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¿En qué se parecen Jesucristo y Sherlock Holmes? No es tan elemental, querido lector

Benedict Cumberbatch y Martin Freeman dan vida a Sherlock y Watson en la serie de la BBC.

Pregunta: ¿Cuál era la profesión de Sherlock Holmes?

Sin duda, dirá, ejerció de implacable detective. O, más agudamente aún, argumentará: en realidad, Holmes era detective consultor, el que se encargaba de los casos que todos los demás daban ya por perdidos. Hasta que piense: ¡no! ¡Ya tengo la respuesta! Sherlock Holmes fue... solamente un personaje de ficción y, como tal, jamás pudo ocupar ningún cargo. Querido lector, como ve, la solución a una sencilla pregunta, en el fondo, no es ni mucho menos tan elemental. Como tampoco lo fueron los métodos utilizados por la mayor y más expansiva criatura surgida de la pluma de Arthur Conan Doyle, convertida con el paso del tiempo en auténtico paradigma de la actividad investigadora.

Interesado desde joven en los cómos de las ingeniosas conclusiones alcanzadas  por el flemático británico, el guionista televisivo y escritor Daniel Tubau se ha puesto la capa de agente para dar forma a No tan elemental (Ariel) un libro en el que se desbrozan las fórmulas y los criterios aplicados por Holmes para deshacer el intrincado nudo de la verdad. El resultado de sus indagaciones le ha llevado a inferir que el singular detective fue mucho más que tal cosa. Pionero  en el estudio y la interpretación de los signos (la semiótica), valedor del método científico, impulsor del proceso creativo sistemático, criptógrafo, empirista, psicólogo, filósofo, experto en arte... Holmes fue, y continúa siendo, emblema de la sagacidad volcada en el beneficio a la sociedad. 

De eso precisamente se congratula Tubau, quien subraya que a través de ficciones como la serie de físicos The Big Bang Theory o las mismas recreaciones audiovisuales de los personajes de Conan Doyle, últimamente se está haciendo realidad el lema de aquella: que lo intelegente se ha vuelto sexy (Smart is the new sexy). E impulsar eso, proporcionando herramientas y metodologías, es lo que pretende aportar con su título que, como medio educativo, ofrece contenidos paralelos en Internet, que incluyen desafíos lógicos y otros retos. 

No solo están de moda Sherlock Holmes y su siempre leal John Watson por el éxito de las películas protagonizadas por Robert Downey Jr. y Jude Law, así como la serie de la BBC Sherlock, con Benedict Cumberbatch y Martin Freeman. Tras haber matado a su héroe en el cuento El problema final, Conan Doyle se vio obligado a resucitarlo por la presión de sus fans en La casa deshabitada. En un limbo tras el fallecimiento del escritor, fueron los incondicionales de Holmes quienes le dieron nueva vida a través de los pastiches, obras de diferente autoría que recuperan la figura del genial detective. El último acaba de ser publicado bajo el título de Mr. Holmes, obra de Mitch Cullin que se trasladará próximamente a la gran pantalla.

Un reto, el de devolver al personaje a su entorno natural, la página entintada, que sigue figurando en la lista de tareas pendientes de Tubau.  

Pregunta. Para empezar por el principio: ¿de dónde viene este amor a Sherlock Holmes?

Respuesta. De la infancia o la adolescencia, más o menos. Cuando mi madre me dio el primer cuento o la primera novela –creo, de hecho, que fue Estudio en escarlata-, a partir de ahí me aficioné muchísimo al personaje: empecé a leer todos sus cuentos -tiene 56 cuentos y 4 novelas- y desde entonces ha sido una pasión a través de los años. Empecé haciendo una libreta intentando apuntar sus métodos, a los 16 años, y luego he seguido detrás de él. Una vez que me leí todo lo que publicó Conan Doyle leí lo que llaman los pastiches, que son historias protagonizadas por Holmes pero escritas por otros autores, y que se mezclan con personajes de la época, con Freud por ejemplo, etc.

P. Por lo que me cuentas, entonces este libro se remonta a tus 16 años… ¿Pero cuándo decides sistematizar lo aprendido y condensarlo en un volumen?

R. En un momento dado yo quise también escribir un pastiche, como un manuscrito perdido que se había encontrado en una vieja librería, o algo así, y contar mi propia historia de Sherlock Holmes. Lo empecé, pero no lo terminé. Cuando tenía 20 años editaba una revista, me la inventé yo y edité cinco números: yo mismo lo escribía todo, lo imprimía y publicaba ocho ejemplares, para los amigos y tal. Ahí publiqué un artículo sobre Sherlock Holmes y Conan Doyle, y recuerdo que después un amigo me pidió un artículo largo, como de revista americana, de 80 páginas, y lo escribí. No se llegó a publicar, pero en parte es la fuente o la base del libro. Al ampliarlo se ha convertido en 300 páginas y una investigación muy a fondo.

