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Bienvenidos a la gran resaca de ‘El futuro’

Bienvenidos a la gran resaca de 'El futuro'

“Hago un llamamiento a las fuerzas políticas, a las instituciones, a las comunidades autónomas, a las diputaciones y a los ayuntamientos, a los sindicatos, a las organizaciones empresariales, a los medios de comunicación y, en fin, a todos los sectores de la vida nacional para que se sientan integrados y presten su apoyo participativo en la tarea común de consolidar definitivamente la democracia en España, superar la crisis económica y concluir la construcción del estado de las autonomías”.

Historia y devenir. Pasado, futuro y también presente. Todos confluyen en estas palabras, pronunciadas en octubre de 1982 por el tercer presidente de la democracia española, aunque el primero para muchas cosas: el socialista Felipe González. Con ellas se atestiguaba oficiosamente la conclusión de la Transición y el comienzo de una nueva era nacional cargada de esperanzas y sueños de modernidad. Con ellas arranca la película de Luis López Carrasco El futuro (en la Cineteca de Matadero de Madrid todos los fines de semana hasta el 8 de febrero), una revisión formalmente transgresora y conceptualmente no complaciente de aquellas promesas e ilusiones que, treinta años después, se revelan tristemente truncadas.

A principios de los ochenta, el futuro del país, y con él de sus habitantes, se oteaba como una celebración. Una que, inevitablemente después de tanto tiempo, ha dejado la más espantosa de las resacas. “En 2010 me dieron una beca para hacer videoarte en Berlín, y cuando volví me di cuenta de que había viajado a una dimensión paralela, que ya nunca más tendría becas, que la gente perdía su trabajo, que habían empeorado las condiciones para todos”, dice el director de una situación que –de un modo u otro– ha terminado por afectar a la inmensa mayoría. Instalada la crisis y pasados los iniciales momentos de perplejidad, el artista sintió entonces que había llegado el momento de “revisar la calidad de la democracia”.

Desde su posición personal, habiendo realizado ya un buen número de obras audiovisuales como miembro del colectivo 'Los hijos', él lo hizo a través del medio que mejor conoce: el cine. A modo de metáfora tomó la idea de una fiesta, una reunión de jóvenes que se juntan para beber y charlar sin mayores pretensiones que pasar un buen rato pero que, como suele ocurrir en la vida, no empieza del mismo modo que termina. “Es una fiesta que se dilata de tal modo que recuerda a El ángel exterminador (el filme de Luis Buñuel)”, explica. “Quiere dar una sensación de ocio permanente, y cuando se hace de día ya han pasado 30 años y queda todo por hacer”.

En un salón con aquellos icónicos sofás de escay sobre los que se esparcen chavales con pelo cardado y hombreras, suenan más en primer plano que de fondo canciones de grupos españoles de la época, poco conocidos, y entre el jaleo y la música se escuchan extractos de conversaciones, apenas palabras sueltas que hablan sobre el trabajo, sobre las relaciones, sobre la política. “A excepción de un diálogo sobre ETA, que tiene un anclaje evidente con aquella época, todos los demás hablan del día a día, de cosas cotidianas, que es lo que pasa por la noche: que la gente habla mucho pero al final no habla de nada”.

Sin seguir una estructura narrativa al uso, planteada a medio camino entre el cine y el videoarte, la película va saltando de conversación en conversación, de rostro en rostro, para pasar de un estado de alegría de vivir a una pesadumbre que acaba por envolverlo todo. “Tenía claro que buena parte de la película los personajes tenían que transmitir buen rollo, pero también trabajamos la posibilidad de que del momento de máxima felicidad al momento de máxima angustia pueden pasar 30 segundos”, explica el cineasta (Murcia, 1981), cuya película se proyectó en la pasada edición del prestigioso Festival de Locarno. “Además, la noche es un momento en el que estás rodeado de mucha gente y a la vez te puedes sentir muy solo, y eso queríamos manifestarlo como una sombra de fondo”.

Grabada en 16 milímetros, la cinta quiere dar también la impresión de ser una especie de falso material de archivo, como un documento encontrado. “Por eso también hemos jugado con los errores de los cineastas aficionados”, que van desde el desenfocado de las imágenes al deterioro progresivo de la calidad del sonido. La única huella del presente llega al final, cuando acaban la noche y la fiesta y la mañana se levanta en el Madrid de la actualidad. Una ciudad que se presenta gris, solitaria y melancólica. En cierto modo desconsolada e inconsolable. Un entorno en el que solo queda revisar lo que se ha hecho, quizás arrepentirse y volver a empezar un nuevo día.

“La Transición tiene muy poco de modélico y mucho de mantener el statu quo”statu quo, resume López Carrasco. “Eso es lo que hay que replantearse”. Aunque no solo eso. Más allá de la crítica social, El futuro busca también revisar también la leyenda que ha marcado aquellos años ochenta de la Movida y su consabida modernización cultural. “Creo que se habla mucho de aquellos tiempos, pero se dice siempre lo mismo, hay un relato homogéneo”, apunta el artista, que también va a publicar próximamente un libro de relatos cortos de ciencia ficción titulado Europa. “Y esto quiere ser un primer paso para empezar a bucear en las luces y las sombras de aquellos tiempos”.

Al no poder optar a las becas y subvenciones que hasta no hace tanto existían, el director ha tenido que financiar la película de su bolsillo y los de varios socios que han querido sumarse al proyecto. Pero quiere alertar de los peligros de esta reciente oleada de películas de bajo coste levantadas con el dinero y la voluntad de pequeños inversores. “No deja de ser volver a colocar en el ámbito privado lo que deberían proteger las instituciones públicas”, reflexiona. “Muchas veces estas producciones 'pobres' las hace gente con mucha pasta, que son los que se pueden permitir no tener otro trabajo, y eso puede desembocar en que la producción cultural vuelva a ser un ámbito reducido a las élites, que serán las que puedan producir y las que puedan pagar”.

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