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Leonardo Padura: “Mi generación buscó su voz en una literatura más social, más íntima”

Una vez concluida su labor frente al teclado, el escritor debe emprender esa segunda parte de su trabajo que consiste en llevar aquí y allá su obra: dar charlas y conferencias; participar en actos de firma de ejemplares; conceder entrevistas. Hasta ahí, todo normal. Lo peculiar de este caso, el del autor cubano Leonardo Padura, es que él ha emprendido su gira treinta años después, el tiempo que ha transcurrido desde que pergeñó su primera novela, Fiebre de caballos, que presenta junto a El viaje más largo, un compendio de sus reportajes literarios escritos por aquella época, a principios de los años ochenta. En paralelo a estas dos publicaciones, ambas inéditas en España, el novelista ha puesto de largo en diferentes países latinoamericanos y europeos Herejes, su más reciente novela; y además, ha viajado a Brasil para presentar la edición en portugués brasileño de El hombre que amaba a los perros. El hombre que amaba a los perros

De ahí que asegure -mientras prepara otro discurso en su hotel de Madrid- sentirse "como una grabadora con varias pistas". A cada parada del camino, no le queda otra que cambiar de canción. El intenso viaje, que le ha mantenido en estos últimos tiempos alejado de su Cuba natal, donde reside y trabaja, aunque fatigoso, le ha dejado dos momentos especialmente buenos que guardar en la memoria. El primero, la invitación de Dilma Rousseff a un almuerzo personal, en el que la presidenta brasileña le reveló su admiración por sus libros. El otro, la cantidad de público que acudió a sus actos en Buenos Aires. "Acá en España, en la Feria del Libro, es como un goteo, y al final de las dos horas has firmado muchos libros, pero en Buenos Aires se hacían colas que parecían colas cubanas", cuenta divertido. "Y eso es algo a lo que cuesta mucho llegar como escritor: tener esa comunicación con los lectores". 

Autor de la conocida saga policiaca protagonizada por el detective Mario Conde, Padura (La Habana, 1955) hizo un hueco en su apretada agenda para charlar con infoLibre sobre sus nuevos-viejos libros, sobre literatura, sobre Cuba e incluso sobre política española, que últimamente, tras la irrupción de Podemos, ha mentado en más de una ocasión desde sus sectores más conservadores -y como quien habla del demonio- el régimen del país caribeño. "Tengo poca información, no pudiera decirte y juzgarlo", señala, "pero lo que es evidente es que es el resultado de un cansancio ciudadano, y eso hay que respetarlo". También adelantó que, aunque no tiene otra novela entre manos, sí sigue trabajando en la escritura, como guionista de una serie televisiva en torno a las desventuras de Mario Conde, que está desarrollando junto a su esposa, Lucía López Coll, y que dice, será posiblemente en español y con actores cubanos -aunque aún se encuentran en una fase en la que nada está absolutamente decidido- y sobre la que, con una media sonrisa, deja sin desvelar quién será el actor protagonista. Presenta dos nuevos libros que en realidad han sido rescatados de su juventud y que son inéditos en España. ¿De dónde salen?

Son dos muestras de mi arqueología literaria. La novela, Fiebre de caballos, es un libro que escribí entre el año 83 y 84, y fue una novela que surgió casi de un empecinamiento. Dije, bueno, yo tengo que escribir una novela. Ya había escrito algunos cuentos. Escribía crítica literaria en una revista que se llama El caimán barbudo y me movía mucho en el ambiente literario cubano, sobre todo el de mi generación. Y ya había algunos compañeros que tenían publicada su primera novela, como por ejemplo Senén Paz, por decirte un nombre conocido, y me empeñé en escribir esta novela. Recuerdo que quizás lo que me dio el empujón definitivo para escribirla fue un viaje que hice al exterior del país y en la guagua me leí de un tirón Desayuno en Tiffany's, de Truman Capote. Y me quedé sin respiración, y dije, bueno, yo voy a escribir una especie de Desayuno en Tiffany's cubano, una historia de un joven que se enamora de una mujer algo mayor que tiene este aliento mágico a su alrededor. Es una novela que, de cierta forma, después vino a conformar las bases del mundo en que se ha movido el resto de mi literatura. Este personaje de Andrés después pasa a las novelas de Mario Conde, y está la visión de la sociedad cubana desde una perspectiva muy generacional, y que trata de no politizar el contexto en el que se desarrolla la historia, sino verlo desde una perspectiva social. Es una novela que comente muchos errores de inocencia narrativa, de inexperiencia vital, pero de la cual no me arrepiento. Creo que el hecho de que se esté reeditando, se haya reeditado en Cuba dos veces y que esté saliendo ahora aquí en España quiere decir que todavía la novela tiene algo que decir. Tiene un interés para editores y creo que para lectores.

