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Rocío Vidal, sobre 'El dilema de las redes sociales': “A las tecnológicas no les importas tú, eres un producto que vender en masa”

Rocío Vidal es conocida en redes sociales como La gata de Schrödinger, en homenaje al experimento propuesto por el Nobel de Física de 1933 en el que un gato hipotético encerrado en una caja puede estar simultáneamente vivo y muerto. La periodista está especializada en desmontar falacias, y cuenta con más de medio millón de suscriptores en su canal de YouTube. Acaba de presentar su segundo libro, Eureka, en el que desmenuza cincuenta de los más importantes descubrimientos científicos de la historia. Entre la oferta televisiva destaca un deslumbrante reportaje de Netflix: El dilema de las redes sociales. “No todo es bonito en las redes, hay que tener cuidado por dónde te mueves y con los datos, con la información que das y ser responsables. Ese quitarnos el velo de la ingenuidad que podíamos tener es lo mejor que aporta este documental”.

La investigación tiene como núcleo los testimonios de exdirectivos de las grandes tecnológicas unidos en el Centro para la Tecnología Humana, una organización de resistencia a los abusos de las empresas en las que fueron creadores. Son jóvenes, brillantes, idealistas y muy importantes. Uno de ellos, por ejemplo, Justin Rosestein, fue ni más ni menos que el creador del botón me gusta de Facebookme gusta. Lo que él creía que iba a ser una fuente de positividad y unión entre las personas se convirtió en una herramienta de adicción.

Rocío Vidal agradece la perspectiva que otorgan, necesaria aunque sea catastrofista: “Esta asociación parece un poco de película y refleja que hay mucha gente descontenta con la dejadez de las grandes empresas con la salud y la ética respecto a situaciones de enganche, de recopilación de datos, de cómo las redes están hechas para ser adictivas, para funcionar como un mecanismo incluso como las drogas y es valiente. Algunos tienen hasta miedo de hablar por las consecuencias”.

“El anonimato permite deshumanizar al contrincante. Debería intentar controlarse”

De los efectos perversos de las por otro lado útiles y enriquecedoras redes sociales, Vidal destaca “la deshumanización a la que nos han llevado y que está aupada por el anonimato. Te permite deshumanizar al contrincante, a esa persona que estás viendo, a ese personaje público, tratarle de una manera que no le tratarías por la calle. ¿Quién no ha vivido una situación de odio en redes sociales y cuántas personas las hemos vivido luego cara a cara? Creo que ese desapego por la realidad y la deshumanización del otro provoca esa polarización de la que tanto hablamos y esas brechas crecientes en las que cada vez hay más peleas en lugar de debates, cada vez las personas necesitamos más tener razón o humillar a la otra persona en lugar de intentar hacer algo constructivo. Ese anonimato provoca una especie de vía libre para poder decir y hacer lo que quieras. Es algo que creo que está creciendo y que se debería intentar controlar, o al menos tratar de divulgar al respecto”.

Rocío Vidal se detiene en algunos de los conceptos analizados en la pieza. El estudioso Jaron Lanier afirma que el producto que las tecnológicas venden a sus clientes, los anunciantes, es el cambio en nuestro comportamiento y percepción: “Puede cuadrar, venden nuestra atención. Como dice el documental, si tú no pagas por el producto, eres el producto. Eso lo estamos viviendo desde hace tiempo en la publicidad, en televisión nos bombardean también, pero claro, en las redes sociales vamos más allá porque forman parte de nuestra vida y tenemos una experiencia activa en ellas, nos movemos por ellas, interaccionamos, damos información. Ser conscientes de que están jugando con todos esos datos y con toda esa información para que las empresas puedan cambiar nuestro comportamiento y persuadirnos es aún más inquietante. Es una perspectiva muy interesante”.

