Entrevista

Marcos Ana: “Hoy muchas de las cosas que habíamos ganado os las han arrebatado”

Marcos Ana en su casa en Madrid.

Carmen Valenzuela

“El arte de vivir joven es el arte de mantener jóvenes las ideas”. Lo dice el poeta Marcos Ana y es en definitiva la esencia de su personalidad y también de su último libro, Vale la pena luchar. Un manifiesto que exhorta a las nuevas generaciones a reivindicar un mundo más justo y solidario. El poeta salmantino y activista político durante la dictadura de Franco pasó 23 años en prisión, convirtiéndose así en el preso político que más tiemnpo permaneció en prisión durante la dictadura. Condenado a muerte en dos ocasiones, se ha servido de su dura experiencia vital para invitar, sin revanchismos ni rencores, a la lucha colectiva frente a la “globalización del capitalismo”.

A sus 93 años, Marcos Ana desborda energía y lucidez. Comprometido con los problemas del tiempo que le ha tocado vivir, conecta a la perfección con la juventud. “Los jóvenes hoy también están sufriendo y viven una situación que no es la más justa porque muchas de las cosas que habíamos ganado os las han arrebatado”.

Define al 15-M como “un relámpago que iluminó la noche y nos dio esperanzas. Una llamada de atención a la juventud que todavía sigue siendo una referencia y tiene mucho poder”. Sostiene que existe cierta conexión entre su generación y las nuevas, porque al fin y al cabo su planteamiento lo es de futuro y el futuro son los jóvenes.

El poeta lleva orgulloso el peso del pasado en su nombre, que no es más que un seudónimo tras el que se oculta el verdadero: Fernando Macarro. Desde hace años se hace llamar Marcos por su padre, que cayó víctima de un bombardeo de la aviación alemana, y Ana por su madre, que murió cuando intentaba visitarlo tras su segunda condena a muerte. “El pasado hay que superarlo, pero no se trata de pasar página rápidamente sin haberla leído detenidamente y haber asimilado lo que supone”, dice frente a los que sostienen que es mejor no reabrir viejas heridas.

Acusado de asesino invariablemente por la derecha política y mediática, no se reconoce ningún sentimiento de rencor, sino todo lo contrario. Para Marcos Ana la venganza es un sentimiento inoperante. “La única venganza a la que yo aspiro es a ver un día triunfantes los ideales por los que yo he luchado y por los que tantos hombres y mujeres de este país perdieron su vida y su libertad”.

Se define a sí mismo como un revolucionario y mantiene un férreo compromiso con los ideales que empezó a defender desde su adolescencia. “Si volviera a nacer mil veces, mil veces volvería a ser comunista”. Y en una época en la que tienen cierto éxito los discursos desposeídos de ideología, Marcos Ana cree que la respuesta está en el capitalismo, “que lucha contra la colectivización de las ideas y de los hombres entorno a cosas comunes. Porque el capitalismo prefiere que haya un culto al individuo para impedir su solidaridad con los demás”.

Pero ¿cómo se hace revolución? “Paso a paso” responde Marcos Ana, “ganando voluntades y creando el clima para que pueda ser posible”. No es un trabajo de consecuencias inmediatas, sino el resultado de un actividad persistente. Y añade una receta para nuevos tiempos: “Hay que calentar las calles y las plazas para afrontar la situación que vivimos”.

Amigo de Pablo Neruda o Rafael Alberti, es posible que Marcos Ana sea el último superviviente de una generación de poetas comprometidos con un tiempo difícil. De ellos ha hablado en sus memorias, Decidme cómo es un árbol y Vale la pena luchar. En la cárcel coincidió con Miguel Hernández, “un personaje inolvidable” y de quien guarda una especial admiración, porque “en él se daban lira y fusil juntos”.

Marcos Ana es "lo que este país debería haber sido"

Y aunque a Marcos Ana le llegó el reconocimiento tardíamente con la Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes, la Medalla a la Resistencia, el Premio René Cassin a los Derechos Humanos, entre otros, él prefiere pensar en los “seres oscuros. Esa gente que ha pasado lo que yo o más que yo y que no han tenido ningún reconocimiento ni personal ni público”.

Marcos Ana decidió vivir luchando en su nombre, en el nombre de sus padres, y sobre todo en el nombre de todos aquellos cuyo recuerdo, dice, "lleva marcado a fuego", el de los "cientos y cientos de camaradas" que en su última noche, en “el último abrazo" le pedían "no me olvides".

 

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