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Teatro

La escena experimental encuentra apoyo institucional en el Centro Dramático

Una escena de 'Arrojad mis cenizas sobre Mickey', de Rodrigo García.

Una actriz (Núria Lloansi) se embadurna con miel de los pies a la cabeza y, después de ofrecer al público una demostración de culturismo, se tumba sobre una cama de pelo humano, emergiendo como un neardental de dicción perfecta. Esta escena de Arrojad mis cenizas sobre Mickey, de Rodrigo García, ocurre en el madrileño Teatro Valle-Inclán, del Centro Dramático Nacional, poco acostumbrado a este tipo de emociones fuertes. No es la única imagen que revolucionará la sala, que hasta el 5 de julio acoge el festival El lugar sin límites. Una colaboración con el Teatro Pradillo y el Museo Reina Sofía que busca legitimar (con el peso de las instituciones públicas) las artes escénicas contemporáneas

Durante tres semanas, el CDN lucirá carteles con nombres como los de Rodrigo García y Angélica Liddell (ella con una exposición fotográfica), con prestigio dentro y fuera de España; otros como los de La Ribot, Elena Córdoba o Claudia Faci, conocidas por el público iniciado; y los de figuras emergentes como la compañía El Conde de Torrefiel o la poeta María Salgado. Todos ellos representantes de la nueva escena española, y alejados del teatro textual que suele programar el CDN. 

"El teatro es un hecho vivo que se va renovando día a día. El CDN, como espacio de encuentro y exhibición del teatro contemporáneo, debe dar cuenta de esta realidad", explica Ernesto Caballero, director de la institución. Aunque fue él quien ideó el ciclo, acudió pronto a Carlos Marquerie y Getsemaní de San Marcos, gerentes del Teatro Pradillo, el centro neurálgico de este tipo de creación en Madrid que ellos recuperaron hace tres años. Los encuentros, talleres y representaciones se distribuirán entre el centro público y la sala privada.  

"Lo simbólico es que este tipo de propuestas entren en el CDN, pero Ernesto [Caballero] tuvo muy buen ojo al encargárselo al Teatro Pradillo", apunta Emilio Tomé, convocado por esta sala para ser uno de los programadores de la muestra. "Vamos a aprovechar este diálogo para abrir un hueco que permita visibilizar a este sector", explica. En su opinión, ni siquiera el movimiento que han experimentado en los últimos años las salas alternativas ha ayudado a que se den a conocer estas nuevas formas. "En los años noventa hubo un sistema de ayudas públicas a salas alternativas que pronto se reveló como una forma de imponer un techo. Si hacías ciertas cosas podías aspirar a entrar en ciertos sitios y con una cierta precariedad", recuerda. 

Por eso, la organización le ha dado más de una vuelta a la cuestión económica. El presupuesto del festival es de 160.000 euros, con el CDN como principal fuente de financiación. El Pradillo aporta 20.000, y el Reina Sofía, que ofrece su espacio para una serie de encuentros organizados con los autores, suma unos 4.000 euros. Una cantidad que dobla el presupuesto anual del Pradillo y que, sin embargo, solo ha permitido programar seis obras y varias conferencias. Lo explica Tomé: "Creemos que las compañías tenían que estar en la misma posición que el resto de las que van al CDN, y por lo tanto cobrar lo mismo. No nos parecía justo incidir en que siguieran trabajando de forma precaria, porque esto se ha convertido casi en una exigencia". 

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Esto ha permitido a la compañía El Conde de Torrefiel estrenar un nuevo espectáculo, La posibilidad que desaparece frente al paisaje, con 18.000 euros de fondo, una cantidad que supera por mucho los 4.500 euros que dedicaron a su anterior obra. Pablo Gisbert, cabeza del conjunto teatral junto a Tanya Beyeler, asegura que gran parte de esta cantidad se dedica a pagar a actores y colaboradores para que puedan "ser mileuristas durante tres meses". Pero niega que su creación se vea condicionada por la ayuda pública: "Esta pieza es más densa, más poética que las anteriores. Podríamos haber aprovechado para seguir con el tono lúdico, que quizás pueda ser recibido mejor por el público, pero estamos avanzando en nuestra investigación creativa". 

El festival permite, además, que la danza contemporánea entre en el templo del teatro español. "Este tipo de trabajo no solamente tienen que pasar por los ballets nacionales o compañías de danza, hace tiempo que la escena apuesta por otro uso del cuerpo y debería reflejarse en las instituciones", opina la coreógrafa Elena Córdoba. Ella impartirá uno de los talleres (el otro lo dirigirá Claudia Faci) que darán lugar a Impromptus. Dos propuestas sobre el amor, un ejercicio de creación colectiva representado a final de mes. 

La gran pregunta que se plantean los creadores es si esta apertura a la escena actual es coyuntural o tiene vocación de permanencia. CDN y Teatro Pradillo están aún en conversaciones para decidir si el ciclo puede celebrarse anualmente. Gisbert lo tiene claro: "Esto es un signo de los tiempos. Hay un teatro español que es como un anciano al que hay que acompañar a la cama y verlo morir. Hay que dejar espacio al teatro de 2015". Pero Córdoba duda: "En el teatro español ha habido una división entre lo que puede ser la creación actual y las dramaturgias tradicionales. Nosotros reivindicamos una normalización de la escena contemporánea. Y si hablamos de normalización, es porque aún no es normal". 

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