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Llegan ‘Los Croods’ y el último fenómeno de la autora de ‘Crepúsculo’

'The Host'

David Bernal

Los Picapiedra 2.0. La animación comercial vive una edad dorada gracias al desarrollo de la tecnología, a su capacidad para apelar a todos los públicos –lo que se traduce en taquillas estratosféricas- y el nivel de sofisticación al que lo han elevado estudios como Pixar. Los dibujos animados ya no son un placer (exclusivamente) infantil. El problema es que esto ha traído consigo la repetición de fórmulas y que, a veces, en el empeño de gustar a todos se termine por no satisfacer a nadie. No es el caso de Los Croods, la nueva propuesta de DreamWorks de cara a las vacaciones. En ella seguimos el “viaje hacía la luz” de una disfuncional y disparatada familia de trogloditas que se ve obligada a salir de su cueva y buscar un mundo nuevo. Es verdad que la premisa –una lúdica y frenética versión de "el mito de la caverna” de Platón– no es excesivamente original y recuerda a otros títulos ambientados en la prehistoria: desde En busca del valle encantado hasta la saga Ice Age, pasando por Dinosaurio, de Disney. Pese a esto y su razonable parecido con la reciente Brave, ya que ambas están protagonizadas por una adolescente pelirroja en perpetua rebeldía contra la férrea disciplina paterna, Los Croods es una sorpresa gracias a unos vivísimos y entrañables personajes; un humor que emanada de estos y no recurre al caduco gag pop; y un alto nivel de inventiva en cada una de las escenas, más allá de su inmersión en un mundo fantástico (al estilo Avatar) plagado de extravagantes criaturas y delicias visuales. Chris Sanders –director de las extraordinarias Lilo & Stitch y Cómo entrenar a tu dragón– ha conseguido que su conocimiento de las esencias del medio y sus decisiones de artista se impongan a los estudios de mercado de los ejecutivos, elevando notablemente el listón de la casa de Shrek.

Otra psicotrónica apología de la castidad.

Que Stephanie Meyer es una escritora mediocre es algo que ha reconocido hasta el mismísimo Stephen King, rey del best-seller poco dado a meterse en berenjenales. Pese a ello, la autora tiene una legión de lectores (sobre todo adolescentes) que conectan con sus novelitas rosas mezcladas con elementos fantásticos. La saga Crepúsculo es el mejor ejemplo: un subproducto de serie B que, inexplicablemente, se ha convertido en un (sintomático) fenómeno cultural de nuestro tiempo. El apabullante éxito de su adaptación cinematográfica ha provocado que Hollywood se lanzara a buscar cualquier tipo de material similar, tal y como demuestran el reciente estreno de Hermosas criaturas, el inminente de 'Memorias de un zombie adolescente o la que nos ocupa, The HostThe Host (La huéped), que desde que se publicara en 2008 estuvo 26 semanas en el número uno de la lista de best-seller del New York Times. La fórmula es parecida a la de Crepúsculo, pero con alienígenas en lugar de vampiros. El escenario es un planeta Tierra en la que unas almas alienígenas han invadido las mentes de los terrícolas. En este contexto tiene lugar la odisea de una joven (Saoirse Ronan) que se resiste a que su cuerpo sea colonizado mientras busca a su amado y es perseguida por una alien interpretada por Diane Kruger. Aunque lo peor no es que la visualización de todo esto resulte ridículo, que escuchar la conciencia de la protagonista todo el rato resulte cargante, que las secuencias románticas den risa o que todo sea otra confusa apología de la castidad en sintonía con el mormonismo de la autora mientras la violencia (o, incluso, el suicidio) se muestran sin pudor. Lo peor es que su diseño de producción es más propio de una psicotrónica serie B que de un blockbuster de Hollywood con vocación masiva y visos de franquicia. Es decir, que den gato por liebre. El público tendrá la última palabra.

Reviviendo viejos tiempos.

Pese a no tener el éxito comercial de Spielberg ni el prestigio de Scorsese o Coppola, Walter Hill fue uno de los nombres clave del Nuevo Hollywood surgido a finales de los 70. Títulos (hoy de culto) como The Warriors, Forajidos de leyenda o Calles de fuego revitalizaron y adulteraron el western. El cineasta, que llevaba una década sin ponerse detrás de la cámara, fue la versión macarra de Clint Eastwood. Aunque en Una bala en la cabezaUna bala en la cabezano ha querido hacer reinventar nada ni hacer algo memorable; sino desempolvar su oficio al servicio de una rutinaria película de acción y demostrar que el que tuvo retuvo coreografiando violentas escenas con ritmo, tensión y realismo. Su primera colaboración con Sylvester Stallone –que se resiste a abandonar su condición de action-hero– se salda con una oscura buddy movie (o película de colegas) en la que un asesino a sueldo une fuerzas con un poli panoli chino para vengar la muerte de un compañero. No hay nada nuevo en ella ni ninguna secuencia a congelar en la retina, pero el contraste entre ambos personajes resulta bastante gracioso, sobre todo la pétrea ironía con la que la estrella suelta réplicas en la que le deja claro a una platea cómplice que sigue siendo el tipo más duro del mundo.