P. ¿Y has utilizado el método Holmes para esta investigación?

R. Yo supongo que sí, que el método se asemeja al de Sherlock Holmes. Él está obsesionado con los datos, siempre dice que necesita muchos datos, porque sin arcilla no se hacen ladrillos y sin ladrillos no se hacen casas. Yo he leído muchísimos libros: además de leerme varias veces lo que llaman las 'Sagradas escrituras', que son los cuentos y novelas escritos por Conan Doyle, me he leído libros relativos a todas las profesiones con las que yo relaciono a Sherlock Holmes: de semiótica me he leído el tratado general de semiótica de Umberto Eco, de arte, crítica de arte, criminología… de todas estas otras profesiones que Sherlock Holmes tenía. También he intentado, como dice él, distinguir lo esencial de lo accesorio: una vez acumulados los datos, seleccionar lo que verdaderamente define la manera de pensar de Holmes frente a la manera de pensar de Watson, que es más torpe o menos a fondo.

P. Una cuestión a la que otorgas importancia en el libro y que acabas de mencionar es la de la semiótica, el estudio de los signos. ¿Qué aplicación tiene esto a la vida real?

R. Holmes, efectivamente, es considerado uno de los precursores de la semiótica. Se dice que son tres: Ferdinand de Saussure, Charles Sanders Pierce, y el tercer gran padre fundador se considera Sherlock Holmes. Y lo curioso es que Umberto Eco y otros semiólogos lo citan como si fuese uno más entre los creadores. ¿Por qué? Porque Sherlock Holmes descifra signos. La semiótica se ocupa de los signos, símbolos, las señales, etc., y la gran cualidad de Sherlock Holmes no es tanto descifrar los signos, sino ver dónde están. Por ejemplo, puedes tener algo que tú sabes que es un signo, por ejemplo códigos secretos: tú sabes que es un código secreto y está a la vista que es un código secreto. Pero él detecta cosas que no son consideradas signos, y eso es lo importante: es un tremendo lector de la realidad y ve cosas que nadie consideraría que son significativas. Por ejemplo, hay una aventura, la del Caballo de Plata, donde él consigue la solución dándose cuenta de algo que no ha sucedido: que un perro no ladre por la noche cuando roban el caballo. Él dice: ¿por qué el perro no ladró, cuando normalmente ladraría si alguien entra y roba un caballo? O sea, que la ausencia de un signo para Sherlock Holmes es un signo.

P. ¿Quiere tu libro trascender la teoría y ser útil para los lectores?

R. Yo creo que sí. El libro tiene, primero, la intención de exponer muy claramente cuál es el método de Holmes, qué es lo que caracteriza su pensamiento a diferencia del de Watson, que es el de todos nosotros, más o menos. Pero en la segunda parte, que se llama Educando a Watson, trata mucho de eso, de cómo podemos aprender y podemos mejorar. Yo creo que el lector, si lee atentamente el libro, puede mejorar mucho su manera de pensar y acercarse a Holmes: cambiar su manera de ver el mundo, de ver más allá de lo aparente…

P. De hecho has incluido contenidos hipertextuales con esa finalidad, digamos, educativa.

R. En muchos momentos del libro digo: deja aquí la lectura del libro, vete a Internet a ver un experimento psicológico interesante. Cuando estás leyendo el libro, y ves un desafío como ese, el lector que deja el libro y va a ver el desafío tiene pensamiento Holmes, porque le gustan los desafíos. Pero muchos lectores dirán: bueno, ya lo miraré otro día. Eso es el pensamiento Watson, el de la pereza de pensar. Henry Ford decía que pensar es lo más difícil que hay porque tenemos una gran pereza, y en cierta manera es verdad. Pero yo creo que se puede superar esa pereza y después todo resulta mucho más interesante. Cuando empiezas con pequeños desafíos y luego lo vas complicando, al final disfrutas muchísimo más.

P. Por otro lado, hablas de tres vías para llegar a la verdad, que son la inducción, la deducción y la abducción. ¿En qué consiste cada una?

