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La gata de Lagerfeld y otros animales literarios

Portada de Choupette, la vie enchantée d'un chat fashion.

Si escribo...

Platero es pequeño, peludo, suave; tan blando por fuera, que se diría todo de algodón, que no lleva huesos. Sólo los espejos de azabache de sus ojos son duros cual dos escarabajos de cristal negro. Lo dejo suelto y se va al prado y acaricia tibiamente, rozándolas apenas, las florecillas rosas, celestes y gualdas...

... todo el mundo sabe que estoy copiando, y no inventando (ni plagiando ¿eh?). Cien años han pasado ya desde que Juan Ramón Jiménez diera a la imprenta Platero y yo, un canto a la amistad y a la vida, un retrato de la España rural de principios del siglo XX.

El burro en cuestión se incorporó así a un zoológico inmenso, el que abre sus puertas en el mundo de la literatura, que desde siempre ha ofrecido protección a cuanto bicho salía del magín de los escritores. Repasen conmigo, siquiera someramente: el gato con botas de Perrault, el cuervo de Poe, el perro de los Baskerville y de Conan Doyle, por no hablar de todos los animales que, en la fábulas (gracias Esopo, gracias Samaniego), se han prestado a poner su imagen al servicio de los pensamientos y los actos humanos, demasiado humanos.

Miguel de Cervantes también cayó en la tentación. La caída se transformó en una novela de largo título, Novela y coloquio que pasó entre Cipión y Berganza, perros del hospital de la Resurrección, que está en la ciudad de Valladolid, fuera de la puerta del campo, a quien comúnmente llaman "Los perros de Mahude"... aunque es comúnmente conocida como El coloquio de los perros.

Coloquio porque los citados Cipión y Berganza hablan, eso sí, sólo durante las noches. Y al hacerlo, demuestran más cabeza que los amos que han tenido, y nos revelan los comportamientos de las personas con las que han convivido.

Zooliteratura

Vámonos a Inglaterra. Acerquémonos a Virginia Woolf, a quienes sus amigos llamaban "Goat", Cabra (su hermana Vanessa era Delfín). El obituario del perro de su familia fue su primer ensayo; años más tarde, tras leer las cartas de amor de Elizabeth Barrett y Robert Browning en las que el perro de aguas Flush tiene un papel destacado, confesó: "No pude resistir la tentación de hacer una vida". Una biografía que es mucho más que un compendio biográfico: Flush, dijo Alison Light en su introducción a la edición en Penguin Classics, "es una Woolf en vestido de perro".

Un ejercicio emparentado con ése es el que Luis Rafael Sánchezvhizo con Buddy, el perro de Bill Clinton, en un texto titulado Indiscreciones de un perro gringo.

Buenos días. Les saluda el Primer Perro Buddy Clinton. Gracias por la salva de aplausos. Gracias por las miradas asombradas. Yo también me miro y asombro.

Como para no asombrarse. Y eso que de los poderes de las mascotas de la Casa Blanca tenemos pruebas sobradas. Les ofrezco dos.

A Millie, la springer spaniel de George y Barbara Bush, se le atribuye un libro titulado El libro de Millie, escrito en primera persona. La promoción aseguraba (¿y por qué no creer lo que la publicidad dice?) que "está basado en la historia que el animalito le contó a la esposa del presidente".

Al parecer, capacidad no le faltaba. "La primera perra de la nación", que así la rebautizaron los humoristas estadounidenses, era una celebridad que ocupó las portadas de Time, Vanity Fair o People... por no hablar de los muchos minutos que le dedicaron las cadenas de televisión. Tantos que, según se rumorea, Bush padre ordenó limitar sus apariciones públicas, que eclipsaban las de algunos de los miembros de su gabinete. Llámenlo sentido común, llámenlo celos.

De la misma estirpe literaria que la republicana Millie resultó ser Socks, gato y demócrata, protagonista de un libro que narraba su vida en el 1600 de la avenida Pennsylvania: Socks Goes to Washington: The Diary of America's First Cat (Socks ̶ que, by the way, significa Calcetines ̶ va a Washington: El diario del primer gato de América).

Y de perro en gato llegamos la felina que ha propiciado esta crónica.

