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“España es el candidato número uno a formar pilotos de drones”

El periodista Roberto Montoya.

Compañías como Amazon ya están estudiando y experimentando con los drones para usos logísticos: es posible que, en muy poco tiempo, solo haya que esperar unos minutos desde el momento en que se realiza un pedido de –pongamos- un libro, hasta recibirlo en casa. Estos aparatos, vehículos aéreos no tripulados, podrían revolucionar el modo en que se transportan las mercancías. También sirven para detectar y resolver problemas medioambientales –un incendio, por ejemplo-, para crear mapas hiperdetallados de cualquier zona del planeta o para ejercer tareas de control fronterizo. Existe todo un mundo de posibilidades.

Entre estas, la de utilizar la tecnología al servicio de la guerra, a día de hoy su más relevante uso y, sin embargo, el menos publicitado. En torno a esta faceta oscura y asesina de los drones (literalmente traducido, abejorros), el periodista de investigación Roberto Montoya ha creado su ensayo Drones. La muerte por control remoto. El libro forma parte de la colección de Akal A fondo, dedicada a escarbar en temas de actualidad a través de grandes reportajes, y que ya ha editado otros títulos como Crisis S.A., de Ana Tudela Flores, o Argentina contra Franco, de Mario Amorós.

La primera acción bélica con drones –que, más allá de estar tripulados por control remoto, tienen otras ventajas como una gran resistencia, una capacidad de vuelo de decenas de horas y a una gran altitud o unos sensores extremadamente sensibles - se remonta a 2002, durante el mandato de George W. Bush. Pero será en la era de Barack Obama cuando su presencia se multiplique exponencialmente.

De los 48 ataques con drones (y las consiguientes decenas de víctimas mortales) que tuvieron lugar entre 2002 y 2009 en nombre de la Guerra contra el terror, se pasó en los cinco primeros años de presidencia del Premio Nobel de la Paz a 390 ataques y más de 4.000 muertos. “Obama ha encontrado la solución a la antipopularidad de Bush por las guerras de Irak y Afganistán, en las que se producían los llamados daños colaterales, un eufemismo para hablar de los soldados que volvían a casa traumatizados, mutilados o dentro de una bolsa de plástico”.

Pero mientras que –en teoría- las bajas ocasionadas en países como Afganistán o Yemen son objetivos controlados, lo cierto es que solo entre un 1,5 y un 2% de los asesinados son miembros relevantes de Al Qaeda, según los únicos informes exhaustivos realizados sobre el terreno, firmados por entidades como Human Rights Watch o Amnistía Internacional. El resto son –como siempre- mujeres, niños y hombres inocentes.

Y no son solo ellos los afectados: varios pilotos ya han acusado estrés postraumático, mientras que otros han denunciado que la supuesta precisión milimétrica con la que los ojos (las cámaras) del drone captan imágenes –y, por tanto, enmarcan un objetivo- en realidad no es tanta. De acuerdo con el gobierno estadounidense, existen una serie de criterios perfectamente delimitados que deben cumplirse antes de apretar el botón y matar a miles de kilómetros de distancia desde una confortable sala climatizada y en horario de oficina. Un asesinato selectivo deber ser un objetivo autorizado, debe ser una amenaza seria constatada y debe garantizar la seguridad de los civiles. Pero, en realidad, ninguna de estas reglas se observa, al menos no al pie de la letra.

“La primera polémica interna en el Parlamento de EEUU se dio porque cuatro ciudadanos estadounidenses fueron asesinados por drones”, ilustra Montoya. Pero ni aun aniquilando a sus propios nacionales, ha dejado EEUU de gozar de una “impunidad total”. “A pesar de ser el país más importante del mundo, no es firmante del Tribunal Penal Internacional, es decir, que no acepta su jurisdicción”. De ahí que no haya problema en que este “arma estrella” del país norteamericano continúe utilizándose en decenas de enclaves de todo el mundo e implementándose a un ritmo frenético, con 12.000 aviones no tripulados ya operativos y 26.600 millones de dólares invertidos para su desarrollo en 2013.

Aunque en EEUU y Reino unido –los dos países que está utilizando los drones como arma de guerra de manera “masiva”- ya se está debatiendo la cuestión tanto a nivel mediático como político, en España el tema no parece dejar demasiados titulares en los periódicos ni corrillos en el Congreso. Pero, aunque pille lejos, la cuestión, dice Montoya, “sí que nos concierne”. “Porque todo nos termina afectando: por ejemplo, el tema de Guantánamo también parecía que no nos concernía, pero hubo investigaciones serias y se supo que había habido 1.080 escalas de vuelos en aeropuertos europeos, en España más de 70".

“No nos es un tema ajeno, porque somos aliados de EEUU, estamos en la OTAN y, además, España es el candidato número uno a albergar la primera base de instrucción de pilotos de drones de mundo”, agrega. Por el momento, ya se han adquirido varios de estos aparatos a EEUU e Israel, aunque se utilizan con fines no bélicos. “Pero en la medida en que aquí va a estar la base de formación de pilotos militares de la OTAN, España se va a pringar claramente en esta práctica”, prevé Montoya. “Y, entre otras cosas, esto implica que el país será objetivo de ataques terroristas”.

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