R. La abducción no es lo de los extraterrestres, ni que te secuestre un marciano y te lleve a otro planeta. Te pongo el ejemplo del libro, que es donde se ve más claramente. La deducción es el método que utilizan las matemáticas, la lógica, etc., y que se basa en que tú conozcas algo completamente. Es un sistema cerrado. Por ejemplo: imaginamos una bolsa de judías blancas. Tú sabes que en esa bolsa, después de haberla vaciado y haberla vuelto a llenar, todas las judías son blancas. Ahora viene alguien con la mano cerrada y te dice: tengo aquí unas judías que he cogido de la bolsa. ¿De qué color son? Tú dirás que blancas: si las has cogido de la bolsa y no me mientes, ya comprobé antes que todas eran blancas. Eso es deducción, pero pocas veces en la vida nos vemos ante un sistema cerrado, los sistemas casi siempre son abiertos y tienen escapatorias.

La inducción sin embargo consiste en que tú haces ciertas observaciones repetidas y de eso sacas una ley general. Imagínate que tienes el saco de judías, y en este caso no has comprobado si son todas blancas: empiezas a sacar una, es blanca; cien judías, son blancas; 1.357, también son blancas. Entonces lanzas una hipótesis, y dices: 'creo que todas las judías de este saco son blancas'. Y tienes probabilidades de acertar, pero ¿quién sabe? A lo mejor en el fondo del saco hay una judía negra, nunca se sabe. En la inducción siempre se puso como ejemplo los cisnes blancos. En la época griega y romana se decía que todos los cisnes eran blancos, pero tiempo después en Australia se descubrieron cisnes negros, y de pronto todo el ejemplo de la inducción se vino abajo porque había cisnes negros también. Habían observado cientos de miles de cisnes y todos eran blancos, pero eso no quiere decir que siempre tenga que ser así.

La abducción es un poco diferente a los otros dos métodos: en este caso, sí que sabemos que hay un saco de judías, sabemos por ejemplo que son todas blancas, pero lo que pasa es que nos encontramos unas judías en el suelo, que son de color blanco. Entonces hacemos una hipótesis: estas judías son blancas, sé que las judías del saco son blancas, así que yo creo que estas judías han salido de este saco. Como ves, es un tipo de inferencia diferente de la deducción, en la que estás absolutamente seguro de algo, y de la inducción, en la que piensas que algo se repetirá porque lo has observado muchas veces. En la abducción, entre varias cosas aparentemente no relacionadas, piensas que podría haber una relación entre ellas. Este es el método que más usa Sherlock Holmes: se han contado todos sus casos a partir de los métodos que usa, y casi siempre es una mezcla de todos ellos, pero se ha visto que lo que más usa es la abducción, que de hecho es lo que más usamos todos nosotros. Usamos mucho la inducción en el sentido de que cuando vemos que una cosa se repite llegamos a la conclusión de que volverá a repetirse, pero la abducción, relacionar cosas diferentes, aunque lo usamos, hay que perfeccionarlo y hacerlo más profundo y más útil.

P. Un personaje literario así, que se considera incluso fundador de una disciplina científica, ¿existe algo comparable en la literatura?

R. Se podría quizá ver algo así en Julio Verne, pero los descubrimientos no se les suelen atribuir a sus personajes. Curiosamente, se le atribuye el mérito de visionario a Julio Verne, pero con Sherlock Holmes a Arthur Conan Doyle nadie le atribuye ningún mérito, como si no hubiera hecho nada: todo se le atribuye al personaje. También está lo que decía Oscar Wilde del romanticismo: que no es que el arte imite a la vida, sino que la vida imita al arte, y concretamente a William Shakespeare, y más concretamente aún a Hamlet. La época romántica surge de la lectura de Hamlet, Macbeth, etc. En ese sentido se podría decir que esos personajes crearon todo el movimiento romántico. Pero como Holmes, es decir, ser precursor de tantas disciplinas, yo creo que no hay ningún caso.

P. Antes ya habías escrito otros libros: entre ellos, un libro hipertextual (Deep Purple), otro sobre las sociedades secretas (La verdadera historia de las sociedades secretas) y otro de ciencia ficción (Recuerdos de la era analógica). Parece que el contenido de esos títulos converge aquí, en este libro de Sherlock Holmes, que tiene su parte hipertextual, su parte científica y su parte oculta. Deep PurpleLa verdadera historia de las sociedades secretasRecuerdos de la era analógica

R. Sí, también he escrito algún libro de guion, y alguno de ellos tiene coincidencias con Sherlock Holmes porque él toca todos los palos. En la parte final del libro hablo de una cuestión que no he llegado a ver expresada claramente y es que se le considera el precursor del estudio de la creatividad. Claramente, el proceso de Sherlock Holmes coincide con lo que los expertos dicen hoy en día que son las fases del proceso creativo.

