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“La ficción nos despeja la mirada ante cualquier forma de absolutismo”

Portada de 'La ciclista de las soluciones imaginarias'.

Que haya gente que enferme por no tener acceso a la sanidad o que los jóvenes reciban una educación de poca calidad, por poner dos ejemplos, es pura ficción. Realidad, sí, pero sin dejar de ser inventada. Porque nada está escrito antes de la intervención de las personas. Eso cree el escritor venezolano Edgar Borges, que presenta su última novela, La ciclista de las soluciones imaginarias. Si todo lo que somos y hacemos es una construcción, una convención sobre lo que deben ser –pero no necesariamente son en sí- las cosas, la imaginación se convierte así para el narrador “en algo científico”: “tú estás creando la dimensión de un espacio tiempo”.

En estos tiempos en que la constante "repetición de determinados acontecimientos nos cierra las puertas a la imaginación", los arquitectos de esa verdad aparente no son sino aquellos que insisten en atacar la sanidad o educación del ejemplo inicial. Como “la realidad no es un destino”, en la novela de Borges (que la presenta este lunes a las 19.00 en la Casa del Libro de Madrid, acompañado del escritor argentino Marcelo Luján y la cantautora Silvana Magari) se produce ese proceso por el cual, a través de la ficción y la voluntad de realizarla, se invierte la tortilla. Protagonizada por un hombre llamado Silva, el primer caso de afectado por el "mal de la mirada trastocada”, la novela explora a través de él el “concepto de sociedad global, tanto en el sentido geográfico como el existencial”.

El escritor venezolano Edgar Borges | LAURA MUÑOZ HERMIDA

Esa mirada perturbada del personaje principal le lleva a ver lo que no hay, y a no ver, en cambio, lo que sí hay. Mira por la ventana y se encuentra a sí mismo en su pasado, en la época feliz que vivió en México. Ahora reside en su España natal con la que ha sido su esposa durante tres lustros, los dos primeros amables, el último insoportable hasta el punto de haberse convertido en su peor enemigo. Contador público en el ayuntamiento, Silva vive en un barrio manejado por un contratista. Entre él y su mujer confabularán para sacar provecho de la enfermedad de este hombre. Hasta que irrumpe en sus vidas la ciclista acróbata.

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“Ella cambia la vida del señor Silva”, explica Borges, autor de otros títulos como El hombre no mediático que leía a Peter Handke o ¿Quién mató al doble de Edgar Allan Poe? “La vuelve al pasado a través de sus acrobacias, y se convierte en un peligro para los intereses de la esposa y el contratista”. Concebido como una y a la vez varias “metáforas de la sociedad actual”, las que el lector quiera comprender, el libro indaga no solo en la falta de creatividad y de riesgo a la hora de buscar soluciones a los problemas de origen humano que, como tales, tienen respuestas humanas. También quiere ser un canto para el despertar, para darse cuenta, por fín, de que “estamos viviendo como autómatas, de que vamos a trabajar y lo hacemos sin perspectivas de futuro, mientras la rutina se ha vuelto una condena”.

Aunque su altavoz para hacer ese llamamiento es solo un libro, en realidad es mucho más. Porque la literatura tiene para Borges “el poder de despertar miradas. No tiene una transferencia directa, pero sí indirecta”. O lo que es lo mismo, "la ficción nos despeja la mirada ante cualquier forma de absolutismo". Instalado en España desde 2007, el autor se inició en la escritura en Su Venezuela natal. “Comencé de pequeño, fui un lector prematura, casi obsesivo”, recuerda. Desde aquellos “nueve o diez años” que tenía cuando pergeñó su primera novela (“un disparate”, se ríe) ha seguido manteniendo esa visión de las letras y de la cultura.

“Hay una crisis que va mucho más allá de lo económico, porque en ese sentido es una estafa. Lo que hay es, sobre todo, una crisis en lo cultural”, opina. “Ahora mismo, los que ostentan el poder quieren hacer ver que la cultura es algo de vagos, pero la realidad es que el arte transforma. Ellos saben que esto es así, y por eso lo atacan cada vez más a la cultura, porque los creadores son los verdaderos enemigos del poder”, cree el escritor, muy volcado también en el teatro. “El día que comprendamos que todos somos creativos, tendremos otro modelo social”.

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