La portada de mañana
Ver
La red infinita del lobby de la vivienda: fondos, expolíticos, un alud de 'expertos' y hasta un pie en la universidad

Libros

El espía que llegó de China (12 años después)

El escritor chino Mai Jia.

En lo que concierne a la literatura o el cine, el mundo del espionaje siempre se ha centrado en occidente y, como mucho, en los malos malísimos del bloque soviético, cuyo acento aún imitamos cuando queremos dejar claro quién es el enemigo. Sin embargo, la primera novela del autor chino Mai Jia, El don, nos va a obligar a cambiar la percepción que hasta el momento tenemos sobre el mundo del espionaje y los secretos de Estado.

Mai Jia (Fuyang, 1964) trabajó durante más de once años en esta obra que vio la luz en 2002, convirtiéndose de inmediato en un éxito de ventas en su país. Después vino la película, los más de ocho premios, la serie de thrillers de espionaje… y todo sin que en los países occidentales tuviéramos la menor idea de quién era éste misterioso autor. Fue por casualidad cuando en 2013 la traductora inglesa Olivia Milburn, especializada en lengua y cultura chinas, se fijó en dos novelas de las novelas de Jia, que se vendían en el aeropuerto de Pekín. A su regreso a Estados Unidos, Milburn recomendó el libro a varias editoriales -como Penguin- quien no tardó mucho en hacerse con los derechos.

Su autor, que confiesa que se plantea venir a vivir a España -aunque “hola, ¿qué tal?” es lo único que sabe decir por el momento- para escapar de la fama y encontrar algo de tranquilidad para escribir, pasó varios días en Madrid para presentar su libro.

Jia pasó 17 años en el ejército trabajando en una unidad secreta de los servicios de espionaje, una experiencia que, como él mismo reconoce, “es la semilla del libro”. “De lo que quiero hablar es de la condición humana, cómo es la alienación de las personas en situaciones extremas, por ejemplo, en un sistema de control, de seguridad”. Un ambiente que logra cambiar el sentido crítico de las personas, llegando a convertirlo en esquizofrénico. El autor habla de China, donde la libertad es mucho menor que en otras zonas, pero, dice, podría estar hablando de cualquier otro país donde las condiciones sean similarmente difíciles. “Si hay un sentido universal en mi libro es la relación del ser humano con el sistema”.

¿Es la patria suficiente motivo para que un hombre entregue su vida? Esta pregunta ha sido una constante durante el último siglo en el pensamiento occidental, donde muchos empiezan a sentirse “ciudadanos del mundo”, lejos de identificarse con una bandera por la que estén dispuesto a cambiar el destino de sus vidas. China, sin embargo, no se ha transformado en ese sentido. “Yo creo que en el mundo chino tradicionalmente se considera una virtud que un individuo, por el interés de su país, pueda sacrificarlo todo. También sé que en el resto del mundo la opinión es bastante diferente, se cuestiona si esta fidelidad merece la pena”. Jia habla de Edward Snowden -el agente de la CIA y la NSA que hizo públicos documentos clasificados en varios periódicos y actualmente se encuentra perseguido por la justicia norteamericana-, como la cara opuesta a Rong Jinzhen, el protagonista de su libro. “Para Snowden, siendo espía, no era tan importante la patria como los derechos, quería defender los derechos de los individuos. Si él es un prototipo, el protagonista de mi libro es otro, casi al contrario. En el fondo son como dos caras de la misma moneda”.

Un mundo partido en dos mitades

¿Cómo es posible que en un mundo globalizado, el mayor éxito literario de China tarde doce años en llegar a nuestras tiendas? “Yo defiendo una globalización cultural en un sentido positivo: cuando no significa homogeneización, sino diversidad, es muy necesaria”. Jia habla de un deseo de globalización cultural mucho más fuerte entre los orientales que los occidentales. “Occidente tiene mucha ventaja, es más potente, por lo que el deseo de tener expresión y participar es más fuerte en oriente, quizás porque nos gustaría más que hubiera un equilibrio”.

“China ahora se está desarrollando económicamente -comenta-, pero en cuanto a su influencia cultural todavía es bastante pequeña, mi libro es buen ejemplo de ello, es una metáfora para decir que el mundo está partido en dos mitades. Lo ideal es que al final puedan encontrarse y se puedan unir, aún no hemos llegado a ese momento pero esperamos que cada vez haya más casos de éxito”.

El autor se muestra optimista sobre la paulatina apertura de su país al mundo y una mayor adquisición de libertades para los ciudadanos. “Hace treinta años mi libro no hubiera visto la luz y ahora he podido hablar de todo con casi total libertad. Esto significa que ahora China empieza a ser más flexible aunque se requiere tiempo, quizás dentro de otros treinta años espero que puedas ver una China diferente”.

“Creo que a veces desde fuera y dentro de China -añade- hay visiones bastantes diferentes respecto al tema de democracia y libertad. Como concepto, como ideal, son conceptos buenos y valores que tenemos que buscar, eso es obvio. Lo que pasa es que el camino y los métodos para llegar a eso en cada país son diferentes”. “En Occidente la sociedad es mas madura, para la gente es muy fácil asumir esos valores pero en China la solución no debe ser una simple votación, cada uno un voto… para eso se requiere tiempo, trabajo, una buena base: educación, preparación diaria, mejorando el marco legal poco a poco”.

¿Justicia Universal?

El pasado lunes la Audiencia Nacional decidió archivar la investigación sobre el genocidio del Tíbet tras la reforma de la justicia universal. Las presiones del Gobierno chino sobre el español para frenar el proceso fueron la causa principal para que el Ejecutivo se apresurara con la nueva ley que deja a la justicia sin capacidad de perseguir crímenes no vinculados con España. Ante la pregunta sobre el tema, Mai Jia se para unos segundos a reflexionar antes de contestar.

¿Cree que un país debería tener competencias para perseguir los crímenes de otro país? “Yo no quiero cuestionar la intención de los jueces -señala-, no sé si fue populista o si tiene una filosofía de que el interés humano es superior a la soberanía. No puedo opinar de eso pero sí que hablo desde la operatividad: mientras en el mundo no haya un sistema judicial único, es algo demasiado simbólico para ser práctico”. “Evidentemente si existiera podríamos tener una base común para juzgar, lo que pasa es que ahora estamos bastante lejos de eso, ni siquiera la ONU funciona correctamente, quizás tengamos que esperar a que desaparezcan las fronteras para ello”. “También hay que pensarlo por el contrario, si todos los países pueden juzgar a los dirigentes de otro país, entonces, ¿cuántas veces Obama o Bush tendrán que ir a la cárcel? En ese sentido, creo que el Gobierno ha demostrado mayor madurez política que los jueces”.

Más sobre este tema
stats