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Literatura

Luis García Montero: “Contra la indiferencia, la admiración es una vacuna estupenda”

El poeta y escritor Luis García Montero.

No hay camino que desemboque en el compromiso político y social sin antes pasar por la responsabilidad emocional. Por aprender a practicar el respeto y, sobre todo, la admiración constructiva. Si alguna lección tiene que aprender el joven estudiante León Egea es esa, inculcada primero por su profesor de literatura, pero emanada del pensamiento y el acto, cada cual a su modo, de todos los personajes que le acompañan en el viaje iniciático recogido en Alguien dice tu nombreAlguien dice tu nombre(Alfaguara), la última novela del poeta y escritor Luis García Montero.

En un verano rojo –en más de un sentido- de aquella España gris de principios de los años sesenta, el chaval decide quedarse en Granada en vez de marchar a su pueblo en Jaén, donde aguarda un alcalde cacique con quien prefiere mantener las distancias. En el parón estival de sus estudios de Filosofía y Letras, encuentra un trabajo temporal en una editorial que se dedica a vender enciclopedias. En esa oficina triste y desvaída donde el aire y las conciencias se remueven al golpe de un destartalado ventilador, el chico experimentará el tránsito a la vida adulta, su despertar al amor y al sexo, y también a la ideología y la militancia.

“Es el año 1963 y yo utilizo mis propios recuerdos pero intentando comprender cómo vivieron esa época las personas de una generación anterior”, abunda el escritor (Granada, 1958), columnista también de infoLibre, que se ha inspirado en la ciudad de la Alhambra de su niñez, que es a su vez la de sus “amigos mayores”, como Miguel Ríos o Joaquín Sabina que, aunque ubetense, cursó allí sus estudios. "Y yo aparezco en la novela como un niño que va a cumplir 6 años, que es la edad que tenía entonces, en una playa de Granada".

Tiempos de cambio

“Yo creo que en los años sesenta empieza eso que llamamos la Transición española, empiezan los cambios de costumbres en la vida cotidiana que después harán posible la transición política", prosigue el autor, con una cadencia suave pero contundente, espontánea pero meditada.  "Lo que ocurre es que España pasa de un subdesarrollo profundo a un estado en el que se va conformando un capitalismo avanzado, una sociedad industrial y de consumo. Es una época de incertidumbres porque durante un tiempo siguió presente el subdesarrollo y la pobreza, pero ya había síntomas de que algo estaba cambiando”.

De aquellas radios en las que durante la posguerra sonaban coplas añejas, empezaban a soplar como vientos de ese cambio ritmos y mensajes hasta entonces inauditos, canciones en las que Paul Anka hablaba de un joven que mantenía una relación con una mujer mayor -y que León haría realidad-, y músicos como aquel Mike Ríos, recién coronado rey del twist. Y las calles, y sobre todo las soleadas playas, comenzaban a llenarse de turistas con la modernidad europea por equipaje.

Crear una ficción sobre la evolución de un joven inspirada en esos tiempos de transformación que tanto dicen del presente,no es fruto de la casualidad. “Ahora empieza una nueva época que cierra la que se abría entonces. Entonces había una incertidumbre porque se cambiaba de época y los jóvenes no sabían cómo se iba a vivir en el capitalismo avanzado, pero era una época de ilusión”, dice García Montero. “Ahora vivimos en una incertidumbre marcada por la sensación de pérdida”.

La palabra y la acción

León, letraherido, recibe de su profesor un consejo que marcará el rumbo de su vida, al tiempo que el de la novela: “Aprender a escribir es aprender a mirar”. La herramienta, por formadora del pensamiento, no es otra que la palabra. La palabra que nos conecta a los otros y al mundo, la que el protagonista estudia, anhela y despacha por un sueldo, la que le nombra como a su admirado Tolstoi, como un guerrero, la que halla (a) Consuelo en el objeto de su amor.

Sabina, Miguel Ríos  y Rioyo conversan con García Montero sobre ‘Alguien dice tu nombre’

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“El nombre será también muy significativo en la idea de la militancia. Pasar a la clandestinidad significaba cambiar de nombre, tener un nombre clandestino, y en los interrogatorios, cuando se caía preso de la policía, el no decir los nombres, el guardar silencio, era también un imperativo de lealtad para que no cayesen los compañeros”, explica el escritor quien, por esas razones, dedica la novela a dos referentes de su propia actividad política, materializada hoy en la formación Izquierda Abierta. “Uno de ellos reconstruyó el Partido Comunista en 1963, otro organizó CCOO en mi ciudad, y fueron un ejemplo de saber callar los nombres o saber decir los nombres cuando era oportuno”.

Homenajes como este jalonan las páginas de la novela, la tercera en la carrera de García Montero. Desde la experiencia de 35 años de una vida entera entregada a la literatura, asegura haber comprendido al fin que la paciencia es virtud, por lo que aborda ahora su poesía con una pausa cuyos recovecos se llenan con sus colaboraciones en prensa, sus ensayos académicos y su carrera como filólogo. También con este libro que, de la mano del profesor de su León que también tiene un poco de Luis, compone una oda a sus propios maestros.

“Un buen profesor es aquel que hace de un oficio una vocación, que comprende, que te contagia el amor por un oficio hasta el punto que tú comprendes que no se trata de una técnica, de una tecnocracia, de recaudar datos”, reflexiona. “A mí me gusta reivindicar el sentido de la admiración. Contra la indiferencia, contra el cerrar los ojos a la injusticia, la admiración es una vacuna estupenda”. Como ejemplos de esa lucha contra el hastío y la inacción, que no solo se forja en las calles o los círculos activistas, sino en el día a día, quedan los otros homenajeados, esos que -precisamente- tienen ahora la palabra para cambiar los tiempos: “Esa parte de la juventud que asume la rebeldía, que da un paso adelante, y que busca la solidaridad con la que hacerse dueña de su propio destino”.

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