Fotografía

Cartier-Bresson, el ojo que todo lo vio

'Madrid, 1933', fotografía de Cartier-Bresson.

Aquel aviador que cruzó el Atlántico en 23 horas solo para conseguir los favores de una mujer en La regla del juego, aquel hombre que no quería respetar los códigos morales de una época asfixiante que acabaría estallando en la Segunda Guerra Mundial, marcó un hito en la historia del cine. Detrás de él, del personaje y del actor, estaba el director Jean Renoir, con la mirada fija tras el objetivo de su cámara. A su espalda, el cineasta también tuvo un ojo que todo lo ve: el fotógrafo francés Henri Cartier-Bresson.

Siempre al acecho del instante decisivo, el también fotoperiodista y aspirante a cineasta –hasta el estallido de la contienda fue ayudante de Renoir, con quien colaboró en varias películas, La regla del juego incluida- protagoniza una década después de su muerte a los 96 años una gran retrospectiva en la Fundación Mapfre de Madrid. La muestra, procedente del Pompidou parisiense, atesora 500 objetos del fotógrafo, entre instantáneas, más de 300, pinturas, dibujos, películas y documentos, y se podrá ver hasta el 7 de septiembre para después viajar a Roma y México.

Vista de la exposición | EFE

Reconocido por sus imágenes finas y sorprendentes, clavadas en el centro de la diana del momento definitorio, ese segundo que nunca queda y que todo lo cambia, el cofundador de la mítica agencia Magnum supo escribir con su Leica, que siempre llevaba consigo, una de las lecturas más intensas -e ilustrativas- de la historia del siglo XX. Menos en el estudio, que al contrario que otros de sus colegas y coetáneos rechazó como campamento base, lo mismo estaba en los funerales de Gandhi en la India, que en los campos del África profunda, la china de Mao o las calles del París.

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Aunque antes, aquel hijo de un fabricante de textiles adinerado y primogénito de entre cinco (Chanteloup-en-Brie, 1908 - Montjustin, 2004), visitó muchos de los talleres y espacios de trabajo de los mejores artistas del momento (de Renoir a Alberto Giacometti, André Breton…) y con ellos como influencia, y en paralelo a ellos, creó una obra artística que, como explicó el comisario de la exposición, Clément Chéroux, en la presentación a los medios, resulta tan válida, relevante y, sobre todo, “inteligente” como su producción periodística.

Vista de la exposición | EFE

Para remarcar los grandes cambios que atravesó como profesional y como hombre, la exposición se organiza en diferentes etapas en sentido cronológico: la inicial (1926-1935), ligada al movimiento surrealista, la intermedia (1936-1946), en la que se volcó en el compromiso de la militancia política de izquierdas, y la final, hasta su muerte, en la que, hastiado por la fama y decepcionado por la deriva cada vez más industrial de Magnum, abandonó la fotografía para dedicarse al dibujo, habiendo hecho también sus pinitos en la pintura. “Él se adaptaba en función de las épocas”, apuntó Cheroux, para remachar lo que ya sabíamos: que Cartier-Bresson “siempre tuvo una gran calidad artística y siempre tuvo la voluntad de documentar lo que estaba sucediendo".

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