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Gonzo: “En este país, o somos demasiado conformistas o demasiado masoquistas”

Gonzo, en uno de sus reportajes para 'El intermedio'.

De cara a la galería, resulta muy fácil llenarse la boca con grandilocuentes palabras. Defender verbalmente la propia honorabilidad y las buenas intenciones es casi el pan nuestro de cada día en lo que a nuestro políticos se refiere. Ellos dicen y prometen que todo lo hacen por la patria, pero luego resulta que nos enteramos de que su patria no aparece en ningún mapa, y solo es rastreable desde los datos de una cuenta bancaria. En su trabajo diario como reportero de El Intermedio, Fernando González, Gonzo, (Vigo, 1976) acostumbra a tratar estos temas que, como a la mayoría, muchas veces le “cabrean”. Lo lleva haciendo desde sus inicios profesionales en su Galicia natal, y lo continúa haciendo ahora, también fuera de pantalla. A desvelar algunas de las verdades que se esconden tras la fachada muchas veces marmórea de los rostros de los próceres nacionales ha dedicado su recién publicado libro ¡Todo por mi país! (Planeta), un recuento de las salvajes aventuras políticoeconómicas de destacados dirigentes como Esperanza Aguirre, Jordi Pujol o José Bono, entre otros cuantos.

Pregunta. Viendo el repaso que das a los próceres de la patria, como los llamas, surge la duda: ¿hay prócer bueno?

Respuesta. Yo creo que si es bueno no es prócer. Estoy convencido —y los conozco— de que hay políticos buenos, honrados, trabajadores y que su fin último es servir a la sociedad que los ha elegido como representantes. La desgracia es que las organizaciones políticas a esta gente no la suelen llevar en primera fila. Los que van en las listas electorales normalmente están ahí porque alguien ajeno a la sociedad ha pedido que por favor este tipo vaya ahí. Ejemplo valido, hablando de actualidad, es el que contaba Manuel Jabois el otro día: un día el padre de Rato entró en el despacho de Fraga y le dijo: 'oye tío, que yo te financio el partido desde hace tiempo y el niño quiere ir en las listas'. Ese es un ejemplo de lo que pasa aquí: los que llegan a cotas de poder representan a otros grupos de poder a los que les interesa estar metidos en política. Jordi Pujol dijo: 'a partir de ahora dejo de hacer país y voy a hacer patria'. Pues dejó la banca catalana para meterse en política y seguir haciendo dinero más impunemente y pensando que ahí había más manejo. Creo que hay partidos que no representan a la sociedad, sino a grupos cuyos intereses no tienen que ver con los de la mayoría.

P. ¿Cómo se explica que habiendo periodistas como tú y como otros que se dedican a desvelar todas estas cuestiones, se siga votando siempre a los mismos?

R. No solo es el periodismo el que sirve para que la gente se dé cuenta. Más que alguien que ve El Intermedio siga votando al PP o al PSOE, a mí me preocupa que ese alguien haya tenido dos hijos en los últimos cinco años, y que para el primero de los hijos no haya pagado ni un euro por las vacunas, y que por el segundo hijo esas mismas vacunas le hayan costado más de 170 euros. Si ese tío sigue votando al partido que ha tomado esa decisión ahí no hay periodismo que valga. A mí me cuesta entenderlo, pero es que me pasa con amigos y familiares. Y es que 40 años de dictadura se siguen notando. Durante 40 años, aquí se ha inculcado una forma de entender la política o la representación social que sigue teniendo efecto. Sigue habiendo, desde mi punto de vista, mucha presencia de la Iglesia, y mucha militancia del no razonar. Por suerte ya no son tantos como antes, y si se confirman las encuestas, más de la mitad de la gente va a dejar de votar lo que llevaba votando durante muchos años. Pero aun así, o somos demasiado conformistas, o demasiado masoquistas en este país.

P. El relato del franquismo planea a lo largo de tu libro como trasfondo pero, ¿es justo achacar todos nuestros males a esos tiempos y a los de la Transición?

R. Yo he querido contextualizarlo. Hay un capítulo que habla de dónde vienen estos políticos, y la mayoría vienen de ahí. Pero esa es la generación que ha mandado hasta ahora, que fueron nacidos y educados en el franquismo. Y yo entiendo que los que mandan son personas, los que mandan han tenido unos padres, han ido a unos colegios, han leídos unos libros en su casa, y eso no puedes evitar que deje huella. Entiendo que ahora viene una nueva generación de políticos que no tiene nada que ver con eso. Y no solo de nuevos políticos, también de empresarios. Pero hasta ahora, creo que todo venía un poco de ahí: los mismos nombres, las mismas gentes, por desgracia los mismos jueces… No le achaco toda la culpa, pero sí que me parece importante contextualizar. Y hay cosas que a mí me parecen muy ilustrativas. Yo no me creo que un partido se pueda llamar socialista y no haya ayudado a todos los socialistas que tienen a sus padres enterrados en las cunetas. ¿Cómo te puedes llamar socialista? ¿Cómo puedes decir que eres de izquierdas? Son cosas que no me entran en la cabeza.

