Arte

Españoles (y artistas) por el mundo

Una obra de Judas Arrieta, artista residente en Pekín.

La de artista ha sido tradicionalmente una profesión de riesgo: la precariedad, la inestabilidad o la suerte han sido siempre factores que han definido para muchos su práctica. Pero claro, las circunstancias también obligan. En respuesta a unos tiempos de recortes y desapego institucional por la cultura y la educación, que ha hecho de la tradicional movilidad del creador necesidad, se inauguraba hace solo unos días en Berlín la exposición Marca España, una puesta en cuestión de lo que significa ser español, y artista, por el mundo. De Nueva York a Pekín, pasando por Londres, París y el mismo Berlín, cuatro reconocidos creadores, así como un colectivo, repasan las circunstancias personales que les han llevado a hacer las maletas, y opinan, cada cual con su coyuntura, sobre el estado de su profesión en su país de origen. Una mayor proyección y acceso al mercado internacional se imponen como razones de la marcha. Más educación, concienciación social, y apoyo del Gobierno, lo hacen como propuestas de mejora. 

David Rodríguez CaballeroNueva York

Con su carrera en pleno proceso de escalada, David Rodríguez Caballero (Palencia, 1970) se mudó a Nueva York hace dos años y medio. Ya había pasado otra temporada en la ciudad de los rascacielos, entre 1998 y 2000. “Hay dos razones”, explica vía Skype. “Una, porque Nueva York es una ciudad que mejora tu obra, por la calidad del arte que hay aquí, y porque es un escaparate especial. La otra, por el mercado del arte: aquí es donde la gente viene a comprar”. Aunque su obra, que ha evolucionado desde la pintura a la escultura de pared, pasando por la tridimensional, funcionaba bien en España tanto a nivel de ventas como de crítica, aquí las cosas, señala, tienen “un tope”. “España ya lo tenía controlado de alguna manera”. Así que se lanzó a crecer.

A diferencia de artistas más jóvenes o menos avanzados en la profesión, él llegó a EEUU con un proyecto establecido. “Hice una exposición, funcionó muy bien y a partir de ahí las cosas han sido fáciles”, explica el artista, representado por la muy prestigiosa e internacional galería Marlborough. Al mismo tiempo que considera su traslado –no forzoso- como un punto positivo para el desarrollo de su trayectoria, Rodríguez Caballero comparte la preocupación de los artistas que, por un motivo u otro, deciden quedarse en España. “Ha habido una falta de coleccionismo privado, pero sí ha habido un apoyo institucional que ahora ya no existe”, señala. “Esto ha provicado un batacazo, pero al mismo tiempo ha hecho reformular los conceptos, buscar nuevos formatos y avanzar. Ocurren cosas positivas desde el punto de vista de la creación, pero no dan para la manutención. Es una paradoja”.

Pablo GenovésBerlín

Para Pablo Genovés (Madrid, 1959), un artista que vive a caballo entre la capital alemana y la española, la situación se le presenta igualmente con dos caras contrapuestas: “De un lado, la parte personal, de tu creación. Me venía bien otra perspectiva para mi creación personal. Del otro, la posibilidad de exponer fuera, porque en España no hay un coleccionismo serio ni un proyecto cultural español potente como en países como Islandia u Holanda”. La estancia en el extrajero para un artista, no obstante, es algo que “hay que vivir”: “Lo que me parece mal es que no vayan a poder volver”.

Los partidos políticos–“que han pasado de nosotros olímpicamente”- han dejado de lado, según opina el artista, uno de los pilares sobre los que se asienta todo posible desarrollo: la educación. “Aquí la gente sale muy mal preparada”, arguye el creador, especialista en la fotografía de retoque digital. “Creo que los que quieran ser artistas deberían estar formados por artistas, y no por funcionarios. Así, en diez años podrías tener una generación de gente formada y en contacto con el arte”. Y no es ese el único problema que percibe Genovés: también destaca la falta de una red de coleccionistas consolidada y, claro, el ivazo. “Hacía ya tiempo que el arte no se vendía en negro, pero claro, si torpedeas con el IVA, que es una cosa de risa, ahora, o se compra en B o no se compra”, asegura. “A veces pienso que hasta les da igual si se recauda dinero o no, o si se hunde todo el sistema”. 