El viaje más largo es prácticamente el trabajo literario que hago a continuación a pesar de que lo hago como periodista. Porque fueron una serie de reportajes que escribía a partir de 1984. Yo salgo de El caimán barbudo, empiezo a trabajar en el periódico juventud rebelde, que es un vespertino, y se me pide a mí y a otros dos o tres compañeros que hagamos el milagro de hacer atractiva la edición dominical del periódico. En aquella época, aquel periódico era prácticamente el único que se publicaba los domingos y se quería que tuviera una gran circulación, y la redacción y la dirección realmente nos dio una gran libertad para poder escoger temas, tener tiempo y tener espacio disponible en las páginas de un periódico, cosa que no es muy frecuente. Como yo no venía de la academia, yo había estudiado literatura, no periodismo, mis alternativas a la hora de poder hacer periodismo tenían que ver más con mi conocimiento literario que con mi técnica periodística. Y por eso muchas de las soluciones que utilicé en estos trabajos son evidentemente literarias: en el lenguaje, en la estructura, en la creación de personajes… utilizo técnicas que son narrativas, de una manera también un poco inconsciente. Había leído algo sobre el Nuevo periodismo norteamericano y de otras latitudes, de periodistas que hacían un tipo de periodismo con la literatura, como es el caso de Rodolfo Walsh, pero yo no había concientizado lo que estábamos haciendo. Y resultó que fue una etapa significativa de la prensa cubana que terminó con la crisis de los años 90, justamente en el momento en que yo me voy del periódico. Este es un libro al cual le tengo también un especial cariño porque creo que quien lea Fiebre de caballos y lea El viaje más largo y después lea mis novelas de los años noventa, se va a dar cuenta de que entre ambos escritores el aprendizaje, el tránsito recorrido, está presente en El viaje más largo. Creo que me ayudó a ser el escritor que he sido a partir de los años 90.

Precisamente una de esas constantes en su obra es la de evitar la politización, ¿por qué decide esto?

En la década de los años setenta en Cuba se politizó al extremo la literatura. Fue una época en la que se trató de instaurar un realismo socialista tropical. Y prácticamente todos los contenidos de la obra literaria tenían alguna relación con la política. Y de alguna manera mi generación trató de encontrar su propia voz y su propio espacio en una literatura más de carácter social o íntimo. Es decir, ir más al individuo que al gran contexto político que se vivía en Cuba. Por eso es una época en la que se producen muchas novelas de amor y se escribe también mucha poesía de amor, porque fue la forma de reencontrar al individuo dentro de la masa, y de escribir de las preocupaciones, del espíritu del individuo en una colectividad pero sin hablar específicamente de esa colectividad.

En España ahora estamos en una situación en la que el contexto se está politizando y eso se está reflejando notablemente en la literatura. ¿Podemos llegar a comprender el contexto en el que vivimos a través de la literatura?

Yo creo que la literatura siempre tiene una capacidad de aprehensión de la realidad que es importante, porque por supuesto, el periodismo cumple la función, la reflexión ensayística cumple la suya, pero muchas veces la literatura trata de explicar la situación desde el punto de vista del individuo, de cómo el individuo lo vive, lo siente o lo padece, lo expresa. Y un poco, creo que esa fue la intención en ese momento de los años ochenta que fue además un periodo que salíamos de esa década de los setenta y se vivía en Cuba en unas condiciones materiales mucho mejores que las que habíamos tenido anteriores, y que se perdieron después a partir del año 1990.

¿Y en qué punto se encuentra ahora el periodismo cubano?

La prensa cubana a partir del año 1990 sufrió una gran contracción, por razones de carácter material, fundamentalmente: desparecieron revistas, periódicos, igual pasó en el mundo del libro, se publicaron muchos menos libros. Hubo años en que se publicaron muy pocas obras literarias porque no había papel. En la actualidad el periodismo cubano tiene dos facetas fundamentales: una faceta de un periodismo independiente que se hace sobre todo en el mundo virtual y el periodismo que circula en Cuba, que es el sustentado por el Estado. De este, incluso las propias autoridades le han pedido que evolucione al ritmo de los cambios que se están introduciendo en la economía. Es un periodismo que funcionó fundamentalmente como propaganda, y se le está pidiendo que funcione también ahora con una visión que desde perspectivas críticas y realistas acompañe el proceso de cambios que se está siguiendo fundamentalmente en la economía y las consecuencias que esto está teniendo en la sociedad cubana.

Aquí es un escritor conocido. ¿Lo es tanto en Cuba? ¿Cómo llegan los cubanos a sus escritos?

