Teatro

“Es un crimen que el teatro no esté en la Educación”

José Pedro Carrión y Valery Tellechea en un momento de la representación de 'Júbilo terminal'.

Si existe un espacio donde la mentira y la verdad, la tristeza y la alegría, lo viejo y lo nuevo, y todas las dualidades, los extremos y las realidades se confrontan, ese es el teatro. Dos personas, un hombre y una mujer, un veterano desinflado por el hastío y una joven henchida de ilusión, alguien que lo tuvo todo y ya no quiere nada, otra que sin haber conseguido nada aspira a quererlo todo, se suben a las tablas de la sala madrileña El Sol de York para poner las ironías y las verdades del teatro -y de la vida- de relevancia. Bajo las dos máscaras de la comedia y la tragedia se esconden los actores José Pedro Carrión y Valery Tellechea que, unidos en la compañía Vivero, representan su Júbilo Terminal hasta el 22 de septiembre.

En un juego del teatro dentro del teatro, en auténtica sintonía con el público, entendido como el tercer y –quizá- más importante protagonista, aquel que toma las decisiones y da las respuestas, ambos intérpretes –él, premio Nacional de Teatro curtido en mil batallas; ella, joven pero sobradamente preparada- desnudan sus pensamientos y sus impresiones sobre la que no es solo una profesión, sino una auténtica vocación. Una que, aunque vapuleada, ellos insisten en defender como potente aporte vitamínico para la salud de una sociedad doliente. “Hablamos de lo que es el teatro, de su función”, explica Carrión, “de por qué somos útiles los actores, a quienes algunos nos llaman vagos y maleantes”.

Tras largas conversaciones, en 40 días Carrión y Tellechea levantaron la pieza, que ahora han traído a El Sol de York, un espacio de reciente apertura con vocación de erigirse en una pequeña gran sala, y que esperan poder llevar a otras ciudades dentro y fuera de España. Para dar forma a su propuesta, "el nacimiento de un nuevo teatro”, bucean en textos de clásicos como Shakespeare, Lorca o Chéjov, -"que hablan de cuestiones universales que no van a pasar de moda nunca", asegura Tellechea, "de la venganza, del rencor, de la generosidad, la amistad, el amor"-  que combinan con escenas de la vida real, con el 15M, con la crisis, con las puertas del futuro cerradas para toda una generación. “Hay todo un mundo perdido por consentir”, dicen los intérpretes, que también tienen en cartel La Douleur, de Marguerite Duras y Einstein, una piedra. “Para las generaciones está difícil ponerse de acuerdo, pero nosotros creemos que hay una relación posible”.

Ese nuevo teatro que imaginan y anhelan, valiente y decidido, veraz e imaginativo, inspirador y educativo, con un pie en el pasado, el otro en el futuro y la cabeza en el presente, se contrapone a una tradición de producciones comerciales insustanciales, que critican en la obra y fuera de ella. Lo mismo que la televisión, “un arma de guerra que llega a la gente por cuestiones económicas”. La llave, aseguran, está en la Educación. De ahí que califiquen de “crimen” la ausencia del teatro en las aulas, y se lamenten de la falta de público y la consiguiente conexión con una profesión cuya relevancia radica, según creen,“en el hecho de ser otros, en escuchar, en ver otras posibilidades. Es un oficio en el que el verbo debe conjugarse en plural, que es un servicio a los otros”.

Los lodos en los que se hunde la escena, creen los intérpretes, vienen de los polvos de esa generación a la que encarna Carrión con su personaje. “Con las subvenciones nos han engañado sobre lo que costaba una butaca, que no es cinco euros. Hemos maleducado a la gente”, se lamenta. “De todos modos, hay teatro bastante asequible, pero la gente prefiere seguir yendo al fútbol. El problema es muchas veces de necesidad e interés por el teatro”. Recuperar el ritmo será tan difícil –o tan fácil- como hacerlo en el resto de parcelas de una existencia trastocada por el embate de la crisis. “¿Y qué va a pasar? Habrá que estirar hasta que la cosa se parta: solo hay que mirar a la historia, casi todo ya está en los libros”, dice el actor. “O estoy loco, o tengo razón”.

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