P. De hecho también contextualizas tu propia historia en la introducción, donde hablas de tus inicios primero vitales y luego en el periodismo. Ahí explicas que cuando empezaste, en la radio tenías que leer notas que te daban ya escritas. En el fondo, la anécdota lo que viene a decir es que las cosas no han cambiado tanto en periodismo, que ahora ha aceptado cubrir ruedas de prensa del presidente del Gobierno sin preguntas y por una pantalla de plasma.

R. En el libro no lo cuento, pero en la radio me tocó estar también en Santiago una temporada, y allí me tocó ir a muchas ruedas de prensa de Fraga. Antes de que Fraga entrara en la sala —el hombre estaba ya mayor y no se le entendía muy bien— a nosotros nos daban el texto que Fraga leía íntegramente. Y eso Fraga no lo había escrito, porque no se iba a sentar a escribir lo que iba a decir. Y algún día a mí me cayó una bronca por decir 'Fraga leyó un texto que alguien de su gabinete escribió y que dice que…'. Antes de terminar el informativo ya me llamaban de Coruña. Es como lo de los argumentarios: yo, que un tío en Murcia, otro en Alicante y otro en Madrid digan la misma frase con 20 minutos de diferencia… no me lo creo. Por eso, lo que quería hacer en el libro era contar quiénes están detrás de esos personajes.

P. Como te has tenido que documentar para el libro, imagino que tú mismo también has descubierto cosas. ¿Hay alguna que te haya dejado especialmente helado o ya con el bagaje de la profesión no te sorprende nada?

R. No, no, me sigo helando. Lo que más, el tema Pujol: me dejó muerto. Desde que empecé a leer me quedé helado. O el caso de La Muela, que también me dejó loco. Que una alcaldesa de un pueblo de 2.000 habitantes se pueda comprar una mansión al lado de la de Julio Iglesias en la República Dominica, es de risa. Clama al cielo, pero es de risa. Que durante años los vecinos de La Muela se fuesen de vacaciones por 300 euros a un hotel de cinco estrellas de Vietnam, de Filipinas, de Brasil, y ahora no tengan semáforos porque no pueden pagar la luz... Yo sabía algo de este tema, pero cuando empecé a leer dije: es que esto es alucinante. Hay cosas que me siguen sorprendiendo y me siguen dejando helado, pero intento no cabrearme en exceso. Y si me cabreo, me cabreo en la esfera de lo privado e intento no trasladarlo a lo público, a mi trabajo. Pero sí: lo Rodrigo Rato, por mucho que te lo esperes, te cabrea. 

P. Antes mencionábamos el tema del plasma. ¿Cómo valoras tú que los periodistas hayamos claudicado ante esto?

R. Eso sí que lo viví desde el principio. Mi primer trabajo como periodista fue en deportes. Y no es lo mismo —gracias a dios— que la política, pero ahí me dí cuenta de que había tres o cuatro que estaban haciendo su trabajo, luego otros dos que hiciera lo que hiciera el presidente de este equipo lo iban a poner a vivir, y luego otros tres o cuatro que pensabas: ¿quién les paga? ¿El periódico o la radio, o el presidente del club? Pero bueno, eso era deportes. Recuerdo perfectamente mis primeros días haciendo información política en el Ayuntamiento de Lugo. Yo quería ser como uno que trabajaba allí que creo que era de La voz de Galicia, que en las ruedas de prensa les decía a los políticos: '¿Pero cómo me puede usted contar esto?' Y le veías entrar en los despachos aunque le dijeran que no podía entrar. Pero era uno de diez que íbamos allí. Luego empiezas a ver las dinámicas de trabajo, las relaciones laborales, cómo funcionan las empresas, las condiciones laborales… Y te das cuenta de que como en el caso de los políticos, que tienen una persona detrás, también hay una persona detrás del periodista. Yo veía las condiciones en las que trabajaba la gente y me daba cuenta de que más vale estar callado, porque no hay seguridad laboral ninguna. Entonces llega otro momento en que piensas: ¿para qué meterse en esta profesión? Y sí, hemos claudicado: le hemos fallado a nuestra profesión y en general hemos fallado a la ciudadanía. Aunque luego ves que a la ciudadanía tampoco le parece mal y que incluso apoya a estos periodistas que se han convertido en portavoces del poder. Yo no pretendo cambiar nada: yo voy a hacer mi trabajo como creo que lo tengo que hacer. No sé si está bien o está mal, pero yo lo voy a hacer.