P. ¿Formas parte de alguna de las asociaciones que se dedican al estudio de la figura de Sherlock Holmes?

R. No, no pertenezco a ningún club. Hay muchos clubes holmesianos, donde es prácticamente una religión. Los holmesianos parten de la premisa de que Sherlock Holmes es un personaje real y a partir de ahí intentan averiguar todo lo que se cuenta en sus historias como si fuese real. Yo lo comparo en el libro con Jesucristo, porque los cristianos consideran que Jesucristo existió y todas sus teorías parten de esa premisa. Sin embargo, no hay testimonios completamente fiables y ninguno coetáneo del Jesucristo histórico. Entonces los holmesianos parten de esa premisa y lo llaman El gran juego. Es muy interesante, porque incluso averiguan si Holmes pudo coger un tren o no cogerlo: miran los horarios del tren del 14 de febrero de 1887, por ejemplo, y ven que no había ningún tren. Entonces se preguntan: ¿por qué nos ha mentido Watson? ¿Por qué dijo que cogía ese tren? Seguro que hay algo aquí. Ellos llaman a los escritos de Conan Doyle –aunque ellos dicen que no fueron escritos por Conan Doyle, sino por Watson- las Sagradas escrituras. Pero yo no pertenezco a ningún grupo organizado, aunque es posible que ahora entre en alguno. A mí me tira mucho eso de Groucho Marx de no pertenecer a ningún club, pero no sé si romperé la promesa.

P. Por otro lado, eres guionista: ¿de qué series o programas?

R. Soy guionista de televisión. He trabajado sobre todo en programas, pero también he dirigido series. He trabajado en el Club Disney, El gran juego de la oca, El informal, en Caiga quien caiga estuve al principio pero justo me fui a dirigir un programa de Santiago Segura… En 30 o 40 programas.

P. O sea, que tu trabajo no tiene mucho que ver con Sherlock Holmes, esto es otra vida aparte.

R. Yo creo que mi trabajo es el que no tiene que ver con mi vida. En realidad mis aficiones han ido siempre por la literatura, Sherlock Holmes, la mitología, la filosofía… Yo estudié filosofía. Empecé a trabajar en televisión un poco por casualidad, haciendo guiones de una sección de cómic y luego fui entrando en el mundo de la televisión. También soy profesor de guion.

P. Ahora que la novela negra está tan de moda, ¿cómo ves el panorama? ¿Dónde se ha quedado la figura de Sherlock Holmes? 

R. Es verdad que es de lo que más se vende hoy en día, pero sin embargo yo soy poco experto en la literatura negra, me he quedado en los clásicos: en Sherlock Holmes, en el padre Brown de Chesterton… Creo que el detective al estilo de Sherlock Holmes, más aristócrata, más distanciado, más inteligente, más frio... se lleva menos, y se lleva más el detective torpe, al que le engañan. También Hollywood nos ha enseñado con Humphrey Bogart que te engañan siempre al final, la chica en realidad es culpable y te te ha estado todo el tiempo enredando… este tipo de cosas. Eso le pasa también a Holmes: Irene Adler es la mujer que le vence, y él la admira por encima de todo, pero creo que es otro modelo de detective, el de Sherlock Holmes no se lleva tanto hoy en día, diría yo.

P. Sherlock Holmes sí que se lleva ahora en la televisión y en las películas.

R. Sí, está muy de moda con las películas de Robert Downey Jr. y Jude Law (Sherlock Holmes y Sherlock Holmes: Juego de Sombras) y con la serie de la BBC (Sherlock) que lo ha actualizado, lo ha puesto en el presente, y además lo ha hecho muy bien, los holmesianos estamos muy contentos, nos parece que es muy fiel. A pesar de ser tan diferente, de estar en la época actual, donde incluso usa el móvil, sin embargo es muy fiel al personaje, salvo pequeños detallitos en los que se separa y nos enfadamos los holmesianos, porque somos muy tiquismiquis. Pero en general está muy bien. La serie se ha vendido a 150 países, es increíble. En China sé que son muy aficionados a Sherlock Holmes, por ejemplo. En mi libro digo que la inteligencia está de moda, lo que me parece un buen síntoma. Y que Holmes sea en parte responsable de que la inteligencia esté de moda también está bien.

P. Si una cosa has aprendido de Sherlock Holmes, ¿cuál sería?

R. Yo diría que, si bien no lo he aprendido, pero sí he reforzado mucho, es a no fiarme de la intuición. La intuición es una herramienta muy útil que nos funciona en la mayoría de las ocasiones, pero en las situaciones que se salen un poco de lo normal ya no funciona tanto. No fiarte de las primeras impresiones, tener mucho cuidado con los prejuicios, con los sesgos psicológicos.

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