dueños de los medios de comunicación siempre hay un ingeniero social detrás, un político. Ambos se necesitan mutuamente, pero al mismo tiempo hay que poner límites y mantener la separación”.

En este particular ejemplo, tendremos que esperar para analizar los efectos que haya podido arrastrar. No olvidemos que ha sido una iniciativa de Unidas Podemos la que ha desencadenado la polémica. La mayor parte de los analistas coincide en explicar que no se hubiera producido de no encontrarnos a las puertas de un doble proceso electoral. Cuando veamos los resultados obtenidos en las urnas, podremos evaluar si todo lo sucedido ha tenido algún impacto o no. Los especialistas consultados coinciden en restar trascendencia a la estrategia planteada. Rafa Rubio afirma que “como estrategia defensiva es difícil que tenga efectos electorales porque, por un lado, en Galicia y País Vasco las marcas de Podemos son muy peculiares y, por otro, Iglesias ha empezado a lanzar estos mensajes contra los medios muy tarde y como respuesta a un problema concreto, lo que le quita autenticidad”. Carlos Barrera introduce en su valoración la clave autonómica al entender que “en tiempos normales y en unas elecciones generales esta estrategia de confrontación podría funcionar, pero siendo unas elecciones autonómicas y teniendo en cuenta que el marco, se quiera o no, está dominado por el covid, la eficacia será muy débil”. Pasado un tiempo, también será interesante observar si la polémica desatada ha tenido algún efecto en la audiencia del informativo de Vicente Vallés. Pura curiosidad.

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