La trastienda (culinaria) del Elíseo.

El auge de los grandes chef y la moda por la cocina se ha traducido en una generosa hornada de películas que han encontrado en los fogones un rico hervidero de conflictos humanos. Las norteamericanas Ratatouille o Julie & Julia, la francesa, El chef, la receta de la felicidad, las españolas Fuera de carta, Dieta mediterránea y Bon appétit son algunos títulos de un subgénero al que también se han abonado documentales como elBulli, historia de un sueño o El pez, el pollo y el cangrejo real. El último ejemplo es La cocinera del presidente, ligerita comedia francesa cuyo toque de distinción está en su curiosa anécdota de partida: la historia real de la cocinera personal de Mitterrand. Una mujer humilde pero testaruda que entró en el Elíseo –un elitista mundo de hombres- como un elefante en una cacharrería y, pronto, conquistó el paladar del presidente francés (interpretado por el filósofo Jean d´Ormesson) preparando las recetas de la abuela con esmero y creatividad. Catherine Frot –una suerte de Carmen Machi gala a la que algunos recordarán por Odette, una comedia sobre la felicidad'– interpreta a la protagonista con un encanto por el que fue nominada al César. Rodada en los escenarios reales, para lo que fue necesario obtener un permiso especial, al filme le falta chicha y el hecho de que todo sea un flashback narrado desde la Antártida huele a relleno para alargar la anécdota. Pero el conjunto, con su fotogénico desfile de platos que te harán salivar, deja buen sabor de boca sin empachar.

Ver crecer la hierba en la estepa de Anatolia.

La cuota de cine de autor de la semana es un filme de la cosecha del festival de Cannes del 2011, donde ganó ex–aequo el Gran Premio del Jurado. Los asiduos a las salas de versión original conocerán a su director, el turco Nuri Bilge Ceylan, por dramas como Lejano, Los climas y Tres monos, en los que latían ecos de Antonioni y demostraba una gran destreza a la hora de expresar los sentimientos de sus personajes mediante las atmósferas. En Érase una vez en Anatolia estas virtudes quedan neutralizadas por culpa de una duración imprudente, un tempo demasiado lento y una trama demasiado críptica. Durante la primera hora vemos a un grupo de hombres –en los que hay jueces, policías y un hombre esposados– buscar un cadáver durante la noche en la estepa de Anatolia, sin enterarnos muy bien qué es lo que ocurre o qué nos quieren contar. Una mayoría de espectadores desconectarán al instante y una minoría verá la quintaesencia del cine en ella. Lo importante es que unos y otros sepan que esto es cine de ver crecer la hierba. Y partir de ahí que cada cual decida.

La extraña pareja

. Pese a ser un producto diseñado con escuadra y cartabón para arrasar en taquilla, Por la cara se va a encontrar con el mismo escollo que muchas otras comedias norteamericanas: la falta de tirón de sus cómicos por estos lares. Jason Bateman es un actor muy popular desde que hizo la serie Arrested Development. A Melissa McCarthy, sin embargo, la conocimos hace relativamente poco: en 'La boda de mi mejor amiga', donde se reveló como una gloriosa roba-escenas. Su impacto fue tal que, aparte de estar nominada al Oscar, provocó que se cambiara el sexo de uno de los protagonista de esta mezcla de road-movie con buddy-movie en la que una alocada mujer suplanta la identidad de un pobre hombre que vive a miles de kilómetros con el fin de arruinarle a base de compras compulsivas. El encuentro de ambos, orquestado por el director de Cómo acabar con tu jefe, se salda con un duelo cómico en el que se recurre a un puñado de gags gastados que rara vez resultan eficaces.

De intocable a incompatible

. Y parece que esta semana la cosa va de buddy-movies, en esta ocasión con pasaporte francés, porque no todo el cine que se hace al otro lado de los pirineos es ver a burgueses atormentados beber vino y comer queso mientras hablan de la vida y la muerte, de libros y sexo. Incompatibles sigue un esquema de comedia de acción típicamente americana: dos policías de métodos y caracteres contrapuestos son obligados a trabajar juntos en un caso, en este caso la muerte de la esposa del presidente francés. Realizada con oficio, su gran aliciente comercial de cara al público español es la presencia del actor de color Omar Sy tras co-protagonizar el fenómeno de Intocable, que a día de hoy es la película de habla no inglesa más taquillera de la historia. De hecho, los responsables de la distribuidora española han cambiado el título original (De l'autre côté du périph) por uno fonéticamente similar: Incompatibles. A ver si cuela.

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