La gata de Karl

La editorial francesa Flammarion acaba de publicar Choupette, la vie enchantée d'un chat fashion (Choupette, la vida encantada de un gato fashion) en la que la minina en cuestión repasa su vida.

Hay materia: propiedad de Karl Lagerfeld, Choupette es una gata birmana de 3 años de edad, 25 centímetros de talla y 3,5 kilos de peso a la que en Twitter (@ChoupettesDiary. Guárdenme el secreto: la que tuitea no es la felina, sino la bloguera estadounidense Ashley Tschudin) siguen más de 43.000 followers.

Digamos desde ya que no es la gata la que ha escrito el texto: se lo debemos a los periodistas Patrick Mauriès y Jean-Christophe Napias, quienes han sucumbido a los encantos de esta miau de ojos "azules como zafiros" y, arrobados, nos cuentan sus caprichos (uno: come sentada a la mesa y en escudilla de plata) y revelan que viaja con sus maletas Louis Vuitton, un guardaespaldas, dos gobernantas, un médico (los veterinarios son para los gatos de baja estofa) y un cocinero.

Como Millie, Choupette ha sido objeto de atención mediática (Grazia, Harper's Bazaar...) e incluso ha sido contratada por una marca de cosméticos (Shu Uemura) como musa.

Confío, amables lectores, en que sepan contener su previsible indignación.

Casos patrios

El 26 de abril de 1981, Enriqueta Antolín firmó en El País una crónica titulada "Ceremonia de lectores y perros para 'Charlas con Troylo". Contaba cómo con motivo de la presentación de su libro Charlas con Troylo, que recopilaba los artículos publicados bajo el mismo título en El País Semanal, Semanal, Antonio Gala había reunido en torno a él a los admiradores de su prosa y a los amantes de los perros. "De repente, a través de la masa llega la voz de Charo Gómez, de Radio Nacional ̶ 'ha significado para este país más de lo que todo pensamos' ̶ , dice. O sea que están hablando de un famoso, y según parece, de un famoso muerto. Y, sin duda, los deudos del difunto importante están allí, recibiendo el pésame. Y resulta que no."

Troylo no fue el primero, tampoco el último, de los perros de Gala. "Los perros han sido mis verdaderos hijos y han tenido la paciencia de vivir conmigo", llegó a decir. Pero se convirtió en el interlocutor ideal para alguien que no buscaba respuestas sino una vía para expresar sus preocupaciones por los problemas que afectaban a nuestro país, y a la humanidad entera.

Distinto es el caso de Antonio Burgos. Primero nos contó la humorística, sentimental y apasionada historia novelada de su gato Remo, al que definió como romano, altanero, caprichoso, sibarita y egoísta, fiel representante de la más ilustre estirpe del Felis Viator, el gato callejero. Y luego cedió el ordenador al propio Remo para que, en Gatos sin fronteras, recogiera los testimonios de algunos de sus congéneres del mundo entero, movido por un hartazgo: decía estar hasta los bigotes de que los humanos hablen de ellos como si lo supieran todo, cuando está claro que los que verdaderamente saben de gatos son los gatos.

Colofón

No sé si tiene mucho que ver con lo que hemos venido contando, pero me parece un final adecuado.

Ésta es la historia de un músico ambulante, James Bowen, que encontró un gato, callejero y pelirrojo o viceversa, herido: Bob. Y de cómo Bob le cambió la vida.

Ahí estamos... que nos vamos

Ahí estamos... que nos vamos

Lo que James y Bob vivieron juntos le dio al primero para un libro titulado Un gato callejero llamado Bob y subtitulado Cómo un hombre y un gato encontraron esperanza en la calle que se convirtió en un catseller. Tanto, que al poco llegó un segundo libro, El mundo según Bob. Las nuevas aventuras del astuto gato callejero y su amigo.

Obsérvese que en ese subtítulo el astuto es el gato, no su amo. Esta breve visita al zoo de la literatura demuestra que, lejos de ser la excepción, esa distribución de caracteres es la norma.

Por cierto: Bob también tiene Twitter: @GatoBob. Cipión, Berganza, Flush, Millie, Socks y compañía nunca soñaron con tanto.

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