VELÁZQUEZ-GAZTELU

“Es imprescindible que el poder económico se reparta más”

La portada de 'Capitalismo a la española'.

Aquello de que Spain is different se podría concretar un poco más. En la afirmación, por ejemplo, de que en comparación con otros países del entorno, como Francia o Reino Unido, “el poder económico está excesivamente concentrado en muy pocas manos”. No es que en otras latitudes no ocurra esto. Como explica el periodista Juan Pedro Velázquez-Gaztelu, “en todos los países se da una relación más o menos estrecha entre el poder político y el económico, no es un fenómeno exclusivo de España”. La diferencia radica, principalmente, en el grado de interrelación, aquí prácticamente endogamia, que da lugar a esa condensación del dinero, mucho, que acaba repartiéndose entre muy pocos. Después de tres décadas escribiendo informaciones sobre economía e internacional, el reportero extrae una conclusión fundamental: que una situación así supone un auténtico lastre para el desarrollo del país.

Con un estilo didáctico y un lenguaje accesible, Velázquez-Gaztelu ha compendiado las lecciones aprendidas en estos años de “observación” de eso que hoy llamamos “casta” y que antes fue el “establishment” o las “élites” en Capitalismo a la españolaCapitalismo a la española (La esfera de los libros), un ensayo prologado por Soledad Gallego-Díaz que quiere aportar una explicación “clara de cuáles son las relaciones entre poder político y económico, que suponen un freno para la modernización de la economía española y de España como sociedad”. “Si queremos acercarnos a los países más prósperos de Europa”, advierte el autor, que ha trabajado para EFE o El País y que actualmente colabora con Alternativas Económicas, “es imprescindible que el poder económico se reparta más, y que no solo unos pocos tomen las decisiones que nos afectan a todos: hace falta que entren otras personas con nuevos perfiles”.

El periodista pone el foco, como no podría ser de otro modo, en esa práctica tan hispana de las puertas giratorias, que atañe a políticos hasta el más alto nivel, incluidos antiguos presidentes del Gobierno. “José María Aznar es asesor de Endesa y Felipe González está en consejos de administración de Gas Natural, y ambos hacen negocio con esas empresas”, subraya, para matizar que, en ningún caso son estos ejemplos aislados. “Hay políticos, expolíticos e incluso familiares de políticos en los consejos de administración de las empresas españolas”, remarca. “Más allá de que se trate de una práctica muy discutible, el gran problema es que se crea en la sociedad una sensación de que solo unos pocos se lo guisan y se lo comen todo: que hay unas élites que actúan a espaldas de los intereses de la sociedad en general. Y esto es claramente un atraso”.

Traspasadas las puertas giratorias, el periodista analiza cuestiones como los privilegios de la banca, el papel de los lobbies de presión o las grandes empresas que dominan el panorama financiero en España. Estas últimas, abunda, “funcionan en mercados regulados”, lo que implica que “buena parte del tejido empresarial depende de las reglas que fija el Gobierno y de cómo las aplica para prosperar, en lugar de depender de factores como fabricar buenos productos, innovar o saber competir”. Caso paradigmático es el del sector energético. Aunque también existen otros como “las empresas de telecomunicaciones o las constructoras, que dependen mucho de la obra pública, así como los grandes medios de comunicación”.

La comunión entre dinero y política provoca, además, que se desestimule la competencia, clave para mantener la buena salud de la economía. “Muchas empresas extranjeras se dan cuenta de que este maridaje les cierra muchas puertas”, ilustra el autor. “Y también desincentiva la aparición de nuevas empresas españolas: como lo importante es tener un buen contacto político, hay muchos empresarios que se desaniman, porque no pueden competir”. Con la crisis, la concentración del poder se ha exacerbado, lo que ha dado lugar a una brecha salarial de proporciones casi abismales entre directivos y empleados medios, así como a una redefinición del mercado que, entre otras cuestiones, ha desembocado en un sector bancario en el que solo tres entidades –Santander, BBVA y Caixabank- controlan el 60% del pastel.

Dado que los gerifaltes son pocos, no resulta difícil ponerles nombre y rostro. Eso ha querido hacer el periodista, que pinta en el libro los retratos de los ricos españoles, a quienes coloca, a grandes rasgos, en tres apartados diferentes: “los hechos a sí mismos”, como Amancio Ortega (Inditex), Isak Andic (Mango) o los hermanos Roig (Mercadona); los herederos de grandes fortunas familiares, “muchas labradas durante el franquismo”; y los altos ejecutivos. Además de escasear entre estos los emprendedores tecnológicos del tipo Bill Gates o Mark Zuckerberg, salta a la vista su evidente sesgo sexista. “Basta ir a alguno de los restaurantes de lujo de Madrid, donde se suelen hacer los negocios, para ver que hay muy pocas mujeres. Tampoco las hay jugando al golf, ni en cacerías o actos sociales para irse de copas, que es donde se reparten puestos y se establecen alianzas”, señala el reportero, que califica este entorno de “muy tradicional: yo diría que machista”.

Otro rasgo que caracteriza a los poderosos es su edad, casi siempre avanzada. Otra diferencia con Europa, “que obedece muchas veces a que las cúpulas directivas miran más por su propio interés que por el de sus accionistas”, afirma. “Sus decisiones van encaminadas a que ellos permanezcan en las cúpulas de las empresas, y eso también influye en las altísimas retribuciones que se adjudican los directivos y los miembros de los consejos de administración de las grandes empresas españolas”. Caso contrario, no obstante, al de los políticos: “la mayoría de nuestros presidentes han accedido al poder muy jóvenes, y por tanto se han retirado de la política muy jóvenes, con mucha carrera por delante”, ilustra. “Por eso muchos han aprovechado para pasarse al sector privado para ganar un dinero que no ganaban en otros sitios”.

Las soluciones a este desaguisado, que las hay, deberían empezar por el principio: por poner en práctica las medidas que ya existen pero no se pueden o no se quieren observar. “Tenemos normas, tenemos leyes, la cuestión fundamental es que se cumplan, y que los organismos encargados de ello sean independientes del poder económico y político”. Ante los nuevos tiempos, propiciados por la irrupción de partidos como Podemos o Ciudadanos, Velázquez-Gaztelu se muestra “optimista” con respecto a las posibilidades de un cambio a mejor. “Otra cosa es que cuando lleguen al poder, si llegan, sean capaces, porque las resistencias van a ser muy fuertes. Pero el discurso creo que sí es positivo”. Sobre las intenciones de otras formaciones, su percepción resulta más escéptica: “La Ley de Transparencia, que podría ser un primer paso, está promovida y aprobada por el PP, que a mi juicio tiene muy poca voluntad de transparencia: es un partido donde se han borrado discos duros en su sede, que está siendo investigado en los tribunales y se han perdido partes del sumario…”, critica. “Es decir: ¿es esta la transparencia que buscamos?”

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