Pintura

El arte que se manchó de política

Giovanni Fattori, 'De guardia', 1871.

Reunidos en torno a las mesas de un vetusto café, el Michelangelo, refugio florentino de intelectuales y soñadores, un grupo de pintores imaginaban una Italia unificada. En el siglo XIX, época del Romanticismo y del Realismo, de la melancolía y el ensalzamiento fantástico de un pasado apenas conocido, de la sociedad en lucha, la nación, igualada conceptualmente al Estado, se elevaba como un ideal por el que pelear a costa incluso de la propia vida. De ahí vienen muchas de las concepciones actuales de la política. También del arte. Porque en aquel café, en torno a esas mesas, se reunieron –y con conocimiento de causa, sabiéndose grupo- unos de los varios pioneros de la modernidad pictórica: los macchiaioli. macchiaioli

Telemaco Signorini, 'La sirga', 1864

Por primera vez en España, la fundación Mapfre de Madrid presenta una muestra de este grupo de artistas italianos tan “desconocidos” como “fundamentales”, en palabras de Pablo Jiménez Burillo, director general del Instituto de Cultura de la Fundación. Con el título de Realismo impresionista en Italia, la muestra, que se divide en media docena de apartados a los que se ha anexado una sección de pinturas del catalán Mariano Fortuny, coetáneo y en cierto modo emparentado en estilo, se mantendrá en la sede de la fundación en el paseo de Recoletos hasta el 5 de enero de 2014. "Las obras de los macchiaioli son una mezcla de espontaneidad y de una mirada al pasado, algo que se repite en las vanguardias", señaló Jiménez Burillo en el acto de presentación. “Muchas ideas del siglo XX y muchos de los caminos que sigue España están aquí".

El arte de hoy, como todo, no surgió espontáneamente. Se enraíza en una historia y una tradición que comenzaron a resquebrajarse de manera profunda en la Europa de hace dos siglos. De formación académica, pintores como Telemaco Signorini, Giovanni Fattori, Silvestro Lega, Giovanni Boldini o Giuseppe Abati decidieron premeditadamente a partir de 1855 abandonar la vía establecida por la norma para experimentar con la luz y el color de los paisajes al aire libre, con temas más intimistas, políticos o ensimismados con la época medieval, especialmente con el Quattrocento italiano. El despreciativo apelativo de macchiaioli, manchistas, se lo granjearon sus pinceladas sueltas y livianas, también empastadas.macchiaioli

La salida del estudio al campo supuso, como en el caso de los impresionistas, con quienes comparten ese gusto por el desdibujo y la brocha gorda, una revolución en lo que se refiere a la óptica y el uso del color azuzada por la incipiente fotografía. A diferencia de los artistas galos, los tonos, que quieren plasmar el alma de los paisajes de la Toscana, con el sol y el mar, las flores y la montaña, se presentan en la pintura de los macchiaioli más otoñales, desvaídos. Frente a los morados, los azules, amarillos y naranjas de Monet, predominan en el grupo italiano verdes, ocres y blancos. En ellos la campiña se dignifica a través de las figuras de sus trabajadores, erguidos y nobles, como aquellas Espigadoras que Jean François Millet pintaba justo en aquellos años (en 1857) en la vecina Francia.

Giovanni Fattori, 'La torre roja', 1875

Igual que la Hermandad Prerrafaelita, formada unos años antes, en 1848, los macchiaoli tomaron como referencia el arte del pasado. Admiraban igualmente la pintura anterior a Rafael, la del Quattrocento, más ingenua quizá, menos estudiada y menos técnica que la emprendida a partir del Renacimiento, pero entendida por ellos como más pura. Romántica. Como su idea de Italia, cuyas batallas por el Risorgimento -vividas y luchadas en primera persona- plasmaron en cuadros de común de mayor tamaño que los de sus otras temáticas -espacios interiores reinados por la mujer, paisajes campesinos, retratos-, en su mayoría en pequeños formatos apaisados. Para que los macchiaioli pudieran desarrolar su trabajo, contaron con el inestimable apoyo de un mecenas, el crítico Diego Martelli. Junto a él pudieron sacar adelante el futuro de la pintura en una Europa convulsa. Hoy, la misma historia es otra historia. 

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