Teatro

La contagiosa enfermedad de la pobreza

Israel Elejalde, en un momento de la representación de 'La fiebre'.

Un día se encuentra usted en su casa, con su aire acondicionado último modelo, su doble ventana, sus suelos de parqué, su agua corriente, sus bombillas de bajo consumo y sus cómodos sofás. Al día siguiente, por una u otra razón, viaja a uno de esos países del llamado Tercer mundo.

En cuestión de horas, acierta a verse a sí mismo retorcido entre dolores de estómago y sudores fríos en la habitación de un destartalado hotel, con un lavabo oxidado a los pies de una cama desvencijada, con coloridos bichos correteando a sus anchas por el cuarto, bajo unas ventanas por las que se cuela a bofetadas un asfixiante calor. 

Aunque eso no era lo peor que le podía pasar: la visión de la miseria y el dolor ajenos, las desequilibradas comparaciones entre sus problemas y los de los otros, la comprensión de la nimiedad de sus preocupaciones ante la grandeza de las penurias, la violencia y las injusticias, le han hecho contraer La fiebre.

Escrita en 1991 por el cómico estadounidense Wallace Shawn, la obra, un monólogo sobre la contagiosa enfermedad de la pobreza, ha sido actualizada por el actor Israel Elejalde, que la representa en la Cuarta Pared de Madrid hasta el 28 de julio, para retomarla de nuevo a partir del 6 de septiembre.

Un sofá, una lámpara, una pantalla y una chelista es todo lo que necesita Elejalde para transportar al respetable a una de esas ciudades dominadas por la guerrilla, donde el pueblo sobrevive a base de dejarse el cuerpo y el alma trabajando día y noche, por cuatro duros, o dólares, sin percibir por ello ni la más mínima de las indulgencias.

“Llevaba un año buscando textos que hablaran sobre las cosas que me estaban afectando como ciudadano”, cuenta el intérprete, conocido por su participación en series como Amar es para siempre o Cuéntame cómo pasó. “Y había una clarividencia en este texto, que habla sobre lo que está ocurriendo, sobre las consecuencias nefastas de un sistema con unas diferencias extremas entre ricos y pobres”.

Con humor, sobre todo ironía, y también pasión, vergüenza y desconsuelo, Elejalde reflexiona en alto sobre los vacuos remordimientos, las manidas excusas para calmar la propia conciencia, la persistente inacción. Y explica cómo, de sentir esas historias de infortunio y muerte gratuitos como algo propio de otros mundos, de lejanas tierras que solo la televisión o la aventura eran capaces de alcanzar, la situación ha cambiado hasta convertirlas en parte del día a día.

O lo que es lo mismo: “La terrible experiencia de ver cómo alguien conocido se acerca al umbral de la pobreza”.

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El 'crowdfunding': de excepción a norma

El impulso creativo, la “necesidad de contar” ha impelido a Elejalde a recurrir a una “medida desesperada”para poder levantar la obra: el crowdfunding. A través de una plataforma online, el actor ha recaudado 3.000 euros para el montaje gracias a las aportaciones de mecenas comprometidos con las artes. Y aun así, ha tenido que poner algo más de su bolsillo.

“Uno de los problemas es que el modelo de financiación anterior ha desaparecido, y lo que nos han ofrecido a cambio es la nada”, se lamenta Elejalde, para después recordar que, aunque “el teatro no cambia el mundo”, no deja de cumplir una valiosa labor de concienciación. “Si de cada 200 espectadores, sale uno planteándose ciertas preguntas en la cabeza, ya habrá merecido la pena”.

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