“He visto lo que Google sabe de mí y me he quedado fría. Miedo da”

Según concluye en el documental Shoshana Zuboff, profesora de Harvard y autora de La era del capitalismo de la vigilancia, las empresas necesitan cambiarnos para vender a sus clientes la certeza de nuestro comportamiento en el futuro. “Tienes más certeza teniendo más datos de esa persona —confirma Vidal—. Y tienes más datos estudiando el comportamiento que tiene on line y recopilando esa información. A nadie le importas tú como persona, que hace Rocío Vidal, tú eres un producto más que vender en masa a las empresas y creo que ahí está la clave del asunto. Cuántos más datos sepan de nosotros más pueden comercializar con nosotros y venderlos al mejor postor. Hay una opción en Google que te permite saber qué saben de ti. Yo lo he visto y me he quedado fría de la cantidad de datos, de gustos que saben de mí, de información personal que yo no he dado en redes sociales, mi estado civil, mis gustos, dónde vivo, a dónde voy, dónde he estado… Todo lo sabe Google de ti. Miedo da”.

El documental, casi una pieza para tomar apuntes, señala dos grandes categorías en el daño que ya están haciendo las redes. Una es en salud mental como advierte La gata de Schrödinger: “Este tema se debería estar comentando más, se debería tener más cuidado. Cada vez son más los padres y profesores preocupados por la precocidad de los niños al entrar en las redes sociales y lo que implica para un chaval jovencísimo recibir un comentario de odio en una red social. Puede provocar unos niveles de ansiedad y de depresión enormes porque es una persona que todavía no está formada del todo. Creo que tendríamos que tener muchísimo cuidado con la edad a la que los niños acceden a las redes sociales”.

“Facebook comprobó que la gente se radicalizaba gracias a su algoritmo, no a pesar de él”

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Según incide Rocío Vidal, “la polarización es otro de los grandísimos problemas de la sociedad hoy en día, propiciado por las redes y a sabiendas de ello. Por ejemplo, Facebook y sus directivos hicieron un informe que se publicó en The Wall Street Journal, (la polémica se recoge en The Verge) en el que ellos eran conscientes de que aproximadamente el 60% de la gente que se radicalizaba en su red social lo hacía gracias al algoritmo, no a pesar de él. Y aún sabiendo eso no hacen nada, porque les conviene que la gente esté mucho tiempo, que el algoritmo les favorezca y que vea las cosas en las que ya cree para que estén más tiempo en esa red social. Por tanto, entramos en un paradigma complicadísimo de solucionar, y lo peor es que los grandes directivos de las grandes empresas no quieren solucionarlo”.

A falta de remedios más globales, un buen antídoto ante esta manipulación es el pensamiento crítico por el que tanto aboga La gata en sus vídeos: “Sí, creo que el pensamiento crítico es la clave para luchar contra esa oleada que nos llega en las redes sociales. Y ser conscientes de que estamos sesgados y que a las redes les conviene. Por eso hay que pensar, pararnos un poco y decir: ‘¿Esto es real? ¿Alguien me está manipulando? ¿Esta información es veraz?’. Es importante para manejarnos por la red. Mi último libro, Eureka, no es otra cosa que un poco de conocimiento científico, de la historia de la ciencia, para que valoremos donde estamos ahora y más en el momento en el que nos encontramos. Es cada vez más importante conocer el trabajo científico desde dentro, lo que hemos luchado para llegar hasta aquí, para valorar lo que tenemos ahora. Por ejemplo, en las vacunas, cómo se luchó desde el principio para que se aceptaran en la sociedad y ahora nos pueden salvar de la situación más extrema en la que nos hemos encontrado en mucho tiempo”.

El documental puede verse en Netflix, que como el resto de las plataformas acumula también información sustancial sobre sus suscriptores. No es la única paradoja al respecto. Muchos de los participantes en esta denuncia del comportamiento que genera internet confiesan a la vez su propia adicción. Lo mismo le ocurre a Vidal: “Para sorpresa de nadie yo también estoy enganchada a las redes sociales. Y es incluso más complicado cuando son también tu herramienta de trabajo. La línea que separa cuando estás trabajando y cuando estás en ocio está muy difusa y muchos días terminas agotada de trabajar y te sigues metiendo a Twitter y dices: ‘¿Qué hago aquí si esto no me permite desconectar?’. Hay que encontrar el equilibrio y saber desconectar. Yo estoy trabajando en ello”.

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