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Actuaciones musicales

Sónar, veinte años conectando generaciones a la música del futuro

Kraftwerk

Con la venta de entradas a conciertos cayendo un 27% y la industria musical quejándose por la fatídica coyuntura, el Sónar 2013 revirtió la estadística y logró congregar un 24% más de asistentes respecto al año anterior. 121.000 espectadores procedentes de 102 países, récord histórico del festival en su 20º aniversario. Espacios y escenarios más amplios – por el cambio de ubicación de Sónar de Día, del CCCB a Fira Montjuic –, actuaciones dispares y un público más diverso que los propios conciertos, si cabe. De Kraftwerk a Skrillex, pasando por Pet Shop Boys y Jurassic 5, hasta llegar a Chromatics o Richie Hawtin. Este Sónar pasará a la historia por la multitudinaria reunión de estilos y gustos radicalmente opuestos pero igualmente sentidos.

Tres días de conciertos (13,14 y 15 de junio) en los que la euforia, la alegría, la despreocupación y las ganas de vivir el momento hermanaron a una Barcelona desihinbida voluntariamente para la ocasión.

Todo empezó con un concierto de piano, el del luxemburgés Franceso Tristano, clásico y electrónico, sintético a la par que experimental; y continuó con Lindstrøm y Todd Terje, elegantes y dinámicos en el uso de sintetizadores, módulos y pads de percusión. Prolegómenos celebrados en el Sónar de Día como anticipo a lo que se vendría encima, las dos jornadas siguientes, con el Sónar de Noche en la Fira de Gran Vía. Allí actuarían Kraftwerk, Major Lazer, Skrillex, Two Door Cinema Club, Maya Jane Coles, Nicolas Jaar o Richie Hawtin, el primer día; y Pet Shop Boys, 2manyjds, Paul Kalkbrenner, Maceo Plex, Luciano y Laurent Garnier, la segunda noche. Pero antes, había doce horas disponibles para aprovechar el buen tiempo.

Sónar de Día

El Sónar de Día, ahora en su nuevo y más amplio emplazamiento, con un gran césped artificial y una carpa sobre la que guarecerse del radiante sol que acompañó al evento, albergó unos 50 conciertos heterogéneos y adaptados tanto al espacio como al tiempo de la propia actuación. Si esta fase diurna del festival suele concebirse como una previa distendida en la que hacer tiempo hasta que llegue la medianoche y se desate la locura o, más aún para algunos, el desenfreno, la programación de este año cumplió con dicho requisito y fue a mayores.

Las actuaciones con sabor islandés de Sísý Ey y lafur Arnalds Trio, house-pop y electro-pop piano respectivamente, el dj set del incansable y siempre renovador Matthew Herbert, el dance de Modeselektor y el directo del emergente talento barcelonés bRUNA destacaron en la primera jornada matutina, así como también tuvieron buena acogida La Bien Querida o Jamie Lidell. El segundo día, para ayudar a sobrellevar la resaca de quienes la noche anterior habían acudido (o cerrado) Sónar de Noche, el casi lleno absoluto de Chromatics –compositores de la banda sonora de la película 'Drive'–, con su sonido ochentero vintage, el dubstep de Mary Anne Hobbes, que encantó al público por su exquisita selección musical y el sensual r&b de Aluna George completaron un cartel de día que cerraría el dj Nacho Marco y los representantes de la Red Bull Music Academy, celebrada en el SonarDôme y que gozó de una excelente acogida por la frescura, dinamismo y fuerza imprimada por los jóvenes talentos del beat, el drop y el scratch. La cerveza fría, en gran parte, puso el resto.

Kraftwerk y Pet Shop Boys

En Sónar de Noche, los más esperados fueron, precisamente, casi los primeros: Kraftwerk y Pet Shop Boys. El cuarteto alemán inauguró los conciertos de los grandes nombres y volvió a dar un recital sobre un escenario, convertido en plataforma audiovisual adaptada al 3D, para desplegar su mejor repertorio y así conectar con un público que no era admirador suyo en su totalidad. A los veteranos seguidores de la banda, amantes de la electrónica elegante, sencilla y melódica, se le unieron los cuerpos presentes y orejas ausentes de los más jóvenes y viscerales fans del drop y el step, expectantes a que avanzase la noche y sus nuevos ídolos – véase Skrillex, Major Lazer (Diplo) y Bauuer – llegasen para incendiar el ambiente y quemar la monumental nave (SónarClub) dispuesta para los conciertos más multitudinarios.

Ralf Hütter y compañía demostraron por qué, para algunos, son considerados como los “mejores artistas de música electrónica de la historia”. Música del pasado, vanguardista en el presente y, probablemente, también en un futuro no muy lejano. Más de 40 años a resumir en temas como Computer Love, The Robots, Metropolis, Metal on metal, Autobahn o The Model. Melodías perfectas para sonidos industrializados y mecanizados, lo mismos de ayer y de hoy.

La segunda noche fue el turno para los Pet Shop Boys, aunque ya habían actuado en la jornada del jueves a modo de presentación, esta fue su actuación oficial. Pop lento, pop eufórico y pop clásico. Pop del bueno y no del nuevo. Presentaban su último disco (Electric), el más enérgico, y también se remitieron al inmediato anterior (Elysium), más relajado. Entre mapas digitales, alumbrados por variopintos juegos de luces rojas y azules, coreografías simétricamente creadas por Lynne Page y cambiantes y llamativos disfraces para vestir a Neil Francis. Así discurrieron sus casi dos horas de concierto. 

