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Música

Muse, mucho ruido y pocas nueces

Muse, mucho ruido y pocas nueces

Francisco Chacón

Muse se ha convertido en el grupo que más seguidores arrastra este verano. Su presencia en cualquier festival garantiza un éxito incuestionable: entradas agotadas, legiones de fans rendidos a sus pies, parafernalia sin fin…

Y esta semana ha podido comprobarse durante sus dos actuaciones en la península ibérica: 9 de julio en el NOS Alive del Paseo Marítimo de Algés (a ocho minutos de Lisboa en el tren de cercanías que parte de Cais do Sodré) y sábado 11 en el BBK Live Festival.

Su público adora a Matt Bellamy, ensimismado en esa faraónica propuesta repleta de efectos especiales y pirotecnia, como ya vimos hace unos años en Benicàssim.

La banda británica se halla en la cresta de la ola, y esta circunstancia no admite discusión. Ahora bien, ¿qué emerge debajo de su estruendo? Pues canciones mediocres que no levantan cabeza desde su primer disco.

Su flamante álbum, Drones, no hace más que corroborarlo. La inspiración de este líder un tanto artificial se agota en el primer tema, Dead inside. El resto se zambulle en una bruma sonora que sólo se queda en la superficie. Decibelios insulsos. Actitud falsamente heavy para enmascarar su endeble repertorioheavy.

Tal vez sea el signo de los tiempos en el rock británico (e irlandés) mayoritario. Desde que U2 se sumió en la megalomanía, sus imitadores aspiran a desbancarlos con giras espectaculares, pero no con un cancionero sólido.

A los hipsters sólo parece importarles que la noria del parque de atracciones gire sin parar. Lo demás sobra. Para ellos, claro. Basta con mirar embelesado su espectáculo para que se sientan satisfechos.

Eso es lo que hacen sus miles de devotos: 55.000, en el caso del NOS Alive, un festival que ofrece excelentes servicios y garantiza una oferta mucho más barata que en España.

Qué lejos quedan los tiempos en que Muse despuntaba por seguir la estela de los Radiohead de OK Computer o los Coldplay primigenios. Todo aquello forma parte ya del pasado. Ahora son esclavos de la escenografía de altos quilates.

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