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Rafael Nadal: “Quien tiene una familia, resiste mejor la crisis”

El periodista y escritor Rafael Nadal.

Si uno es miembro de una familia con doce hermanos; tiene una abuela que rompió los moldes de su época; o un bisabuelo que, a las puertas del convulso siglo XX emigra a Francia para terminar -dos guerras mundiales, una civil y una crisis económica global después- en pie tras las muchas caídas, qué duda cabe que habrá encontrado, casi sin salir de casa, un auténtico y genuino “chollo literario”. Ese es el caso del periodista y escritor Rafael Nadal, que acaba de publicar Días de champán (Planeta. El original, en catalán, Quan en dèiem xampany, está editado por Columna), un agitado viaje a las entrañas de la Europa que precedió a la nuestra en compañía de sus ascendientes, empresarios de la industria del corcho, ese elemento que, en su humilde materia, corona el espumoso caldo de las élites.

“Intento explicar una época, una clase social y unos personajes a lo largo del XX, que creo que es el que reúne lo mejor y lo peor de la raza humana: los grandes avances tecnológicos, científicos y sociales sobre todo, pero a la vez las dos guerras, que son incomprensibles”, explica el autor (Girona, 1954), periodista de larga trayectoria que fuera director entre 2006 y 2010, año en que cambió su profesión por la de escritor, de El Periódico de Catalunya. “En estas situaciones de conflicto las emociones y las características personales se acentúan mucho, y el amor es mucho más amor y el odio es mucho más odio, se revela en toda su fuerza, en toda su crudeza, en todo su esplendor. Y el sacrificio, el trabajo, la miseria, el hambre: todo radicaliza mucho las pasiones humanas”.

El periplo arranca cuando, huérfano de padre y madre a sus 16 años, el bisabuelo se lía la manta a la cabeza y emigra desde su Cassá de la Selva natal hasta la vecina pero lejana Francia. Aquella provincia, Gerona, vivía hasta entonces casi totalmente del corcho, pero la filoxera había arruinado las viñas. “Este hombre, en lugar de rendirse, empieza de nuevo una y otra vez”, subraya Nadal, que también buceó en su legado familiar en Cuando éramos felices (Quan érem feliços), ganadora del Josep Pla de narrativa de 2012. “Pero es sobre todo la historia de sus cuatro hijos, y seguramente más la de las tres hijas, que son personajes para mí fascinantes. Gente capaz de sacrificar todo en bien del negocio y del éxito, que ahora lo criticaríamos porque nos parecería que es la ambición por acumular, cuando en realidad es simplemente la obsesión por dejar atrás la miseria”.

Entonces era 1915, y en medio de la oscuridad que se cernía sobre el continente emerge la figura de su abuela, Angéle, la mayor de las hermanas. Una mujer de implacable severidad que ve cómo los alemanes bombardean la fábrica de corcho que su padre había levantado en la Champaña francesa, y cuya entereza y sofisticación cautivarían muchos años después la imaginación de su nieto. “Mi bisabuelo la pone con 20 años en un coche, le da una pistola y se la pone en la guantera, le hace que atraviese toda Francia en guerra y la planta en Cassá de la Selva, en un país de hombres, en una sociedad de hombres”, adelanta. “Y ella sola transforma un almacén de corcho en fábrica y lo acaba dirigiendo, y además lo hace bien. Creo que cuando descubrí todo eso entendí que esa mujer no podía expresar su cariño a base de besos y ternuras”.

La historia como telón de fondo

A la historia familiar le acompaña siempre el relato de los hechos históricos que definieron en aquel tiempo el devenir europeo. A la documentación del pasado colectivo, ha sumado Nadal un esfuerzo por bucear en la correspondencia comercial de sus personajes-parientes, un auténtico filón para los descubrimientos. “Eso ahora para la gente joven es difícil de comprender, pero guardaba mucha información. Se hacían cartas larguísimas, y había un par de párrafos haciendo un pedido de 40.000 tapones de la clase tal, pero a continuación te empezaban a contar: mi hijo ha acabado los estudios, por qué no me lo acoges un tiempo en España, le enseñas el idioma y el negocio, mándame el tuyo, que lo haré viajar por Europa…”, señala. “Sin voluntad de hacer un retrato de la familia, les hago un retrato con esa voluntad de trascender la historia familiar”.

La pequeña burguesía –más grandilocuente en Francia que España-, hoy desaparecida pero fundamental para la formación de la Europa de hoy, acapara en su condición la atención del escritor. “El libro está lleno de unos valores que son aquellos en los que yo me he educado: por una parte los valores que ahora se reivindican mucho y que muchos los llaman conservadores, que yo creo que son los valores de las clases trabajadoras europeas, los que han emancipado a las clases trabajadoras europeas hasta convertirlas en clases medias, es el trabajo, el esfuerzo, el sacrificio, el ahorro, la cohesión familiar”, indica. “Como está demostrando la crisis actual, al final, quien tiene una familia, ya sea la tradicional o sea cualquier forma nueva de familia, se siente mucho más fuerte y mucho más apoyado, resistiendo mejor la crisis".

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