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Teatro

Cristo descendió de la cruz... y no le gustó lo que vio

Eduardo Velasco es 'El profeta loco'.

A Manuel la vida le ha despojado de su dignidad. La vida que hoy toca vivir, claro. Los recortes y más recortes, la precariedad y los despidos le abocan primero a perder su puesto como profesor, para arrasar después con todas sus posesiones, piso incluido. Acaba durmiendo un cajero y, allí, entre sus cuatro paredes de cartón, termina por perder la cabeza. O quizá por encontrarla. Convencido de que es el mismo Jesucristo, descenderá de la cruz para exhortar un profundo monólogo sobre las enseñanzas que dictó hace ya dos mil años, hoy totalmente desvirtuadas y pervertidas. Y lo hará literalmente: en la iglesia del barrio madrileño de Entrevías de San Carlos Borromeo, donde se estrenará la obra El profeta loco, escrita por Paco Bernal y Eduardo Velasco y protagonizada por este último, este martes 8 a las 19.30. De allí, la función pasará al teatro Galileo, donde se representará entre el 11 y el 20 de abril. Producido por Avanti teatro, el montaje ya se ha visto en Málaga y Sevilla, y posteriormente girará por otras ciudades españolas y, posiblemente, latinoamericanas, en fechas aún por definir. 

  “Partíamos de la idea de que en todo hombre hay un ansia de eternidad”, adelanta Bernal. “Y ahí está la figura de Jesús, que es tan importante que parte el tiempo en dos, hay un antes y un después de él. Queríamos centrarnos en la visión de ese hombre como gurú, como visionario, que ha sido elevado a la categoría de dios por sus acólitos”. Sobre las tablas, Velasco se meterá en la piel de un hombre que, en su sana enajenación, quiere ”cambiar el mundo”. “En una frase dice 'Soy el loco que utilizan los cuerdos para salvar el mundo'. Y esa es una pregunta que nos hacemos todos: por qué el mundo funciona como funciona, y qué puedo hacer yo por arreglarlo”, cuenta Velasco, en cuyo personaje resuenan ecos de otros soñadores como Peter Pan o El Principito. “Y yo también tengo ganas de cambiar el mundo: tengo 46 años ahora, y te puedo decir que no me gusta cómo funciona esto. En mi trabajo, yo intento cambiar el mundo desde un escenario: y si alguien se contagia, es maravilloso”.

Portadora en su origen de valores éticos como la fraternidad, la compasión o la pureza de corazón, la doctrina cristiana ha ido empañándose en estos dos milenios de mercantilismo e hipocresía, viciada precisamente por la obra de algunos de los que blanden su bandera. “Esa es la paradoja”, dice Velasco, “y ese es el leitmotiv de la obra”. “Sometemos a debate la labor de sus herederos”, agrega Bernal. “Porque una cosa es su mensaje, y otra lo que se ha hecho con él”. Convertido, como dice el intérprete, en el “mayor producto de merchandising del universo”, lo dicho por Jesucristo se ha transformado en una moral católica -vertiente en la que se concentran por ser la que "impregna este país"- que se usa para justificar aberraciones como el recorte de los derechos de las mujeres. “Jesús promovía el respeto a la mujer pero, ¿quién apartó a María Magdalena del relato?”, pregunta retóricamente Velasco. “Cada vez que aparece un líder como un punto de luz, el poder se encarga de apropiarse del mensaje”.

Que la obra se estrene en la conocida como "iglesia roja" de San Carlos Borromeo, explican los protagonistas, se debe a la cercanía de sus posiciones con las de este espacio, que funciona como centro pastoral y no como parroquia, dado que en 2007 Rouco Varela lo clausuró por no acatar los cánones. Como parroquia o como centro pastoral, lleva 25 años trabajando con drogadictos, inmigrantes y otras personas en riesgo de exclusión social siguiendo los preceptos de los evangelios con unos planteamientos similares a los de la teología de la liberaciónteología de la liberación. “De esa fuente hemos bebido para crear a nuestro Jesús”, apunta Bernal, quien indica que, por el momento, no han recibido ningún comentario de la comunidad católica sobre la función, a la que precederá el día del estreno una performance performancede Velasco, que descenderá de la cruz para mezclarse con el público. “No ha llegado, pero llegará, porque hay una denuncia evidente del cristianismo del siglo XXI”.

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