Publico más cantidad de ejemplares de mis libros fuera de Cuba que dentro de Cuba, precisamente por estas condiciones económicas, que no han cambiado del todo, las ediciones de mis libros son bastante pequeñas. Por ejemplo, de una novela como El hombre que amaba a los perros, que tiene 20 ediciones aquí en España, se han hecho dos ediciones en Cuba de 4.000 ejemplares. Lo que ocurre es que aquí en España, y en el resto del mundo, un libro lo compra una persona y tal vez lo lees tú, tu novio y también tu mamá. En Cuba pasa de mano en mano, y tiene una vida mucho más larga, es decir, que esos 4.000 ejemplares puedes multiplicarlos por una cifra que a lo mejor lo leen 20 personas cada libro, lo cual significa que tengo muchos lectores en Cuba. No tengo tantas personas propietarias de mis libros como lectores, tengo muchos más lectores que personas propietarias de los libros. Y últimamente está pasando algo que me afecta, pero sé que es una alternativa que no le queda más remedio a la gente, que es leer mis libros en PDF, por vía de correo electrónico. Tanto que leí dos anuncios de personas que ofrecían vender mis libros por el precio de dos pesos cubanos convertibles, por ese dinero tú ibas a su casa con un pen drive y ellos te bajaban una edición digital de mis libros. Es un acto de piratería pura y dura para el que se anunciaban con total impunidad. Yo traté de hablar con las personas que deben controlar el tema del derecho de autor en Cuba y me dijeron que iban a ver qué podían hacer, pero que no sabían que podían hacer.

Entiendo que esto le plantea un dilema como autor, porque como tal querrá ser leído por el máximo posible de personas.

Esto de Cuba es un ejemplo de algo que está ocurriendo a nivel global. El año pasado yo estuve en la Feria del Libro de la Argentina, en Buenos Aires, y este año en Madrid también y, curiosamente, en las dos ocasiones tuve una conversación muy parecida con jóvenes que son lectores, y que me decían ambos que la literatura debía estar en la red y debía ser de libre acceso, como un bien cultural de consumo masivo. Y yo les decía, bueno, me parece muy romántico y muy bonito, pero hay un problema, y es que el escritor vive de sus derechos de autor, y para poder mantenerse en su vida cotidiana y para poder hacer su obra de creación necesita unos recursos económicos. Y en ambos casos, en ese punto ellos no tenían respuesta o tenían una respuesta muy simple, y era que el escritor se dedicara a hacer otra cosa. Si el escritor se dedicara a hacer otra cosa, ¿entonces quién escribe los libros? Porque el problema es que yo no puedo llegar a un mercado y decirle, deme dos libras de carne, estas papas y me las llevo porque yo soy escritor y mis libros están en la red, la gente los lee, yo no gano nada por ello pero necesito comer. Me llevarían preso, por supuesto. Es decir, que incluso hay un dilema de carácter ético además de económico, y eso está ocurriendo bastante en el mundo, es un tema que aún no ha podido ser resuelto, pero es que ya va más allá de la piratería, va a un modo de pensar. La apropiación de la cultura en la cual no se siente el cargo de conciencia por disfrutar de un bien cultural que necesitó el esfuerzo, el tiempo, el sacrificio de una persona para realizarlo.

Aunque ha estado últimamente de gira por Europa y América Latina, reside normalmente en Cuba. ¿Cómo es la vida de un escritor allí?

Un escritor que publica fundamentalmente sus libros en Cuba necesariamente tiene que tener otro trabajo para vivir, porque los derechos de autor no son suficientes para garantizar que siga haciendo su trabajo. Hay otros que eventualmente publican fuera de Cuba, reciben algún dinero por estas ediciones, hacen conferencias, hacen presentaciones, lo que los ayuda a sostener su economía. Y hay un pequeño grupo que publica con más frecuencia fuera de Cuba y con esos derechos puede dedicarse profesionalmente a la literatura. En cualquier caso refleja el sistema universal que existe, porque en prácticamente en ninguna parte del mundo los escritores pueden dedicarse a la literatura, normalmente tiene que hacer otro trabajo, colaborar con otros periódicos, en universidades, y creo que de alguna manera eso le da una cierta normalidad al panorama económico-literario cubano. El problema ahora mismo está en que para un escritor cubano que no es conocido fuera de Cuba, el poder entrar en el mercado editorial extranjero, porque hay una contracción también de ese mercado editorial, se publican menos libros, o se publican libros que tengan garantizada una cierta respuesta económica satisfactoria, y se ha cerrado el espacio de posibilidades.

Lo que sí parece expandirse es el espacio para la novela negra, que tanto ha cultivado.

No estoy tan seguro. A veces se habla mucho de eso, pero creo que se favorecen determinados modelos de novela negra. Quizás un escritor cubano que escriba ahora con un seudónimo danés y sustituya el calor y el sol de Cuba por el frío y la oscuridad de Dinamarca, encuentre más fácil un editor que escribiendo como un autor cubano con un personaje sudando todo el día. Por tanto, creo que a veces hay fantasmas que nos dicen: esto está funcionando muy bien, pero funciona muy bien para unos y no para otros. Y en Cuba, lamentablemente, hay muy pocos autores de novela policiaca. No sé si por prejuicio de esos escritores, no sé si por falta del sentido del riesgo... no sé la razón por la cual no hay más escritores de novela negra. 

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