LIBROS ELECTRÓNICOS

El increíble caso del libro cambiante

Un libro electrónico.

EVA ORÚE

Hace ya un par de años, un grupo de editores españoles presentó en sociedad la plataforma librosinlibro.es postulándose como defensores de “un ejercicio amable del libro electrónico”, que minimice las prácticas fraudulentas y facilite su expansión por las redes sociales, por ejemplo, eliminando el DRM (Digital Rights Management), un sistema contra las descargas ilegales al que recurren muchos editores.

“¿Por qué no vamos a confiar en los lectores si les ofrecemos calidad y precio?”, se preguntaban. “Además, los libros sin DRM se pueden leer y compartir en cualquier dispositivo sin ningún problema”, en tanto que el DRM “dificulta mucho la descarga”.

Una afirmación esta última que suscribirán no sólo los amantes de la lectura: véase lo que ocurrió con el célebre simulador SimCity. Pero volvamos a los libros.

Como saben, hoy en día, los editores de libros electrónicos recurren a dos tipos de DRM. Uno cierra el archivo, de modo que el comprador sólo puede transmitirlo a un número limitado de dispositivos; otro señala el archivo con una suerte de marca de agua que, llegado el caso de una distribución fraudulenta, hace posible la búsqueda del comprador original.

Y así ha venido siendo, hasta que la experiencia y las innegables limitaciones del sistema han convencido a los citados y a otros muchos de que aherrojar contenidos es una práctica inútil. Para comprobarlo, basta con googlear las expresiones “quitar el DRM” o “eliminar el DRM”:quitar el DReliminar el DRM la cosecha de resultados desanima al más testarudo.

Sin embargo, hay quien no se rinde.

Intentémoslo de nuevo

Así, comprobado que el sistema DRM es cualquier cosa menos perfecto e inviolable, los investigadores del instituto alemán Fraunhofer han decidido mejorarlo, inspirándose en lo ya hecho en otras industrias culturales.

¿Cómo? Por lo que ha trascendido, el nuevo sistema, que ya no se llama DRM sino SiDiM, Siché Dokumente durch individuelle Markierung (Documentos Seguros mediante Marcación Individual), aspira a prevenir las descargas ilegales modificando ligeramente el texto de los libros, cambiando o eliminando palabras, de modo que cada copia deje un rastro que permita, como las migas de Pulgarcito, desandar el camino andado hasta llegar a la copia primigenia y al propietario del libro origen de la cadena.

Es decir: SiDiM modifica aleatoriamente los originales, aunque sin alterar la secuencia de lectura. En la imagen, varios ejemplos posibles en el blog Goodereader (entre ellos: “invisible” pasa a ser “no visible”); también puede alterar el orden de las palabras en una frase o separar los vocablos con un guion.

¿Funcionará?

Antes incluso de determinar si es eficaz, habría que preguntarse hasta qué punto los autores estarán dispuestos a permitir, en nombre de la lucha contra las descargas ilegales, que una máquina sin alma modifique sus creaciones, por pequeños que esos cambios sean.

El Fraunhofer, eso sí, ha conseguido dinero público por varias vías: del Ministerio federal alemán de educación e investigación, de la Asociación alemana de libreros, de alguna empresa tecnológica y de un bufete de abogados (Notos Rechsanwälte), y anuncia su intención de poner pronto el mecanismo a disposición de las editoriales.

Por su parte, los enemigos del DRM, a los que imaginamos también coaligados contra el balbuceante SiDiM, tampoco cejan en su empeño y anuncian ya la celebración del próximo Día Mundial contra el DRM el 6 de mayo de 2014.

A esta historia le quedan aún muchas páginas por escribir.

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