‘Muss’, retrato malapartiano del Gran Dictador de Italia

Curzio Malaparte

Antonio G. Maldonado

Existen vidas europeas ejemplares, como la de Albert Camus, y existen vidas europeas descarriadas y algo oscuras, como la de Curzio Malaparte, pero europeas al fin y al cabo. Nacido en Prato en 1898 con el nombre de Karl Eirch-Suckert, hijo de alemán protestante y de italiana católica, Malaparte luchó como voluntario en la I Guerra Mundial del lado francés, país al que volvería en sus exilios más voluntarios que reales. Poco después se convertiría en uno de los glosadores de las virtudes del fascismo y de su líder, Benito Mussolini, que le veía con una mezcla de condescendencia y hastío. Siempre le perdonó cierta extravagancia y su pose de dandi independiente. Sabía que, como tantas cosas en Malaparte, todo en él era una pose, empezando por su nombre, y que su voluntad dependía más de puestos en diarios oficiales y en alguna carta lisonjera que agradara a su ego. Al fin y al cabo era un escritor conocido por su libro Técnicas de golpe de Estado, que estaba cerca de ser un best-seller también en Alemania.

Sin embargo, existía un espíritu paneuropeo genuino en Malaparte. Su ascendencia protestante y alemana y su apego a Francia nos hablan de un italiano más preocupado por las ideas futuristas de Marinetti y conceptos en boga como la voluntad y la superación, que por un nacionalismo decimonónico que repudiaba, y que iba en contra de su concepción de Europa. Y fue esa alma europea la que impulsó la escritura de Muss, un libro sobre el dictador fascista, a medio camino entre la indagación psicológica y el retrato político que trasluce más decepción por la práctica del Duce que por la esencia del pensamiento fascista. Critica su megalomanía, su presencia constante en la conciencia italiana para construir la “leyenda mussoliniana”, y desliza ideas que quizá hoy parezcan erradas al mirar retrospectivamente (como su equiparación de la violencia moral y la física en los años previos a la II Guerra Mundial), aunque otras son de una actualidad contundente: “Europa no es ni bárbara ni estúpida: es, quizá, demasiado civil, dicen los defensores de una tradición que está muriendo por exceso de optimismo, de pereza y de buenas maneras”.

Malaparte había escrito este opúsculo, editado ahora por Sexto Piso con traducción de Juan Ramón Azaola y del que infoLibre publica un adelanto, previendo la derrota primero moral y después militar de Italia de la mano de Mussolini y su alianza con la Alemania de Hitler, y según su biógrafo Maurizio Serra, buscando credenciales de pureza antifascista tras sus años de identificación con el régimen mussoliniano, para lo que quizá debería pasar un tiempo en la cárcel y otro en el exilio, que pasó en París. Allí no dejaría de recordar en cada ocasión que podía que se encontraba allí en calidad de represaliado por el régimen de Mussolini. Finalmente consiguió ser un hombre respetado en la Italia de posguerra dominada por la Democracia Cristiana.

Su camaleonismo político solo era comparable a su versatilidad profesional (escritor, periodista, soldado, diplomático, dramaturgo, director de cine, guionista). Primero fascista entusiasta, posteriormente disidente indefinido, para terminar tras la guerra simpatizando con el Partido Comunista Italiano y la China de Mao, sin renunciar, paradójicamente, a sus buenas relaciones con la Democracia Cristiana y la Iglesia. A todos engatusaba, hasta el punto de recibir visitas en su habitación de hospital cuando agonizaba de Palmiro Togliatti (PCI) y de Alcide de Gasperi (DC), ambos queriendo apropiarse de su legado.

Tras la guerra se consolidaría como uno de los grandes escritores europeos, y en el gran retratista de la II Guerra Mundial y la Ocupación norteamericana de Italia. Kaputt y La piel se han convertido en novelas imperecederas que merecen constantes reediciones, como ha sucedido en España de la mano de la editorial Galaxia Gutenberg, aunque también otras obras menos conocidas, como El compañero de viaje, y sobre todo sus crónicas periodísticas desde el frente ruso, agrupadas en el libro El Volga nace en Europa, descatalogado en nuestro mercado editorial. Moriría en 1957 en Roma, tras un viaje a China en el que también dejó ver su entusiasmo por Mao y su revolución. Demasiadas contorsiones ideológicas para el hijo descarriado de una Europa que no puso fácil mantener la coherencia moral en su siglo XX.

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