Alberto RegueraParís

El pintor Alberto Reguera (Segovia, 1961) no se lleva a engaño: “A día de hoy es difícil vivir como artista dentro y fuera de España”. Él llegó a París para seguir un curso sobre arte contemporáneo en la Escuela del Louvre. Y allí se quedó, aunque siempre combinando las estancias en aquella ciudad con viajes de vuelta a España. La muy positiva recepción que tuvo su obra en Francia, una admiración que se extendió enseguida a la vecina Bélgica, contrasta, según relata, con el escaso interés que sus instalaciones y pinturas expansivas provocaron en España. “Nuestro mercado de arte institucional y privado es mucho más reducido que en Francia, y está sometido a unas presiones que lo asfixian, como la subida del IVA cultural”, apunta. “A diferencia de España, en Francia, tanto las instituciones como la sociedad francesa dan una mayor importancia al arte contemporáneo. Hay una especie de consenso, en la que estarían de acuerdo dispares grupos sociales y políticos, en que el arte y la cultura es un bien intocable”.

Las soluciones, como cree también Genovés, pasarían por una mayor concienciación social sobre el valor y la importancia del arte y la cultura. Y el camino empieza en la educación. “Y a partir de ahí, saber situar las nuevas obras de arte y las tendencias que vienen”. Con todo, no deja de subrayar el papel de las galerías que pelean por sacar a flote a sus artistas, así como el de los (pocos) grandes coleccionistas que existen en España. Para que estos se asentaran y crecieran, sería necesario que se cumpliera la largamente esperada promesa de la Ley de Mecenazgo. Pero con adecuación a los tiempos: “Que no sea una ley excluyente, que sea amplia e inclusiva al mismo tiempo, protegiendo también a las pequeñas estructuras. Que sea una apuesta de riesgo. Pero, lo más importante, que no sea una excusa para que las instituciones públicas se desentiendan de la obligación de preservar, promocionar y ayudar a proyectos e ideas que vean la luz. Tiene que existir un equilibrio entre ambas”.

Judas Arrieta Pekín

Cuando en 2005 comunicó a familiares y amigos que se marchaba nada menos que a Pekín a perseguir su sueño, lo menos que le dijeron a Judas Arrieta (Hondarribia, 1971) fue que estaba "loco". Pero es que el arte, asegura, “más que un trabajo, es una enfermedad”. Su primer objetivo fue “encontrar un lugar donde trabajar en mejores condiciones que en España”. Lo que no quiere decir que en China el viaje haya transcurrido por un camino de rosas. “Ser artista extranjero y sobrevivir vendiendo arte es complicado”, señala. “Hay mucha competencia y es un mercado complicado”. Siempre conectado a España, donde organiza entre una y dos exposiciones al año, Arrieta sigue intentando hacerse un hueco en el mercado chino, donde, asegura, “las relaciones y los contactos mandan”. “También el gusto de las clases más pudientes, que son las que compran arte, sigue siendo muy conservador y sobre todo se tiende a barrer para casa, algo que me parece normal”.

Mientras que en España existen (aunque dentro de poco es posible que haya que cambiar el verbo al pasado) becas y concursos que apoyan la creación, en el país asiático es necesario tirarse en solitario a una piscina, como dice Arrieta “llena de tiburones”. Para apoyar a los foráneos que como él se decidían a adentrarse en aquel enorme mercado, este guipuzcoano –que regresa puntualmente cada invierno a su Hondarribia natal- creó una residencia de artistas en 2008 con la que, según cuenta, más de 30 artistas han podido desarrollar proyectos que han fructificado en 23 exposiciones con creaciones españolas y chinas. El interés y la percepción del arte contemporáneo, en cualquier caso, varían enormemente de un país a otro. “Para el ciudadano chino casi siempre es una opción para invertir o demostrar un estatus social”, señala. “En España, aunque el número de coleccionistas es reducido, una gran mayoría conoce el mercado, tiene sus gustos y casi siempre compra pensando en darse un capricho. La idea de la inversión es secundaria”.

Spanish Artists in London – Londres

Llegados a la capital británica por razones dispares –muchos, simplemente, “por instinto viajero y sin intención de quedarnos aquí”, como explica a modo de portavoz Loli Cardeñoso- una quincena de artistas, entre pintores, fotógrafos, ceramistas, performers y más- se asociaron con el nombre de Spanish Artists in London (Artistas españoles en Londres), bajo el cual presentan sus exposiciones. Vivir en la ciudad del Támesis, explica Cardenoso, supone por lo general un plus con respecto a España, “pero es importante tener en cuenta que Londres en realidad no es reflejo fiel del resto del país”.

Cada cual con sus propios compromisos profesionales, entre ocho y diez de ellos suelen participar en las actividades colectivas del grupo. “En mi opinión”, señala la artista, “el exponer como grupo español nos da un valor añadido”. Aunque el juego también funciona en sentido inverso: “También lo hemos percibido al exponer en España como residentes de Londres”.

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