Cine

Propaganda nazi, el otro cine de terror

Un fotograma de la película 'Ohm Krüger'.

De la pantalla ciega emerge la luz en forma de águila imperial, altivo animal que descansa sobre una esvástica. Tras los pertinentes títulos de crédito –que anuncian que estamos ante una obra nacida a partir del mandato del mismísimo führer– , se abren las puertas del cielo. Entre las nubes y un sol otoñal flota un avión que, al descender y atravesar la niebla muestra a vista de pájaro la vieja ciudad de Nüremberg. Desde allí, desde las alturas, puede divisarse la marcha de los soldados, en perfecta y sincronizada formación. Se dirigen todos a una hacia el congreso del partido nacionalsocialista, donde ya aguardan fervorosas masas de partidarios de anquilosadas sonrisas y sempiternos brazos en alto. El calendario marca el 5 de septiembre de 1934.

Considerada uno de los más excelentes ejemplos de cine de propaganda de todos los tiempos, El triunfo de la voluntad, dirigida por Leni Riefenstahl, marcó un nuevo comienzo a la hora de entender los mecanismos y herramientas que el séptimo arte podía poner al servicio del adoctrinamiento. Ángulos picados y contrapicados que exacerban el histrionismo, cámaras en movimiento, tomas aéreas o perspectivas distorsionadas, todas técnicas a día de hoy hiperconocidas, fueron utilizadas con oscuros motivos por la muy talentosa cineasta alemana, absorbida por los desvaríos de Hitler.

Por eso que aquella película hizo bien, pero sobre todo por lo mucho que hizo extraordinariamente mal, la cinta se ha convertido en objeto de sana admiración y espantado estudio. En una rara oportunidad, esta se podrá ver en la gran pantalla como parte del ciclo El cine de propaganda nazi, que tendrá lugar entre los días 8 y 19 en la Filmoteca de Catalunya, en Barcelona, organizado en colaboración con el Instituto Goethe. Junto al filme de Riefenstahl se proyectarán una serie de títulos igualmente abyectos en su contenido, cuyo interés reside sobre todo en conocer sus entresijos a la hora de inculcar ideas, como El judío Süss, de Veit Harlan; Ohm Krüger (El tío Krüger), de Hans Steinhoff o Heimkehr (Regreso al hogar), de Gustav Ucicky, además de varios documentales contemporáneos sobre el tema. 

Realizadas entre 1933 y 1945, durante todo el Tercer Reich, las películas que podrán verse en Barcelona –y las muchas otras que se crearon a lo largo de aquellos años bajo el mandato del ministro de Información y Propaganda, Joseph Goebbels, fascinado por el cine-, vuelcan sus recursos y capacidades en representar y difundir falsedades y creencias, como la inferioridad de los judíos o la magnificación de la figura del líder. De ahí, de su consideración de “peligrosas, casi como un veneno” -como explica Octavi Martí, director adjunto de la Filmoteca y programador del ciclo-, que el actual gobierno alemán solo deje proyectarlas si antes van precedidas de una explicación por parte de especialistas.

A Barcelona acudirán varios, como Cathy de Haan, responsable de la Filmoteca de Berlín; Felix Möller, director y autor de uno de los filmes que se pasarán, Harlan, a la sombra del judío Süss (de 2008); Román Gubern, escritor e historiador, referente en los estudios sobre el cine de propaganda; o Vicenç Villatoro, experto en cultura judía, entre otros varios. “Estas películas estaban destinadas a justificar lo que hacían (los nazis) y lo que pensaban hacer: por eso no se pueden presentar sin más”, explica Martí. “Y esto es algo que en España puede parecer insólito, porque para mostrar las barbaridades hechas en época franquista no se exige contextualización”.

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Como no solo de lanzar mensajes directos vivió -y vive- la propaganda, también se presentan en una nota diferente filmes como El concierto solicitado (de Eduard von Borsody), que narran historias más amables, en este caso la de una pareja separada por la marcha de él a la guerra que se comunica a través de las canciones que piden que pongan en la radio. Pero aunque la trama se desarrolla en el tiempo en que, por ejemplo, Polonia era invadida, esa muy relevante circunstancia “no la enseñan, sino que se limitan a exponer que los personajes son heroicos”.

En el apartado de documentales contemporáneos, destacan propuestas como Kurt Gerron, Gefangen im Paradies (Malcolm Clarke, Stuart Sender, 2002), cuyo foco se pone en la película Theresienstadt. Realizada en 1944 por Gerron, un judío que después fue asesinado en Auschwitz, la película imaginaba (por mandato nazi) aquel gueto como una ciudad casi ideal, repleta de actividades culturales como el teatro o la música. Casualidad, aquel enclave en la República Checa, también conocido como Terezin, vuelve a estar de actualidad con el próximo estreno en cines comerciales –este día 10- de El último de los injustos, un documental en el que Claude Lanzmann, autor de la insondable y monumental Shoah, recupera una extensa entrevista que realizó en 1975 al controvertido Benjamin Murmelstein, presidente del consejo judío de aquel campo.

Tras haber organizado recientemente un ciclo sobre el cine de la República de Weimar (1919-1933), la Filmoteca catalana se embarca ahora en este proyecto asentado en el propósito de “aprender sobre el nazismo, sobre los recursos de la propaganda y sobre la capacidad de mentir y hacerlo bien”. Si bien es imposible medir el impacto real de aquellas películas –cuyos mecanismos aprehendieron e imitaron multitud de ideologías, movimientos y partidos-, lo cierto es que millones de espectadores acudieron a los cines a verlas. Por ello, para que la historia no se repita, es importante recordar aquellas creaciones, cuyo interés estético o calidad son por lo demás "discutibles". Martí aporta para esa calificación una razón de peso: "El arte tiene una relación muy importante con la realidad, que se diluye cuando se sabe que estás mintiendo". 

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