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Identidades falseadas deambulando por el Raval

La portada de 'PornoBurka'.

Mohamed El Morabet

“Cuando la modernidad lleva la marca del Otro, no es de extrañar que algunas personas enarbolen los símbolos del arcaísmo para afirmar su diferencia” escribió Amin Maalouf en su obra Identidades Asesinas. Brigitte Vassallo parte, en su novela PornoBurka, con el ejercicio de situar la perenne discusión de lo propio y lo ajeno en el centro del hilo argumental de la trama, más cuando aparece un burka por las calles en el barrio barcelonés del Raval. Esta semana la novela, publicada por Ediciones Cautivas, se muda a Madrid, a Lavapiés, un barrio que comparte muchas similitudes con el Raval, para ser presentada el sábado 14 de diciembre a las 19:00 en el Ateneo de Madrid.

“A primera vista, la operación de lavado fue un éxito rápido: los restos del Chino descrito por Genet desaparecieron. Los escaparates con anuncios de gomas y lavajes de Arc del Teatre echaron el candado (uno es hoy una librería islámica). Pero, como en los barrios del París de Baudelaire, la vida volvió por sus fueros, y la plebe, venida de las cinco o cincuenta partes del mundo, se adueñó poco a poco del espacio aseado e impuso su ley: la de la fuerza que brota de las entrañas de la vida en creación y movimiento” escribe Juan Goytisolo en el prólogo que abre PornoBurka titulado Del Chino al Raval. (Se puede leer el prólogo entero aquí).

Los protagonistas emprenden la odisea de la búsqueda de un “yo”, a veces confuso y otras estático, en medio de un barrio agitado por la transformación urbanística y la nueva imagen dosificada con las vivencias de los vecinos que se salen del canon habitual. Maalouf pone de relieve uno de los rasgos humanos más sorprendentes: “La capacidad para matar a sus semejantes”. Vasallo encarna en PornoBurka unas matanzas metafóricas, centrándolas en el sexo. A través del sexo, Lo (protagonista principal) se confabula en contra de sus varios alter egos: Concepción, Conchita y Cookie. Su padre, el gallego Jacinto, aferrado a su recuerdo nostálgico de su bar, El Pontevedra, reconvertido en frutería. El frutero pakistaní Lahore que se comunica mejor con el traductor del IPhone que con su obsesionado admirador Jordi (@Jor-dee). El manchego, que renace como argentino en el Raval, para ganar más estatus social. Un detective sumido en la rutina profesional. Un camello de esos que tienen mucha sed de justicia, y a lo mejor por ello, se llama Rachid (justo en árabe). Los emparejados gais, Pack y Jordi, revelándose en contra de todo signo de uniformidad, empezando por la ley del matrimonio gay. Y, en medio de este ajetreado desaguisado vecinal, aparece un burka azul que hace saltar todas las alertas para instalar un debate visto desde ojos ajenos, que de por sí no necesita catalizador.

Identidades falseadas deambulando tras un burka trucado por el Raval, un barrio que “sigue amaneciendo como cuando se llamaba Barrio Chino: meado y con resaca” escribe Vasallo. Nadie se pregunta qué hay debajo de esa tela, un hombre, una mujer o un robot quizás. Para qué hacerse la pregunta más elemental, si el debate está servido: Choque de culturas, modos de vida diferentes, idiomas raros, esa etnia sí, esa tribu no….Conversaciones sobre la libertad, su precio, su desarrollo y su culminación. Una larga carrera sin punto de partida. ¡Me cago en la dignidad! Así empieza Brigitte Vasallo su obra literaria para dar comienzo a una lectura viva, rítmica, inquietante y con mucho sentido del humor.

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