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“El humor se puede usar para subrayar la gravedad de lo que se dice”

La portada de 'Idiopatía', de Sam Byers.

La actual generación de treintañeros creció entre algodones. Quizá sea por eso que ahora la más áspera realidad les rasca. Por un lado inmaduros y, por el otro, carcomidos por el cinismo, los recién ingresados en la edad adulta tienen ante sus ojos una realidad diferente que desentrañar, al menos en comparación con los referentes anteriores. Y eso es precisamente lo que intenta hacer el inglés Sam Byers a través de su primera novela, Idiopatía (Siruela), una sátira sobre las relaciones de amor, de amistad o de familia en un mundo mediatizado, que se ha convertido en una revelación en su país de origen.

“Es más fácil ser cínico que tener la mente abierta”, reconoce el autor (Norwich, 1979). “Pero existe el peligro de que el cinismo se convierta en la posición de salida, y de eso trata mi libro: de cómo puedes hacer de él tu mecanismo de defensa para no tener que tomar ningún riesgo”. Así le ocurre a Katherine, la protagonista, que a sus 30 años está tan de vuelta de todo que ha perdido todo atisbo de fe en un mañana mejor. Atrapada en un trabajo que no le motiva, enclaustrada en una ciudad que detesta, busca el consuelo en relaciones esporádicas que tampoco le interesan.

El escritor británico Sam Byers. 

Cuando Nathan, un viejo amigo, regresa a su vida después de una temporada en el psiquiátrico, Katherine retoma también el contacto con su antiguo novio y amigo común, Daniel, y la reunión, claro, acaba por despertar los viejos y nuevos fantasmas. “La gente de mi generación tenemos un fuerte sentido de las emociones”, explica Byers sobre él y sobre sus personajes. “Vivimos en una era en la que tenemos que hablar de nuestros sentimientos, como si esto fuera la medida definitiva de la madurez. Pero a mí me parece que este enfoque constante en lo que sientes puede atraparte en una adolescencia continua y, al final, termina por infantilizarte”.

Como trasfondo de la peculiar relación del triángulo, Byers ha imaginado un mundo infectado por una extraña enfermedad vacuna, similar a la de las vacas locas. “Este es un libro sobre gente que está obsesionada consigo misma, que viven vidas muy interiores”, explica el autor. “Por eso quería inventarme algo que afectara directamente a sus vidas, pero como es a través de la televisión y los medios, no les impacta de manera significativa”.

Esa noción, que él plantea como un comentario sobre nuestra sociedad, se complementa con la irrupción de otro personaje, el de la madre de Nathan, convertida en estrella tuitera bajo el nombre de Madre coraje. “En lo que respecta a las redes sociales, me siento dividido”, confiesa el autor, formado en un master de escritura creativa, un medio que -dice-, aunque no sirve para fabricar buenos escritores, sí “te enseña ciertas cuestiones técnicas, además de ponerte en contacto con otros novelistas”. “Y la idea de compartir conocimientos y experiencias en Twitter es genial, pero también me da miedo tener que decir todo el tiempo lo que haces, porque acabas cayendo en un bucle narcisista”.

Aderezado todo con un toque de humor ácido, el resultado es un libro tan agudo como divertido. Aunque sobre esta cualidad el escritor llegó a tener sus dudas, ya que, de hecho, confiesa que en un principio no era su intención desatar la risa. “Pero un vez que lo he aceptado, está bien. Cuando era más joven, pensaba que una novela tenía que ser algo muy serio y sospechaba de la comedia, porque pensaba que era algo que te distrae de la realidad. Sin embargo, al leer a autores como David Foster Wallace, George Saunders o Patrick DeWitt, me di cuenta de que el humor se puede usar para subrayar la gravedad de lo que se dice”.

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