Historia

Vida cotidiana en un Madrid en guerra

Portada del libro Madrid 1936/1939, una guía de la capital en guerra |

La gente llenaba los cines y los teatros junto a edificios bombardeados; los chavales acudían a los institutos en medio de las barricadas y los controles de los milicianos; y los funcionarios acudían a su trabajo en el tranvía o el autobús. Aunque muchos crean que un conflicto armado paraliza la vida cotidiana y subordina todas las cosas al esfuerzo militar, la vida sigue y la sensación de normalidad actúa como una terapia, un desahogo y una conjura contra el miedo. Madrid (1936-1939). Una guía de la capital en guerra (Ediciones La Librería), un libro escrito por el periodista Fernando Cohnen, atestigua que la ciudad funcionó durante los tres años de asedio militar de los sublevados, pese a los bombardeos, la escasez de alimentos o los cortes de luz. El libro se presenta el jueves en el Círculo de Bellas Artes, de Madrid, de la mano de Nicolás Sartorius y Enrique del Olmo.

Curioso y original libro, Cohnen ha trabajado durante siete años en este proyecto a partir de mucha documentación de la época, en especial de diarios y revistas; pero también de biografías de personalidades de aquella etapa y de cualquier material que le sirviera para reconstruir la historia de aquellos terribles años en cafés, restaurantes, palacios, mercados, plazas o monumentos singulares. “Una buena parte de aquel Madrid de los años treinta ha sobrevivido a pesar de las barbaridades urbanísticas del franquismo”, explica Cohnen, quien reconoce haberse divertido y haber aprendido mucho durante la elaboración del libro. “Era como construir un puzzle”, añade, “y además yo fui el primer sorprendido al comprobar que se mantuvo una cierta normalidad dentro del horror”, dice Cohnen.

Tres niños en una estación madrileña de metro utilizada como refugio. 

Este veterano periodista, que trabajó durante años en RTVE y la revista Tribuna, relata escenas de niños practicando esquí de fondo en un Retiro nevado o de largas colas en los cines para ver películas de Fred Astaire y de los hermanos Marx. “El intento de normalidad”, señala Cohnen, “sobre todo cuando se estabilizó el frente a comienzos de 1937, fomentaba la moral colectiva de la población y actuaba como válvula de escape. Madrid tenía cerca de un millón de habitantes, a los que hubo que sumar unos 200.000 refugiados de Andalucía y de Castilla que llegaron a la capital republicana huyendo del avance de las tropas franquistas. Sin duda alguna, Madrid ya era una gran metrópoli con un parque móvil de 60.000 vehículos, cerca de 500 tranvías y más de 3.000 taxis. Ese latido ciudadano, en medio de las batallas y de la progresiva hambruna, quedó reflejado también en la prensa republicana de la época que no dejó de ofrecer información de espectáculos, deportes o fiestas. “Si dejas a un lado la inevitable propaganda política, puede reconstruirse la vida cotidiana a través de revistas como Estampa y Crónica o de diarios como Ahora”.

El céntrico mercado de San Miguel después de un bombardeo. 

Si tuviera que elegir un barrio que ha cambiado poco desde aquel periodo, hace más de 70 años, Cohnen se queda con Lavapiés. “Allí no entró la piqueta en los años del desarrollismo y hoy se puede pasear por el barrio siguiendo las descripciones de la famosa novela La forja de un rebelde, de Arturo Barea. En algunas calles, como la del Ave María, se conservan las casas, balcones o plantas bajas del Madrid de la guerra”. El castizo y popular barrio no constituía un objetivo militar prioritario y se hallaba lejos del frente, que estaba situado en la zona de Moncloa y la Ciudad Universitaria. Por razones muy distintas, otro distrito que permaneció intocado fue el burgués barrio de Salamanca. “Está claro”, comenta Cohnen, “que los militares sublevados no iban a disparar contra los suyos, no iban a bombardear sus propias casas o las de sus amigos. Por ello, partidos políticos, sindicatos, jefes militares o medios de comunicación, como la potente Unión Radio, se instalaron en edificios del barrio de Salamanca para sentirse seguros”.

Vidascontadas.org, un proyecto para no olvidar la memoria histórica

Vidascontadas.org, un proyecto para no olvidar la memoria histórica

Fruto de un trabajo de documentación exhaustivo, el libro está repleto de fotos antiguas y contemporáneas, así como de planos, todo ello acompañado de unas introducciones históricas muy didácticas. Cuando parecía que la bibliografía sobre la guerra civil estaba agotada, llega esta guía que confirma las razones por las que el conflicto español figura entre los temas más llevados a la literatura y al periodismo de todo el siglo XX en el mundo. Así pues, la nómina que encabezaron Ernest Hemingway, John dos Passos o Gerda Taro resultaría interminable al enumerar los intelectuales y periodistas que vivieron en el Madrid sitiado. “La idea se me ocurrió”, recuerda Cohnen, que colabora en las revistas Muy interesante y Muy historia, “cuando un amigo de la Biblioteca Nacional me comentó que una pareja de turistas norteamericanos había preguntado por la existencia de alguna guía de Madrid en guerra”. Publicado por una editorial como La Librería, especializada en libros sobre Madrid, la guía de Cohnen interesará a todos aquellos que pretendan indagar en el día a día de una urbe en guerra, más allá de los grandes sucesos militares o políticos.

Varios milicianos se refrescan antes de partir hacia el frente.

Puesto a elegir un madrileño representativo de los sufrimientos de la capital, Cohnen no duda a la hora de señalar a Julián Besteiro. Antiguo concejal del Ayuntamiento, catedrático de Filosofía de la Universidad, dirigente socialista y expresidente de las Cortes, el drama de un denostado Besteiro ilustró las contradicciones de muchos republicanos. “Fue tachado de traidor”, aclara Cohnen, “por querer firmar la paz con Franco en las últimas semanas de la guerra y por enfrentarse a la política de resistencia a ultranza del primer ministro Juan Negrín y de los comunistas. Pero hay que ponerse en su lugar porque trató de evitar más penurias para la población. Su final fue patético cuando, ya muy enfermo, murió en 1940 en la cárcel de Carmona, donde lo encerraron los franquistas”.

Más sobre este tema
stats