Cine

La abuela guardaba un secreto (o dos)

Un fotograma de 'Pepe el andaluz'.

Alejandro, un chico malagueño, creció pensando que su abuelo materno había muerto antes de que él naciera. Nunca llegó a saber muy bien de dónde había sacado esa información, pero el caso es que ni su abuela ni ningún otro familiar se la desmintieron. Simplemente, en casa no se hablaba de Pepe. Hasta que un día se reveló la verdad: aquel hombre del bigote que luchó en la Guerra Civil en el bando nacional y que dejó el ejército cuando se casó con María, la abuela de Alejandro, estaba desaparecido en Argentina. La historia, como adelanta la propia María, no se quedaría ahí: “Si te cuento todo, todo, vamos a llegar a un momento muy terrible”.

En diez largos años de trabajo, aquel chico malagueño, Alejandro Alvarado, acompañado de Concha Barquero, logró reconstruir el rompecabezas familiar. Tras mucho insistir pudo abrir, casi forzando la cerradura, el baúl de los recuerdos, los guardados en la memoria de su abuela, en la de sus familiares repartidos por todos los rincones del mundo, de Colombia a Polonia, en los archivos oficiales. El secreto (más bien los varios secretos) que guardaba su desconocido abuelo, reflejo de tantos abuelos españoles, quedó plasmado en Pepe el andaluz, un documental que se proyecta en la Cineteca del Matadero de Madrid del 17 al 19 y el 25 de este mes. 

“El proyecto nace de una motivación personal, de conocer la historia de la familia de mi madre”, cuenta Alvarado. El relato, sin embargo, es extrapolable y comparable con muchos otros relatos escritos en España desde la Guerra Civil: hombres que emigran, mujeres que se quedan solas, a cargo de sus hijos, familias rotas en diáspora, mentiras largamente mantenidas, una Historia cuyas historias siguen ocultadas. “Éramos conscientes del poder universal de esta historia particular”, concede Barquero. “Especialmente la figura de María (la abuela), la mujer fuerte y olvidada. Pero creíamos que la mejor manera era circunscribirse a una historia particular para que cualquier espectador, sobre todo los espectadores españoles, pudieran identificarse”.

El documental, completamente autoproducido, se proyectará próximamente en ciudades como Majadahonda, Granada, Bruselas o Cuernavaca, en México. Antes ha pasado por Málaga, Australia o Argentina. En cada emplazamiento se ha interpretado el periplo de Pepe de una manera diferente, idiosincrática. “En Australia, donde hay un público muy heterogéneo, de raíz emigrante, se identificaron con la película por ahí”, explica Barquero. “En Argentina lo mismo: percibieron la sensación de soledad, la desorientación del emigrante, mientras que en España se entiende más bien por la Guerra Civil y la posguerra, por el silencio de la historia de la Transición”.

El enigma de Pepe el andaluz no solo ha dado lugar a este documental, de fondo y forma caseros, “artesanales”. También ha servido como acicate para una “liberación”. Sobre todo para la abnegada María, que tantos años guardó sus penas, pero también para el propio Alejandro, un joven en busca de su identidad, ávido de conocer sus raíces, largo tiempo atrás arrancadas de España, y que se valió de su cámara como “escudo” ante las revelaciones que fue destapando a lo largo del espacio y del tiempo. “Cuando hicimos el primer corte, a las primeras que invitamos a verlo fueron mi madre y mi abuela”, recuerda. “Ella me dijo que había sido muy emocionante, que había visto pasar su vida delante de sus ojos. Y es que esta película es una de experiencia: la experiencia nos ha llevado a la película, y la película, a la experiencia”.

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