La escultura inquietante de Rui Chafes

Vive Rui Chafes en un universo que cuelga de sus sueños. Su escultura, influida por Alberto Giacometti y por la poesía de Novalis, rinde culto ahora a Giorgio de Chirico, como puede verse en la madrileña Galería Juana de Aizpuru hasta el 8 de febrero de 2014.

A sus 47 años, el conceptualismo irredento del artista portugués no deja de mostrarse fiel a sí mismo. Sus criaturas de mediano y gran formato sobrecogen al espectador para atraparlo en una red inquietante de la que no puede escapar sin activar un concienzudo proceso de reflexión.

Su tercera exposición individual en España (la Galería SCQ de Santiago de Compostela y la Fundación Luis Seoane de La Coruña fueron sus estaciones anteriores) le llega después de haber proyectado su obra en una colectiva de impronta lusa antes del verano en el Museo Extremeño Iberoamericano de Arte Contemporáneo de Badajoz, junto a Pedro Cabrita Reis, Vasco Araújo, Joana Vasconcelos o José Pedro Croft.

"Nací en 1266 en una pequeña aldea de Baviera que ya no existe", arranca su original autobiografía (no publicada en España) Entre o céu e a terra (Entre el cielo y la tierra), donde transparenta sus raíces y deja entrever su fascinación por la cultura germana.

También se ha vinculado él mismo a Italia. De hecho, realizó una exposición monográfica en homenaje a Pier Paolo Pasolini en la pequeña localidad de Sassi di Matera. Sus constantes viajes al país transalpino le han llevado a admirar los frescos de Piero della Francesca o a beber de escultores como Stefano Maderno, cuya Santa Cecilia en el Trastevere romano le subyuga cada vez que se encuentra ante ella.

Con todo, 2014 puede ser el año definitivo para Rui Chafes: le aguarda una gran retrospectiva de 20 años de trabajo en la Fundación Gulbenkian de Lisboa, y la todopoderosa galería Carbon 12 de Dubái apuesta fuerte por él.