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‘El mundo sigue’, neorrealismo redescubierto 50 años después

'El mundo sigue', neorrealismo redescubierto 50 años después

"Verás maltratados a los inocentes, perdonados los culpados, menospreciados los buenos, honrados y sublimados los malos; verás los pobres y humildes abatidos, y poder más en todos los negocios el favor que la virtud". Con estas palabras (tomadas de Guía de pecadores de Fray Luis de Granada) comienza la película El mundo sigue de Fernando Fernán Gómez. Preludio que deja adivinar el contenido del metraje: un retrato neorrealista de la España de posguerra, de la miseria moral y material a la que se veían abocados sus habitantes. Corría 1963 y la censura no estaba dispuesta a mostrar las vergüenzas del país. La cinta apenas se exhibió, pero este viernes 10 de julio, medio siglo después de su primera proyección en una sala de Bilbao, el daño se repara, y la cinta se estrena al fin en cines comerciales.

Una familia que se alimenta, día tras día, de sopa como plato único. Una mujer casada con un maltratador que trata de alejar a sus tres hijos de la miseria. Una mujer obligada a prostituirse para sobrevivir. El trasfondo del melodrama que finge ser El mundo sigue, protagonizada por el propio director, Gemma Cuervo y Lina Canalejas, era difícil de tragar para el régimen. Si al cóctel se añadía aborto, locura, suicidio, la obra resultaba inaceptable. La llegada de José María Escudero a la Dirección General de Cinematografía apenas mejoró la situación: la película obtuvo una calificación tan baja que solo se mostró en algún cineclub clandestino. El olvido acabó por engullirla, exceptuando algunos círculos académicos.

“El sitio que merece esta película está entre los grandísimos clásicos de lo que se ha hecho en este país. No nos podemos permitir que esta película no exista”. El director Fernando Trueba se deshacía en elogios hacia la película en su presentación, el pasado lunes, en la Academia de Cine. Si El mundo sigue ha podido regresar al terreno de la existencia es gracias al empeño de Juan Estelrich, hijo del productor que acompañó a Fernán Gómez en el proyecto. Él era el encargado de rememorar la mala suerte de la película: estreno en doble sesión (“que es como no estrenar”, explicaba), pocas copias y una pequeña distribuidora que acabó echando el cierre poco después. Estelrich hijo se empeñó en restaurar una de las cintas, y A Contracorriente Films se subió al carro y hace llegar la película a 13 ciudades españolas.

Medio siglo de espera ha despojado al filme del melodrama, tras el que reluce un poderoso subtexto político. “Probablemente sea la película más feroz describiendo la sociedad española”, aseguraba Trueba. Unos padres intransigentes que cambian sus férreos principios por unos gramos de oro, dos hermanas violentamente antagónicas, un hermano cura de una tibieza exasperante. Ese es el carácter español que muestra Fernán Gómez. José Sacristán, también en la presentación, recordaba, sin embargo, que “el dolor de esa gente estaba dado por las circunstancias”. Ni ellos, ni Antonio Resines, en calidad de presidente de la Academia, ni el periodista y crítico Fernando Lara, dudaban en enmarcar El mundo sigue dentro del cine político español.

Pero Trueba subrayaba también su carácter documental. El mundo sigue da especial protagonismo a imágenes del Madrid de la época: las oscuras calles del centro, las casas de vecinos, los niños permanentemente en la calle, los mercados modestos, los primeros edificios residenciales solo para unos pocos. Gemma Cuervo, única protagonista del filme que aún vive, no podía contener las lágrimas: “Verlo me coloca en la realidad que yo viví. Crecimos con heridas que no habían cerrado. Era una España, no ya gris, sino negra. Las paredes eran negras, el alma también”.

En El mundo sigue, el personaje de Fernando Fernán Gómez (avaricioso por necesidad, violento, irresponsable) busca una y otra vez la suerte en las quinielas. Cuando por fin consigue un pleno, hay otros 400 acertantes y apenas le tocan 5.000 pesetas. Un diario ve en esa dudosa hazaña un signo de progreso y titula: “El talento de los españoles aumenta a ojos vista”. El pobre camarero de Fernán Gómez sigue buscando una suerte que nunca llega. Pero el mundo sigue, y, en palabras de Trueba, “los buenos dejan de ser menospreciados”.

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