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El arte de la suplantación y su tragedia

Una imagen de 'El general de la Rovere', de Rossellini.

Antonio G. Maldonado

“Tengo todas las razones para suponer que la próxima noche, entre las dos y las cuatro, desembarcará en cierto punto de la Costa de Levante que luego le diré el general de la Rovere. No sé quién será, pero tiene un hermoso nombre”, le dice el capitán del ejército alemán Schrantz a su superior, el coronel Müller. Corre el año 1943, en el norte de Italia. Los Aliados han desembarcado ya en el sur de la península italiana. Mussolini ha huido al norte, donde, protegido por Hitler y su Luftwaffe ha creado la República Social de Saló.

La llegada del general de la Rovere a la Italia aún controlada por los fascistas se saldaría con su muerte, aunque pronto el buscavidas y arribista Giovanni Bertone suplantaría al militar en el presidio, con la complicidad de sus carceleros alemanes. No podían permitir que muriera, y Bertone, un pícaro estafador malapartiano, suplantaría con gusto a un personaje que, poco a poco, fue apoderándose de él hasta transformarlo del ser amoral y libérrimo que fue antes de ser detenido, en un personaje trágico, consumido por el remordimiento y el peso de la nueva identidad y la pérdida, plasmado en algunas de las cartas que leyó en su condición de general. “Cuando no sepas cuál es el camino del deber, elige el más difícil”, le escribe para su consternación la mujer de la Rovere. Finalmente, el hundido Bertone no revelará antes de ser fusilado los nombres de los integrantes de la Resistencia, cometido para el que había aceptado suplantar al militar.

La historia del general y el impostor ha sido contada numerosas veces, y ha sido fuente de comparación con muchos personajes históricos a los que se supone un comportamiento y ejecutan otro. Además, la brillante adaptación al cine que Roberto Rosellini dirigió en 1959 con un encumbrado Vittorio de Sica en el papel del falso de la Rovere, opacó la nouvelle del periodista y escritor italiano Indro Montanelli (1909-2001).

Editorial Confluencias nos presenta ahora la edición de El general de la Rovere que el propio autor reescribió introduciendo los cambios que los guionistas de la película propusieron a su relato original. “Lo he escrito como una historia, no como una página de la Historia”, nos advierte Montanelli en el prólogo a la edición. Aunque el maridaje de las herramientas de la ficción y los hechos en pro de una verdad más general es cada vez más aceptado en el periodismo narrativo (del que Montanelli fue un precursor y un maestro), su consignación a modo de aviso por parte del autor revela el valor que el autor concedía a la verdad y los hechos como materia prima de su profesión. No en vano, fue uno de los grandes divulgadores de la Historia, con títulos clásicos como Historia de Roma, Historia de los griegos, Historia de la Edad Media, La Italia del Risorgimento o Dante y su siglo, entre otros. Fue, además, uno de los grandes escritores de perfiles y daguerrotipos, trabajos que se reunieron en el libro Gentes del siglo (Espasa, 2006). Montanelli, decano del periodismo en Europa, estaría muy valorado en cualquier publicación de periodismo narrativo, tan celebradas ahora.

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