Tras las actuaciones de ambos, finalizadas al dar la medianoche, la escena que se viviría en las cuatro pistas –dos al aire libre, dos cerradas– giraría su modulador de frecuencia hasta bajar el tono a los sonidos más graves, rompedores y revolucionarios de la electrónica reciente.

Skrillex y la electrónica rabiosa

El encargado de solaparse con Kraftwerk e ir calentando los ánimos fue Nicolas Jaar, un jovencísimo dj de raíces chilenas que, con escasos 23 años, se ha convertido en un fijo del Sónar: cuatro actuaciones en cinco años; música clásica, negra y electrónica, mimada y cuidada hasta el mínimo detalle, ideal como hilo musical de fondo para relajarse y, también, para hacer vibrar el pecho por sus bajos. Después vendría Bauuer, norteamericano y anónimo culpable del Harlem Shake, quien comenzó a revolucionar las pulsaciones con un trap acelerado, sonoro y que retumba potencialmente a cada grave que percute un ritmo ya de por si marcado. A partir de ahí, más madera.

Lo que traería Major Lazer – liderado por Diplo, quien también sería el encargado de cerrar esta primera noche – desde Jamaica viviría su máximo exponente con la irrupción de Skrillex en su nave espacial. Vuvuzelas para todos, confeti, cañones de humo, una bola humana corriendo sobre las manos del público, ondeo de banderas y baile femenino multitudinario sobre el escenario. Major Lazer desataría la locura y dejaría un ambiente inmejorable para que, después, fuese Skrillex quien hiciera perder la cabeza de los últimos fans de la música electrónica. Música rabiosa e incombustible.

Y llegó el momento del californiano Sonny Moore (Skrillex). Se ganó al personal nada más comenzar su show, con un remix de Barcelona –el himno de los Juegos Olímpicos del 92, por Freddie Mercury y Montserrat Caballé–, imágenes de la misma ciudad de fondo y la camiseta del propio equipo culé (Skrillex 666, ponía). Dubstep enfermizo e iracundo. Sin tregua. No dando lugar a ningún momento de armonía o paz musical. Se podían mascar el aire, y algo más, en el ambiente vivido durante su concierto. Una auténtica olla a presión ya explotada y sin intención de control alguno. Amado por muchos, odiado por otros tantos. Skrillex seguirá dando que hablar mientras haya jóvenes dispuestos a perder la cabeza como si no hubiera un mañana.

Para terminar esta primera jornada, la más enfocada al frenetismo, Richie Hawtin. Más de 20 años de techno, minimal y experimental reconocido por unanimidad en toda la escena electrónica contemporánea. El canadiense presentaba un nuevo espectáculo, Enter, para cerrar una noche convertida en brisa mañanera con el amanecer del día. El público, extasiado, se entregó al trance de Hawtin y él respondió con todo. También triunfaron la joven británica Maya Jane Coles, minimal delicado y reposado, Two Door Cinema Club y Derrick May.

Veteranos del techno

El siguiente día vendría dado de la mano de nombres con carreras más extensas y diversas. Jurassic 5 actuaría a la misma hora que Pet Shop Boys. Tras seis años fuera de los escenarios, volvieron a traer un rap diferente, alejado del ghetto, la conflictividad social y el triunfo hedonista del que está fuera del sistema y sobrevive por medio de la violencia y el narcotráfico. Pero con el mismo flow y respeto de quienes escuchan a los otros nombres, más mercantilizados y emulados. Repertorio impecable, con mención especial al juego de scratches a los platos de Nu Mark y Cut Chemist. Melé, por su parte, fue el encargado de seguir tras PSB; muy similar a Baauer, su sonido es más guarro y discontinuo en los mixes.

A continuación, dos referentes del género electrónico, conocidos por casi todos. 2manyjds fueron de los que más público reunieron. Lo hermanos Delaware, acompañados de unos vídeos muy acertados, remixearon temas míticos de otros artistas como Disclosure, Mumbai Science o John Dahlbäck. Luego vendría Justice (dj set), a diferencia de la gran mayoría de artistas, sin nada más que ofrecer a la gente que su música, nada de vídeos efectistas.

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Para aquel entonces, la mayoría de asistentes ya habría podido comprobar la creciente multitud de individuos enfundados con la camiseta de la selección alemana de un jugador nada desconocido para ellos: Paul Kalkbrenner. El músico afincado en Berlín, que protagonizó una película y acapara números unos en el país germano, ofreció una sesión perfecta en la que nada falló. Ni el público, ni su live. Paul se mantiene fiel a los 90 y sigue haciendo música en directo, concierto tras concierto, sin intención alguna de grabar la misma canción y reproducirla dándole al 'play'. Sonaron sus mejores temas y, cuando se podía, el público los acompañaba con su voz.

Mientras, Maceo Plex nos transportaba, al aire libre, a otra dimensión oscura y espacial, mística y taciturna. Antes destacó la sesión del francés Busy P, un clásico. Para dar los buenos días al amanecer y despedir el Sónar hasta el próximo año, Laurent Garnier. Veinte años después, el dj de The Man with the Red Face sigue hilando fino y con delicadeza. En otro lado, LucianoSeth Troxler hacía lo propio con su público.

Aunque más del 50% de los asistentes hayan sido extranjeros –en su mayoría provenientes de América, Rusia y Australia–, es de esperar que, si nada cambia y el Sónar sigue por este mismo camino, acertado y aplaudido, veinte años resulten pocos para resumir un festival que va más allá de la música y el espectáculo. Es el reflejo de una época cultural. Ya lo aventuraban en su primera edición, allá por 1994: “Conéctate a la música del futuro".

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