P. Supongo que además, viniendo de El Intermedio, a ti te cerrarán más puertas de las que ya se cierran normalmente.El Intermedio

R. Bueno, nos cierran unas y nos abren otras. Lo que pasa que nos cierran las que queremos que nos abran. Hoy por ejemplo (por el miércoles), tengo una entrevista con Cristina Cifuentes, y creo que es la primera vez que me voy a sentar con alguien del PP, que le haya pedido una entrevista y me la conceda. Pero claro, estamos en campaña electoral. He estado en el hotel Ritz en un desayuno informativo, y no me han dejado ni entrar en el hotel. Eso también condiciona tu trabajo, pero lo puedes dar la vuelta y convertirlo en parte de la historia que tienes que contar. Yo intento muchas veces hacer eso: que la gente sepa cómo hacemos nuestro trabajo y en qué condiciones, porque creo que eso también sirve para valorar al político en cuestión, o para saber si un mensaje es interesado o no… Entonces tampoco me cabrea mucho, es otro elemento del trabajo. Es una parte más de la historia que hay que contar.

P. También cuentas en el libro cómo desde hace mucho ya tenías en mente la idea de escribir uno. ¿Por qué lo has hecho ahora?

R. Creo que hoy no nos podemos creer lo que escuchamos en los medios de comunicación sobre la política y sobre los políticos. Por eso, lo que he intentado hacer aquí es buscar a la persona que hay detrás del político. No creo que vayamos a saber quién es el Pujol de verdad en la comisión de Investigación del Parlament. Por eso intento contar en 20 páginas cómo ha sido el devenir de este tío y de su partido político, y creo que eso puede dar más pistas para conocer en profundidad quién es y qué es lo que ha hecho. Como periodista, yo siempre me he quedado con la sensación de que me falta tiempo y elementos para contar no tanto la verdad, pero sí para acercarme o brindar el mayor número de elementos posibles para que el lector sepa lo que realmente pasa. Alguien dijo hace poco que el periodismo ha quedado reducido a los libros. Yo como lector hace tiempo que no leo ficción, porque para informarme me estoy leyendo libros de no ficción. Ahí es donde está el reposo, la capacidad de ser más libre, porque las editoriales no suelen ser tan tocahuevos como el director de una cadena.

P. ¿Será entonces este el principio de una serie de más publicaciones?

R. A mí me ha gustado la experiencia. Llevaba cinco o seis años diciendo que no a propuestas de escribir, porque no me sentía capaz o no tenía una historia que contar. Yo respeto mucho a los escritores, y me parecía una intromisión. Sin embargo, esta vez sí que me vi. Ya había escrito artículos en periódicos y me vi capacitado. Y tenía ganas de hablar sobre políticos, no solo sobre casos particulares sino sobre hábitos que me parecen perjudiciales en la política. Por eso he alternado un artículo individual con un artículo colectivo, en los que hablo de cuatro, cinco o incluso ocho personajes de la política que representan algo que yo creo que no es política.

P. Algo en lo que coinciden los personajes de los que hablas es que llevan mucho tiempo metidos en política, y posiblemente estar tanto tiempo les haya facilitado sus tejemanejes. Sé que no  te corresponde a ti decirlo pero, ¿crees que estar menos tiempo en política podría ser una solución? ¿O cuáles son las soluciones que tú imaginas?

R. El único presidente que dijo que iba a estar ocho años fue Aznar. Y solo estuvo ocho años, pero las consecuencias de su gobierno siguen muchos años después. No es cuestión de tiempo: es cuestión de intencionalidad, de lo que hagas durante ese tiempo. ¿Por qué te metes en política? A mí me da igual que seas de derechas o de izquierdas: yo no puedo criticar una ideología, me parece pretencioso. Lo que no me cabe en la cabeza es que se utilice una profesión que da un servicio tan básico en una sociedad como la nuestra o cualquier otra moderna para el propio beneficio. De la misma forma criticaría a un cura: yo no soy religioso, pero entiendo que para un católico la figura del cura es importantísima. Si te metes a cura para otra cosa que no tenga nada que ver con evangelizar, es que eres más cabrón que cualquier otra persona. Igual que un periodista: si te metes a periodista y no es para informar a la sociedad, estás utilizando uno de los pilares de esa sociedad. Eso es lo que intento criticar. Luego, yo tengo mi ideología y me jode más cuando el que hace algo mal es un representante de mi forma de pensar. Creo que hay profesiones que dependen de la confianza de los demás, y en esas es donde creo que se debe exigir más ética, más corrección.

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