LIBROS

¿Hay portadas y ‘portados’?

Portada de 'Libertad', de Jonathan Franzen.

EVA ORÚE

Que las cubiertas de los libros tienen importancia es algo que nadie negará. Al menos no los editores, conscientes como son de que muchas ventas dependen de ellas.

Que diseñar las tales cubiertas es una misión delicada también es comúnmente aceptado. Incluso por quienes no dejan de lamentar la pereza de esos diseñadores que se limitan a copiar portadas ya experimentadas en libros exitosos del mismo género literario.

Que las mujeres leen más que los hombres es algo que dicen las encuestas reiteradamente. Y que los libros pensados para mujeres tienen un aire de familia es una evidencia.

Pero, ¿alguien se había parado a pensar en si la portada de un libro puede depender de si el autor es varón o mujer?

Maureen Johnson sí.

Por eso, Johnson, escritora de literatura juvenil (a la que el ISBN español atribuye un solo título aquí, en catalán y en Editorial Cruïlla), tuiteó

"Me gustaría tener un céntimo para cada email que reciba diciendo: 'Por favor, pon una cubierta que no sea para chicas en tu libro para que pueda leerlo'. Firmado: Un Chico.”

Johnson sabe que el lector que ve un libro recibe abundante información: título, nombre del autor, fajas con frases elogiosas, lugar en el que se encuentra en la librería… que le permite hacerse una idea de lo que va a encontrar. Pero no se le escapa que, de todos, el dato más importante es el diseño de la portada, la puerta de entrada a la obra.

Pues bien, en su opinión, si eres autora tienes muchas posibilidades de resultar agraciada con una cubierta que indique que la obra es de menor calidad, una portada girly, de chicas, que te hace saber que el libro es “intrínsecamente distinto y más fácil de digerir”.

Un hombre y una mujer pueden escribir libros sobre el mismo tema, insiste, del mismo nivel de calidad, pero la mujer tiene más probabilidades de merecer una cubierta sugerente, con algún destello y una larga melena meciéndose al aire. Lo cual no beneficia a nadie, tampoco a los chicos que estarían encantados de leer historias sobre mujeres escritas por mujeres, pero que quizá no se animan porque las portadas les echan atrás.

De ahí nació la idea de lanzar un reto a sus 78.000 seguidores de Twitter, un reto que tiene nombre y hashtag: #coverflip, cambio de portada. Cojan un libro conocido, cambien el sexo del escritor y piensen en cómo sería la cubierta. Un desafío que ha picado a muchos…

No obstante, los followers de Johnson han hecho algo más que ponerse a tope con el photoshop, también han aportado reflexiones y sugerencias. Así, los hay que sostienen que el cambio necesario pasa por refutar a los especialistas el mercadotecnia, cuyas ideas guían la mano de los diseñadores.

Desde luego, no les falta razón. Walter Hellmann, que fuera director de arte de la editorial Rowohlt, explicaba ya hace años cómo los departamentos de marketing sistematizan los gustos de los lectores e imponen a sus colegas de diseño el aspecto de los libros, lo cual tenía varios efectos perversos, los más relevantes, la homogeneización de los libros.

Pero volvamos a la respuesta cosechada en Twitter… También los hay que apuestan por importar estrategias de otros segmentos artísticos: si en las orquestas se realizan audiciones a ciegas (tipo La Voz), ¿por qué no pensar en algo similar para el mundo literario?

Al cabo, el cambio definitivo llegará de la mano de los responsables de las editoriales… si es que piensan que hay algo que cambiar. De momento, Maureen Johnson y sus seguidores han conseguido que miremos las ¿inocentes? portadas con otros ojos.

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