Arte

Repensando a Cézanne

Un recorrido por el 'Universo Cézanne'._0

Que una frase de Robert Smithson -aquel creador del Land art que dejó grabada su impronta en el desierto de Utah con su famosa Espiral Jetty- sirva de eje para articular una exposición del posimpresionista Paul Cézanne, podría resultar así, a primera vista, una elección peregrina. Pero no lo es. Al contrario, da cuenta de la intelectualización de la labor curatorial, empeñada en crear (aunque no siempre con resultados óptimos) diferentes capas de lecturas en torno a las obras, los artistas y sus relaciones con otros creadores y sus contextos.

En el caso de Site/Non site, la muestra dedicada a Paul Cézanne que museo Thyssen albergará hasta el próximo 18 de mayo, la referencia al creador estadounidense tiene que ver con la definitoria influencia que el de Aix-en-Provence (1839-1906) , el artista incomprendido y maldito, ha ejercido sobre el arte a partir del siglo XX. Tomado prestado del ideario de Smithson, el título alude a la íntima filiación de las obras que realizó dentro del estudio y las de exteriores, bodegones y paisajes. Pero quiere ir un paso más allá.

“Hace algunos descubrí ese texto de Smithson, que escribió en 1969”, recuerda Guillermo Solana, comisario de la muestra y director de la institución, “y en él decía que Cézanne fue reducido por los cubistas a artista de estudio, a un mero formalista, pero para entenderle hay que entender lo que le atraía del territorio”. Nacido, como el cantante, a orillas del Mediterráneo, aquel entorno luminoso y brillante que plasmó cientos de veces en sus lienzos no fue en su arte mero trasfondo, sino protagonista destacado.

El propio Smithson dividía su trabajo entre sus intervenciones sobre el terreno –véase la célebre espiral- y los objetos que presentaba en galerías y museos, como las fotografías y los vídeos que atestiguaban su labor, estableciendo entre ellos vínculos de complementariedad. “Y esto tiene una relación con la dialéctica de los impresionistas”, dice Solana, que ha buscado “reedificar lo que es el impresionismo y acercarlo a los planteamientos del arte contemporáneo”.

Trabajo intelectual, trabajo duro

Tal proyecto expositivo, además de permitir disfrutar de la obra de uno de los más célebres pintores de todos los tiempos desde una perspectiva teórica no tradicional, sirve también para que las instituciones o coleccionistas que atesoran las piezas se den a prestarlas de mejor gana. Aparte de alguna que ya figuraba en la colección del Thyssen, muchas de las 58 obras que componen esta muestra –que se complementan con otras piezas de varios artistas, como Pisarro, Gauguin o Braque- han llegado a Madrid desde instituciones internacionales, como el Metropolitan de Nueva York o la National Gallery londinense.

“Al principio un proyecto así es algo muy abierto, pero según se van reduciendo las posibilidades de conseguir ciertas obras, lo vas modulando. Es como cuando vas en un barco que hace aguas: tienes que ir reparando a la vez que vas navegando”, explica Solana, que comenzó a trabajar en esta muestra hace un año y medio. “Una exposición de Cézanne es algo muy difícil de hacer, y a nivel internacional el Thyssen es un museo medio o pequeño, así que ante algo así hay que atarse los machos y reunir mucho coraje”.

Los grandes reclamos

No están clásicos como los Jugadores de cartas, pero sí hay obras destacables. “Si reúnes 25 cosas pero son mediocres, el público saldrá defraudado”, dice Solana, que no cree que vaya a ser así, y no solo por la expectación, dado que España ha tenido que esperar tres décadas –en 1984 tuvo lugar la anterior antológica de Cézanne- para volver a disfrutar de una propuesta dedicada por entero al genio posimpresionista. “Hay muchas piezas especialmente icónicas, como el Retrato de un campesino, que pertenece a nuestra colección”.

Esa figura casi fantasmagórica de un hombre con el rostro desdibujado es precisamente la que inicia el recorrido expositivo, dividido en cinco espacios. A ella se suman otras obras de calado como Ladera en Provenza, una Vista de la montaña de Sainte-Victoire procedente de EEUU o una serie de cuatro bodegones que cuentan con un cántaro como protagonista. “Es muy especial poder ver estas piezas reunidas”, apunta Solana, que subraya que el interés de este montaje reside sobre todo en la posibilidad de comprobar cómo, frente al mero producto, para Cézanne primaban la reflexión y la investigación. “Muchas son obras inacabadas, que ayudan a comprender el proceso que seguía el pintor, con titubeos, callejones sin salida…”.

Impresionismo de importación

Impresionismo de importación

¿Otra exposición estrella?

Con un 2013 que se ha cerrado para el Thyssen con una cuarta parte de su público perdido (ha pasado de 1.256.209 en 2012 a 944.827, una caída del 24,8%), esta apuesta a caballo ganador podría servir de acicate para los malos tiempos. Las previsiones del museo calculan que 200.000 visitantes pasarán a ver a Cézanne, aunque las cifras finales, como explica Solana, no dependerán solo de la respuesta a esta llamada. “Al final será un conjunto de todo, dependerá de cómo le vaya la vida a la gente. Estamos sujetos a muchos factores, y en estos momentos en los que el público tiene que cubrir otras necesidades, el museo no es un bien de primera necesidad”.

Tras el rotundo éxito que obtuvo el año pasado la retrospectiva que el Reina Sofía dedicó a la figura del surrealista Dalí, con más de 730.000 visitas, cabe también interrogarse sobre el valor de los artistas estrella, esos capaces de atraer a las masas aunque no necesariamente figuren entre los de mayor relevancia cultural. “Hay nombres que tienen mucho tirón”, concede Solana, “pero en el Thyssen alternamos unas cosas con otras. Hay que llegar al público, pero si la primera meta fueran los grandes números, entonces hacer una muestra por ejemplo de Botero sería una mejor elección”.

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